martes, 9 de febrero de 2021

JULIO LÓPEZ ESCOBEDO, ARTÍFICE DE LA PIEDRA

 

El Sr. Julio López Escobedo en su taller de lapidaria, ubicado en la ciudad de Tepic


ENTREVISTA REALIZADA POR: 

 

Arqlgo. Mauricio Garduño Ambriz

Sección de Arqueología/Centro INAH Nayarit

 

 Hace más de mil años, en las fértiles tierras bajas aluviales de la costa noroccidental de Nayarit -la zona nuclear donde se desarrolló la cultura regional Aztatlán-, la población prehispánica se especializó en la producción de numerosos objetos suntuarios, de uso ritual, funerario y hasta utilitario, que fueron manufacturados utilizando rocas argilíticas (arcillosas) producto de alteración hidrotermal, del grupo de la caolinita. 

Los principales yacimientos de este mineral no metálico en el estado de Nayarit se localizan hacia el oriente de la población actual de Yago, en el sistema de lomeríos que topográficamente marcan la transición entre la planicie aluvial y el piedemonte de la sierra. A la caolinita se le considera una roca blanda, es decir, con un índice relativamente bajo de dureza -de 2 a 2.5 en la escala de Mohs- y una textura terrosa suave, lo que le confiere propiedades físicas adecuadas para su transformación en objetos útiles por medio de la aplicación de técnicas combinadas de percusión y desgaste por abrasión.

 

Bloques de caolinita obtenidos de los yacimientos ubicados hacia el oriente de la población de Yago

Evidencias del procesamiento local por parte de las poblaciones costeras Aztatlán para transformar y procesar esta materia prima han sido encontradas principalmente en el sitio arqueológico de Amapa, en depósitos culturales ubicados cronológicamente en el Postclásico Temprano y Medio (900-1350 d.C.), donde ha sido posible documentar la existencia de talleres artesanales especializados donde se llevaba a cabo la manufactura de diversos objetos, destacando una gran variedad de cuentas y pendientes, vasos trípodes sencillos o decorados con efigies antropomorfas o zoomorfas, así como malacates lisos o adornados con elaborados diseños de carácter simbólico.

 


La información arqueológica disponible actualmente nos sugiere que estos objetos eran producidos no solamente para el consumo de la población local, sino que eran importantes objetos de comercio, integrándose a las complejas redes de intercambio comercial que establecieron las poblaciones Aztatlán a lo largo de toda la costa del Pacífico noroccidental. Desafortunadamente, los profundos cambios económicos, políticos y sociales que conllevó la empresa de conquista y colonización de estas provincias durante la segunda mitad del siglo XVI por parte de las huestes hispánicas y sus aliados provocaron la abrupta e irreversible disgregación de las poblaciones costeras Aztatlán.

 

Herramientas de trabajo -mangos de asta de venado y buriles de obsidiana- utilizados en la manufactura de diversos objetos

De esta manera, tanto sus formas de organización y cooperación comunitaria como sus principales actividades económicas -incluyendo el trabajo artesanal especializado relacionado con la industria lapidaria y con la metalurgia del cobre y del bronce- cayeron progresivamente en desuso, dando lugar a la adopción de nuevas tecnologías y al consumo gradual de herramientas manufacturadas con nuevos materiales, como el hierro.

 


Más de once siglos después, el Sr. Julio López Escobedo, es el único artesano que en la actualidad sigue trabajando rocas como la caolinita aplicando técnicas tradicionales de trabajo basadas en el desgaste, el pulido y el bruñido, tratando de replicar las técnicas lapidarias prehispánicas.

 Su abuelo paterno fue Don Rafael López Villareal, originario de la población de Puga (Francisco I. Madero). Fue maestro de artes y oficios dentro del Plan Huicot, pintor y paisajista. Posteriormente obtuvo un permiso para el beneficio conjunto de una mina de oro localizada en el ejido de Acaponetilla, perteneciente al municipio de Santiago Ixcuintla. Su conocimiento acerca de las propiedades físicas de numerosas rocas y minerales locales le permitió iniciar el trabajo artesanal de la piedra, actividad que desempeño como pasatiempo, manufacturando objetos sencillos de carácter ornamental.

 Posteriormente su hijo, el Sr. Rafael López Rivera, quien en su juventud trabajó también en la minería y como ferrocarrilero, laminero y posteriormente como artesano y escultor, aprendió de su padre las técnicas básicas para el trabajo artesanal de la piedra. Su trabajo como lapidario se inició en la década de los años 70 del siglo XX, actividad que desempeñó como pasatiempo dentro del ámbito familiar. Cabe señalar que hasta ese momento el Sr. Rafael nunca enfocó su producción a la venta, es decir, nunca produjo para abastecer el mercado externo. Prácticamente todos los objetos que manufacturaba eran de carácter ornamental, principalmente joyería (cuentas, pendientes y dijes), así como pequeñas figuras humanas, aunque ocasionalmente producía también ceniceros profusamente decorados, con figuras de animales.

 Este cúmulo de conocimientos técnicos fue heredado por el Sr. Julio César López Escobedo, oriundo de la ciudad de Tepic y nieto del Sr. López Villareal, quien actualmente representa la tercera generación de artesanos especializados en la manufactura de objetos ornamentales de piedra, utilizando diversas rocas argilíticas de color blanco del grupo del Caolín, disponibles en los alrededores de la población de Yago.

 Julio comenzó a trabajar la piedra a la temprana edad de 12 años, como un simple pasatiempo, aunque por su propia seguridad e inexperiencia su padre le prohibió la utilización de ceguetas, brocas, barrenos metálicos y esmeriles. Ya posteriormente, cuando alcanzó su mayoría de edad, a Julio se le permitió utilizar estas herramientas, con lo que inició la manufactura de objetos diversos, principalmente de carácter ornamental (objetos de uso personal como cuentas, pendientes y dijes), así como esculturas zoomorfas de pequeño formato (iguanas, ranas, tortugas y cánidos). Como en el caso de sus antecesores, la mayor parte de la producción artesanal de Julio no se elaboró con fines comerciales sino para abastecer el autoconsumo familiar.

 


Según fue posible documentar durante las excavaciones arqueológicas pioneras que fueron llevadas a cabo en 1959 por la Universidad de California/Los Angeles (UCLA) en el asentamiento prehispánico de Amapa, dentro de las herramientas de trabajo vinculadas con el trabajo artesanal de objetos de madera y piedra que fueron localizadas en contextos arqueológicos se encontraban láminas delgadas, buriles y perforadores puntiformes manufacturados en rocas como la obsidiana, la calcedonia o la cuarcita, que muy probablemente eran utilizadas para cumplir funciones de corte por desgaste, tanto lineal como rotatorio, utilizando herramientas similares a los tradicionales taladros de arco.

 Retomando estos valiosos conocimientos técnicos, recientemente Julio ha incorporado a su instrumental de trabajo herramientas de obsidiana y de calcedonia, con la intención de replicar las técnicas lapidarias de trabajo que fueron utilizadas por la población prehispánica asentada en la zona nuclear costera Aztatlán. En la manufactura de sus piezas combina diversas técnicas de trabajo, que incluyen la percusión, el desgaste por abrasión -utilizando morteros fijos y piedras con propiedades abrasivas, como la arenisca- y finalmente el pulido y el bruñido, para darles el acabado final a los objetos.

 

Lamentablemente, los conocimientos técnicos acumulados a lo largo de tres generaciones de artesanos lapidarios se encuentran en riesgo de desaparecer. Según nos lo comentó el propio Sr. Julio -quien como ciudadano y como presidente actual de la Junta Vecinal-Pro Conservación del Patrimonio Cultural de Yago siempre se ha preocupado por fortalecer la cultura e identidad regional-, en las condiciones actuales el trabajo artesanal de la piedra con fines comerciales (lucrativos) no representa una actividad económicamente redituable para la población local, por lo que sería indispensable explorar fuentes de financiamiento que fomenten la capacitación técnica y la creación de talleres familiares especializados, aprovechando las materias primas locales disponibles en los alrededores de Yago.

 

Además, eventualmente sería necesario contar con el apoyo gubernamental, estatal y municipal, para lograr una comercialización exitosa de la producción generada en estos talleres, posicionando sus productos en puntos de venta ubicados en los principales destinos turísticos del estado, lo que redundaría en la creación de nuevos empleos y en el mejoramiento de las condiciones de vida de los habitantes de Yago.