sábado, 17 de octubre de 2009

NUEVO POETA EN ACAPONETA


El cronopio y novel poeta acaponetense, Alejo Cortázar, me envía su más reciente producción literaria:
"Anuar Abud. Le envío el presente cuento por si es de su agrado publicarlo en el periódico "Censura!". Decidí enviarle este para darlo a conocer, en estos momentos me encuentro inmerso en el último semestre de mi licenciatura y he dedicado absolutamente mi tiempo a ello y a disfrutarlo, por lo que en ocasiones me ha impedido el redactar nuevos cuentos, poesías o meras opiniones, sin embargo mi ímpetu por la escritura me resulta vital y sigue a flote. Me despido con un cordial saludo. Alejo.
CUENTO NÚMERO CUATRO
Te cuento este cuento cronopia, porque no tengo qué contarte, porque mi verso se ha quedado corto para expresar las ideas que se cristalizan en las neuronas de mi encéfalo, te cuento este cuento porque pensé que era preciso el contarte uno, escribirte uno, dedicarte uno y a quién más si no es a ti: la elegida entre todas las mujeres. Qué te contaré, iba pensando, mientras el polvo abierto después de tantos años de estar bajo el asfalto se impregnaba en mi sudoroso y grasoso rostro, mientras mis pulmones involuntariamente aspiraban la mierda de perro disecada mezclada con el aire que respiro, mientras mis pies se encontraban con la purga de los condenados, mientras pensaba en leer un libro de derecho constitucional y escribirte este cuento, el cuento tuyo. Te conozco poco y lo poco es por ti, porque tú me lo has contado y por lo que me cuentan tus ojos, yo he visto como el amor brota de la boca de tu alma, tu suspiro emana amor, lo dejas salir y es libre al fin como niño a la hora del recreo, como rayos de sol para un ciego; no lo sé cronopia, nunca te he probado, pero tus labios deben saber a flores, a polvo de ángel, deben saber a flan. Te he observado tanto, que ya te conozco más que a mí, tus ademanes, sé lo que dibuja tu mirada cuando posas la tuya sobre sus ojos, sé que tu ritmo cardiaco se estimula, salta tu corazón que pareciera salirse por tu garganta sin dejarte respirar, ves estrellas, sé que tus entrañas se constriñen y relajan y se rozan unas con otras haciéndote sentir mariposas en el estómago, sé que quisieras ir junto a él, llegar a la facultad de su mano y que todos te vean, que te despida con un beso amoroso sin importar que su aliento despida un sabor a cerveza añeja o a tabaco quemado, sé que quisieras estar a su lado todo el tiempo, disfrutarlo, tocarle los labios con tus dedos trémulos que se desatarían sobre su rostro de niño nice, acariciarle el cuerpo con tu lengua y al fin después un lúbrico beso hacerle el amor lentame nte. Pero esa no es tu suerte, al salir de la universidad ambos no se verán las caras en muchas primaveras, como la abogada y el pintor, te sentirás vacía, y el argumento más lógico para justificarte será decir: ¡ay como lo extraño! Y de nuevo emanarás amor por la boca de tu alma como hoy todos los días, por los siglos de los siglos, pensarás tanto en el que se secarán tu ojos de tanto llorar y tu habitación su humedecerá de llanto y de recuerdos, la imagen de tu rostro perderá la frescura que esta mañana irradiabas incandescentemente; entonces volverás a lo básico, añejo, y buscarás ahí el sabor de él que tan solo unas cuantas veces probaste, querrás volver afanosamente, con vehemencia, pero el tiempo es inexorable no detiene su marcha, entonces te darás cuenta que no puede revolcarse sobre sí mismo; por casualidad tus pupilas reflejarán su figura y querrás que voltee a ti, que te vea, y volverás a sentir mariposas, que te falta el aire y que sin querer tu voz se pausa, hasta el punto de no poder volver hablar en ese instante. Así, pareciera que el amor está prohibido, todo te parecerá absurdo como este viejo cuento y no podré contarte ya más nada, porque no sabré qué, no lo sabré, sin embargo aún así, ya conté lo que quería cronopia: la elegida entre todas las mujeres.
Alejo.
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