domingo, 29 de diciembre de 2024

DE CHILE, DE DULCE Y DE MANTECA

 


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

DE CHILE: ¡Oigan! ¿y se acuerdan de un tal Enrique Peña Nieto, quien entre los años 2012 y 2018, fungió en este remedo de nación como presidente de la república? porque realmente desde 2018, al arranque del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, nada o casi nada se sabe del copetudo personaje, apenas sabemos algo de sus “novias” —muy guapas, por cierto— con las que se pasea alegremente y con toda tranquilidad por España.

López Obrador, en sus interminables y muy repetitivas mañaneras, no tocó a Peña, ni con el pétalo de una rosa. Es paradójico que el presidente, que prometió acabar con la corrupción —bueno, él dice que sí se acabó—, ni un rozón le dio a Don Enrique, aunque al predecesor de este, Felipe Calderón Hinojosa, el presidente Líopez, lo ponía, un día sí y el otro también, como lazo de cochino.

Por más que lo nieguen, Peña y su majestad macuspana, es evidente que hubo un acuerdo entre los dos: el mexiquense, uno de los mandatarios más corruptos en la historia de México, junto con funcionarios de su gabinete y de un puño y dos montones de gobernadores-virreyes, entre ellos, saquearon a la nación de una manera tan descarada, que el pueblo, que nada recibía de sus gobernantes, solo facturas para pagar de estos rateros, votaron en masa —confieso que su servidor entre ellos— por la imagen de “honrado e impoluto” político llamado Andrés Manuel López Obrador, cabeza de la pinchurrienta "esperanza nacional", y que, seis años después mostró una cara y personalidad terribles llenas de corrupción, ambición desmedida de poder, una máquina para fabricar mentiras y onerosas ocurrencias y notoria insensibilidad frente a los temas más graves que afectaban —y aún afectan— al país, así como una patria, ensangrentada hasta la médula.

Peña, a sabiendas que tenía y tiene, una cola larguísima que le podía pisar el tabasqueño, quien seguramente guardaba gordo expediente criminal del mandatario saliente, prefirió transar con el contendiente más fuerte de aquella elección. Líopez, le advirtió que no metiera las manos en la elección del 2018 y le “perdonaría” todos sus “errores”.

De las poquísimas veces en que López, habló de Peña en la matiné en turno, se mostró agradecido y contento, por lo que expresó sin ningún rubor: “Cómo le agradecí a él —Peña Nieto—, que, a diferencia de Fox y Calderón, no se metiera abiertamente para influir en la elección, contra mí”. No México, no la patria, no la democracia, no el bien de la nación, no, solo "yo" supremo héroe y Mesías redentor.


Peña, puede seguir conquistando bellas damas por todo el mundo y gozar los miles de millones que se llevó, presumiendo su impunidad. Queridos amigos lectores, un favorcito, si ven a Peña, me lo saludan, díganle que lo extrañamos, porque estos resultaron peor. Ahora, si lo ven y prefieren regalarle los cinco consabidos trompetazos: TA-TA-TA-TA-TA, recétenle dos de mi parte.

 


DE DULCE: Uno de los que comenzó esta “modita” de destruir el lenguaje, esa maravilla del idioma castellano tan rico, sonoro y culto, fue el asno con botas Vicente Fox, quien, con el burdo pretexto de incluir a todos los mexicanos en sus idiotas discursos, dio por mandar mucho a la chingada —y no precisamente el rancho de López Obrador— las reglas y formas de la lengua española: “mexicanos y mexicanas”, “chiquillos y chiquillas”, “ciudadanos y ciudadanas”, dando de baja —por decreto presidencial, el concepto aquel, en el cual se usaba el género masculino cuando había que hacer una relación que incluía a entes masculinos y femeninos—. 


Hoy, 18 años después de que Foximiliano y la emperatriz Martota, dejaron el poder, las cosas del lenguaje están terribles. Los funcionarios públicos, desde la presidenta “con A”, pasando por secretarios de estado, gobernadores, diputados, senadores, presidentes municipales y legisladores locales, “adornan” sus desafortunadas peroratas, donde en todas —sin fallar— meten el ya típico “los y las”, “nuestros y nuestras”, “mexicanos y mexicanas”, etc. Y es que, ciegos por su ignorancia, piensan que esos usos son correctos y dan por hecho que los incluye a todos, o sea, a ambos géneros, que —es tonto repetirlo, pero igual lo digo— solo existen dos: masculino y femenino.


En ese marco de agresión a la lengua de Cervantes, hay que sumar el llamado lenguaje inclusivo a partir de la visión de la comunidad LGBTTXYZ+, el cual de manera ridícula propone incluir la letra “E” como si fuera un tercer género —que por supuesto no existe—, existiendo así él, ella y “elle” o simplemente agregando la “E” a ciertos sustantivos como “abogade”, para diferenciarlo de abogado —masculino— y abogada —femenino—. Notorio fue el caso de aquel “magistrade”, representante del llamado —ignoro por qué razón o qué es eso— "género no binario", quien acabó con su vida, agarrándose a navajazos con su pareja.  

Quiero hacer la aclaración de que, hacer una crítica a lo que su servidor considera una seria agresión a nuestro rico y maravilloso idioma, no tiene que ver con mi postura ante la preferencia sexual de cualquier persona. Para mí es claro, ya lo puse arriba: en la lengua española ——y en general en cualquier lenguaje— solo existen dos géneros: masculino y femenino. Tengo y ofrezco todo el respeto del mundo, quien aparte de ser un tercer género —que ya vimos no existe— desea ser “maceta” o “estufa”, pero nunca estaré de acuerdo en las flagrantes violaciones a las reglas lingüísticas.

Si bien es cierto que el lenguaje lo hace el pueblo, este va surgiendo de manera natural. Un ejemplo: la palabra “haiga”, es hoy por hoy incorrecto, debe decirse “haya”; pero ya existe tanta gente que utiliza, repito, de manera natural, el horrible “haiga”, que en un futuro —no sé cuántos años, unos 50 o 100—, lo correcto será precisamente “haiga”. Afortunadamente ya no estaré en este mundo canica para verlo. 


Si viajáramos en el “túnel del tiempo” al año, 1519, cuando arribaron los españoles a esta tierra que hoy llamamos México, y platicáramos con Cortés y su gente, nos costaría mucho trabajo hacernos entender, porque en ese lapso entre esa época y la actual, han sucedido cualquier número de cambios en la lengua, pero, que se dieron de manera natural y no “a fortiori” como ocurre hoy, con este lenguaje dizque inclusivo, que lo que menos combate es la discriminación con estas personas de la mencionada comunidad homosexual. 

El idioma español exige total libertad para evolucionar, o, “inclusive” —lean bien esta palabra— adaptarse a las circunstancias, pero nunca, nunca, modificar el lenguaje de manera forzada; eso le pega en toda la maraca a nuestro hermoso idioma, hoy tan agraviado por estas circunstancias o los golpes diarios del idioma inglés, la cercanía inevitable de los Estados Unidos, el diario golpeteo de los medios masivos de comunicación y “las benditas” redes sociales con un sector de la población, a la que vale un rábano y dos pepinos si muere o no el castellano.

En el colmo de la idiotez, por supuesto cuatroteísta, ya están planeando incluir este absurdo dizque lenguaje inclusivo en la Constitución, que no sé si se tornará Constituciono o bien Constitucione. Yo la verdad quisiera ver trabajar, pero en serio, por cosas importantes a los dilectos, dilectas o dilectes diputados, diputadas o diputades, al igual que los senadores, senadoras o senadoros, para dejar de oír tantas, tantos o tantes pendejadas, pendejados o pendejades. ¡Híjole, ya me hice bolas…¿o era bolos? No, no, no, era boles. ¡Chin!

 


DE MANTECA: En verdad que causa risa y en ratos mucha pena lo que sucede en el país. Por una ocurrencia, que nace del deseo de venganza de su alteza serenísima Andrés Manuel López de Santa Anna, —perdón— Líopez Hablador, la nación mexicana, perderá uno de los contrapesos más importantes de la política nacional: el poder judicial y, de paso, aquella máxima constitucional que le daba forma y razón a la patria, que es pacto federal de tres poderes independientes uno de los otros, quedan condensados en una sola persona: el poder ejecutivo + el poder legislativo + el poder judicial = a la vicepresidenta Sheinbaum = AMLO. Una ecuación para llorar.

El próximo mes de junio, se llevará a cabo en el país, una ridícula elección para elegir a ministros de la corte, magistrados y jueces. Ocurrencia que, tanto el ejecutivo como el legislativo —sobre todo este último— lo han tomado muy a la ligera, fast track las aprobaciones y en un muy desaseado proceso que ya raya en lo patético, sobre todo, el uso de una tómbola para elegir a quienes habrán de juzgar a los ciudadanos.

Causa vergüenza oír el pleito que se traen en el INE el gobierno federal, por el costo de esa inane elección, a la que le auguro un abstencionismo histórico que pondrá en la realidad a la fallida transformación de cuarta. Y si no, vea usted amable lector. Ya mostraron a manera de prueba o “calix” las presuntas boletas que habrán de utilizarse para esa jornada electoral: boleta morada que destinarán a la Suprema Corte de Justicia de la Nación; enseguida la verde para el Tribunal de Disciplina Judicial; viene la azul irá a la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Una cuarta de color naranja para que el ciudadano vote por las Salas Regionales; luego la rosita misma que determinará al voto por magistrados de circuito, y la sexta y última, de color amarillo para los jueces de distrito. ¿Usted amable lector, sabe bien a bien, que es cada una de esas instancias? En este momento, si es que a la anterior pregunta respondió positivamente ¿conoce el nombre del actual titular o titulares?

Se calcula que, en algunas zonas del país, usted o yo tendremos que elegir entre más de 250 candidatos para renovar una treintena de cargos de diversos ámbitos del Poder Judicial Federal. Fíjese que complicado: cada uno de nosotros tendrá una boleta con 81 candidaturas para ministros, otra con 45 candidaturas para el Tribunal de Disciplina Judicial, dos boletas con un total de 18 candidaturas para las salas del TEPJF, y otras dos con números variables de candidaturas, dependiendo la entidad, pudiendo llegar hasta 120, para renovar los cargos de magistrados de circuito y jueces de distrito. Por congruencia entre lo que pienso y hago, señores de la 4T, no cuenten con mi presencia para avalar esa farsa.… ¡Nos leemos hasta la siguiente entrega, amables amigos, esta por cierto, es la última del 2024! ¡Feliz 2025!

 

 


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