jueves, 1 de octubre de 2009

BREVES PERO SUSTANCIOSAS


Por Pepe Morales.
Como una maldición tipo bíblica, recurrente y siempre incomoda, los elementos de la Policía Municipal de Acaponeta, esperan el nombramiento de quién será su jefe, es decir, el Director de Seguridad Pública. Como si fuera un requisito, hemos visto que la gran mayoría de ellos, los directores, tratan a los pobres policías, más como sus inferiores, no de grado, sino de calidad social: los arrestan por quítame estas pajas, los suspenden por nimiedades, los insultan, los humillan, los exhiben, los hacen menos delante de los demás y en general crean en torno a ellos un ambiente tenso y humillante en el que simplemente no se puede trabajar como es debido.
Muchos de los Directores de Seguridad Pública, creen que por el simple hecho de serlo, por la circunstancia de ser nombrados para tan importante encomienda, los convierte de golpe y porrazo en un ser superior, con poderes omnímodos al que todos tienen que agachar la cabeza y la dignidad. Piensan casi todos ellos, excepto honrosas excepciones, que ser el superior en la oficina policiaca, les da derecho a pisotear el de los demás. Craso error. En el primer momento en que los Directores de Seguridad Pública comprendan que los que integran la corporación son individuos que piensan, sienten y tienen opinión, mejorará , en mucho, su rendimiento, trabajo y capacidad.
No es con el látigo o el castigo de mantenerlos al sol por horas, como ellos eficientizarán su desempeño; no es con arrestos ridículos e inicuos como parará la delincuencia en el municipio. Es con proyecto y buenas políticas de seguridad, respeto y buen trato, como la gente participa y hasta se entusiasma. No hay mejor jefe que aquel que pone el ejemplo y encabeza los trabajos, enarbola las acciones y gira órdenes desde la vanguardia. Ordenar vía telefónica no es bien visto ni enorgullece a nadie, como ahora sucede.
Los policías municipales, que no los cuicos, han protestado enérgicamente por el maltrato de su superior Lic. Héctor Javier Medina Ulloa, quien a pesar de todos sus títulos universitarios, maestrías y preparación, no ha sabido aprovechar el recurso humano a su mando, por el contrario lo ha puesto en su contra; si se tratara de dinero, estaría siendo acusado de peculado, por el mal uso del mismo; quizá sea peor lo que actualmente sucede: la pésima utilización de los recursos humanos acaponetenses. Una cosa es fomentar la disciplina y otra la dictadura. Lo dicho, como peste bíblica esperan los gendarmes el anuncio de quién será su jefe o mejor dicho su amo.
A los ciudadanos, lo que más no preocupa, es que en materia de seguridad estamos dejados de la mano de Dios: después de las 10 de la noche, no hay ley en la cabecera, ni en las comunidades. Hay colonias donde la delincuencia se ha cebado contra las viviendas, comercios y transeúntes. Aún existen lugares en Acaponeta, donde algunas personas prefieren no transitar y otros lo hacen porque no les queda más remedio. La Unidad Deportiva, la calzada del panteón y el malecón, son grandes cantinas, donde no solo se consume cerveza y rompen luminarias del alumbrado público, sino que se habla de tráfico de drogas y otras cosas, a las cuales no se les ha dado seguimiento. El cobre de instalaciones eléctricas e hidráulicas ha desaparecido de algunas colonias y escuelas. Borrachos escandalosos, cantinas y depósitos abiertos a deshoras, aumento en el grafiti callejero, pleitos aquí y allá, etc. es lo que la Dirección de Seguridad Pública ha dejado al pueblo.
Saulo Lora Aguilar ha manifestado su apoyo a Medina Ulloa y creo que hace bien al defender a sus funcionarios, que últimamente han dado por dar espectáculos que lo dejan mal parado, sin embargo, debe escuchar con la misma atención a los policías municipales, pues ellos no son efímeros como los Directores de Seguridad y menos si vienen de fuera, como es el caso, los policías aquí viven, contribuyen, tienen hijos, sufren las fuertes canículas, dejan su dinero en los comercios locales y mal cobran un sueldo de hambre por arriesgar el pellejo e incluso perder la vida como un compañero de ellos que recientemente cayó en un balacera.
Pero aún más importante, el alcalde acaponetense debe apoyar a la ciudadanía que es la razón de ser su trabajo, su esfuerzo y sus objetivos y hoy por hoy, no vemos una ciudad segura y ordenada.

SE MURIÓ UN HOMBRE Y CON ÉL UN OFICIO


Por José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo.
Apenas hace tres días sepultaron en esta ciudad de Acaponeta, al Sr. Antonio Maldonado Ureña, quizá su nombre no nos dice mucho, porque todos lo conocíamos como "el cuetero", personaje que se dedicaba a la elaboración de toda clase de artículos relacionados con la pólvora y los fuegos de artificio, lo mismo un atractivo castillo, que un bombillo para asustar viejecitas y alegrar a la muchachada. Con la muerte de Don Antonio; el "cuetero" pues, se va también un oficio milenario que comenzaron los chinos en épocas ignotas y que de alguna manera continuó este personaje al que ayer dijimos adiós para siempre. Seguramente tendría "el cuetero" un sinfín de anécdotas y recuerdos, que nadie nos preocupamos en rescatar, en sacar de la memoria, situaciones de susto y risa como el castillo que se derrumbó durante las fiestas patronales de la Asunción en días pasados, que si bien, revistió mucho peligro, también dejó en los asistentes una grata sonrisa, porque son simplemente "cosas que pasan" y seguramente entre los muchos niños que ahí estaban, un recuerdo que habrán de narrar por años a los demás. Mis hijos que por ahí estaban ya lo hacen.
Desgraciadamente, Don Antonio vivió los últimos años de su vida sabiendo que nadie continuaría su obra y conocimientos, ya que el único que se interesó en esa labor, fue su nieto Juan, quien desgraciadamente falleció en un lamentable accidente donde estuvo involucrada la pólvora, recordándonos a todos, que este oficio tiene un gran riesgo y debe manejarse bajo condiciones especiales, como un polvorín y permisos difíciles de obtener por parte de las autoridades.
Así como ya no habrá –hasta donde sabemos-- quién se dedique a la elaboración de juegos pirotécnicos en Acaponeta; los demás no debemos olvidar la importancia de estos oficios artesanales y recordar lo que han significado para la cultura local los castillos en las fiestas patronales, los toritos amenazando con llevarnos entre las patas y las luces quemantes, las silbadores, palomitas, escupidores y brujas, que sin bien hoy prohibimos a nuestros hijos, ayer disfrutábamos enormemente y la verdad es que no hay fiesta que se precie de serlo si no lleva cohetones que rompen el cielo y el sueño de los que descansan. Así entre tronidos se llevaron a Don Antonio "el cuetero" a su última morada y con él a un oficio que ya nadie sigue en la ciudad, por lo que ahora habrá que importar estos elementos de otras latitudes, como Tuxpan, que siempre ha competido en el ramo con Acaponeta y que seguramente tiene su propio "cuetero".
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