martes, 19 de diciembre de 2017

EL INVIERNO EN LA MIRADA DE MI PUEBLO….

Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Acaponeta (Foto de Sonia Galindo)

Nuevamente un delicioso poema de la ganadora del Premio "Guillermo Llanos Delgado" de poesía, en los Juegos Florales del XXV Festival Cultural de Nayarit en Acaponeta, celebrado recientemente, nos referimos a la flamante presencia en el medio literario acaponetense de la Profa. María del Pilar Acosta Llamas, quien de nueva cuenta le canta a la ciudad de las Gardenias, ahora en la temporada invernal.
¡Enhorabuena y aplaudamos un nuevo valor de la lírica acaponetense!


María del Pilar Acosta Llamas

EL INVIERNO EN LA MIRADA DE MI PUEBLO….

Desperté con ansias inmensas de contemplar
el invierno en la mirada de mi pueblo ….
Abrir la ventana de madera y dejar entrar por las rendijas
la voz pueril del amanecer y su interminable eco;
el frescor limitado del crepúsculo matutino
que pronto desaparece en el calor desierto del cielo,
sintiendo a mediodía en mi rostro ese rocío de verano eterno 
que se abriga en mi alma en tan corto invierno.

 Volver a entrar a la casa inmutable de mis ancestros,
para recordar navidades y antiguos momentos
en donde sentado en las rodillas de mi madre
en la vieja mecedora
ella hilaba ilusiones mientras balanceaba mis anhelos.

Desperté con ansias de descansar tranquilamente
bajo la sombra fresca de los almendros,
afuera de los balcones de esas grandes casas,
que fueron bellas haciendas en sus mejores tiempos.

Quisiera cerrar mi esencia
y trasladarme de donde estoy muy lejos;
pensar en calles adoquinadas
 llenas de blancas gardenias y olivos negros
por donde caminan los fieles murmurando silenciosos rezos,
 tertulias y veladas a la morena Virgen
 en banquetas matizadas de pequeños aposentos.
 Volver a entrar al solemne Santuario en las tardes de novenario,
donde transparente surge una tierna oración,
 que con flores de gardenias coloridas llevan los coritas
con sus diminutos pasos
entregando en el altar su inocente devoción.

Y escuchar el canto del rosario cuando se atenúa la tarde,
con la virgen del Tepeyac y el gran amor divino
 que espera la llegada de su pueblo
que arroja incienso por las piedras arcillosas
y quebradas de los rasgados caminos;
 atravesando las vías del ferrocarril,
llegando hasta el altar el cantar de peregrinos,
brotando notas musicales que trepidan con el trote de caballos,
de los cuetes que ensordecen el cielo dormido.

Es el afán inagotable de regresar a mi pueblo,
 esos días en que todos estamos juntos,
 aunque sin saber el por qué nos separemos luego.

 Con el aliento de nuevas esperanzas
insuflar en familia globos de cantoya
 fusionados con el viento,
 y en cada luz encendida el deseo infinito
de que no llegue nunca
la ineludible despedida del tiempo.

 Sin dejar de recorrer las noches luminosas
 con moradas y lugares que destilan mil estrellas
luces despegadas del firmamento
brillante palpitar de luciérnagas,
y otras tantas con faroles de papiro
 de colores a verano e invierno de primavera.

Llegar hasta el templo de la Asunción
en donde se canta el nacimiento de un niño;
en una eterna homilía que alimenta
 los corazones con venerable trigo;
y al final de tan solemne ceremonia,
 valorar el respirar de convivir con mi gente,
la de mi pueblo tan venerado
en donde desearía quedarme para siempre.

Muchos llenan de besos al Dios niño,
 otros aprisionan en sus manos los recuerdos de un verde pino
bañado de esferas en el centro de la jubilosa plaza,
mientras el antiguo kiosko rebosa de villancicos
los demás buscan juguetes en el mercado policromático de esperanzas,
y el carrusel de espejos  desde lejos invita a la infancia
a cruzar la puerta de los deseos en la feria
de la noche incesante de bonanzas.

 No sé si sea la llovizna blanca o el frío que hoy siento…
Pero hoy amanecí con muchas ansias
de contemplar el invierno
en la mirada de mi hermoso pueblo…

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