domingo, 30 de julio de 2023

DE CHILE, DE DULCE Y DE MANTECA

 


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

DE CHILE: Con su particular manera de decir las cosas en sus inefables mañaneras, hace unos días el presidente Andrés Manuel López Obrador, volvió a atacar a los periodistas Joaquín López-Dóriga, Raymundo Riva Palacios, Beatriz Pagés y Héctor Aguilar Camín, diciendo que ellos, que de manera “irresponsable, perversa…de malas entrañas, riesgosísima”; están armando un “compló” y hasta los calificó de fascistas. 


JOSEP GOEBBELS
Alega el “macuspano”, que estos comunicadores están urdiendo un magnicidio contra aspirantes a la presidencia o periodistas, liderados por Carlos Salinas de Gortari. Igual que hacía Goebbels, el favorito vocero de Adolfito Hitler, AMLO anda provocando el odio y sembrando la duda. Por supuesto que hay que decir que, entre los muchos seguidores de AMLO, algunos de ellos chairísimos, lo ven como un auténtico dios y su adoración raya en el fanatismo más exacerbado, convencidos que todo lo que dice el tabasqueño es ley y no se detienen un minuto a discernir si aquella retorcida retórica es cierta o no, son capaces de ejecutar cosas graves para convertirse en el héroe que quedará bien con el Zeus de palacio nacional. 

El fanatismo —y muchos de los seguidores del presidente lo son— es un estado mental que se clava, casi de manera enfermiza, sobre ciertas creencias o se suman a la ideología de otro que no siempre tiene buenas intenciones; esto por supuesto de manera tenaz y prolongada. En el reducido mundo mental del fanático, una o varias creencias adquieren una importancia muy superior a las demás, hasta el punto de transformarse en la mayoría de sus actos. 


CHARLES MANSON Y SUS FANATIZADOS

Recuerdo un caso muy sonado de fanatismo y sus fatídicas consecuencias, que se dio en Estados Unidos a finales de los años 60 del siglo pasado. Charles Manson, bueno para el verbo y con un carisma muy especial, pero torcido, conformó una comuna hippie a la que se sumaron varios jóvenes con problemas familiares y la típica desorientación juvenil, quienes quedaron obsesionados por lo que decía y proponía su líder, al grado que no dudaron en asesinar a varios residentes de la exclusiva zona residencial angelina, entre las que se encontraba la atractiva actriz Sharon Tate, quien fue masacrada a pesar de estar embarazada, junto con varios amigos y empleados. La palabra de un líder adorado, es un arma tremenda en la mente de sus fanáticos seguidores. 


A mí en verdad me preocupa que todos los días, sin faltar, un día sí y el otro también, López Obrador la tome contra periodistas, adversarios que califica de cien formas, y últimamente con Xóchitl Gálvez, mujer que ahora le quita el sueño. Los pinta como diablos que quieren acabar con él, con la “exitosa” cuarta transformación y con México. Sale ahora el dueño del virreinal palacio nacional con que hay un “complot” —otro más, contra él, pobrecito— que dirigen esos cuatro periodistas y que pudieran acabar mal para otros comunicadores o para aspirantes a la presidencia de la república. Para su servidor está claro, AMLO se ha dado cuenta de que sus palabras son casi una orden para “el pueblo sabio y bueno” y no faltará el loco que agarre un cuchillo, una pistola o una ametralladora y cometa un magnicidio como, caso fallido afortunadamente, le sucedió a Ciro Gómez Leyva. Es claro, ante esta muy cercana probabilidad, el presidente se cura en salud, alegando un complot en su contra.



DE DULCE: Desde el inicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, me di cuenta que el actual presidente de la república, no tiene asesores o si los tiene, ni los pela. No hubo, ni hay actualmente alguien que le diga lo que está bien o lo que está mal; nadie lo asesora en lo legal, ni en los asuntos estadísticos o de comunicación; prueba de ello son las barbaridades que escupe todas las mañanas en sus conferencias de prensa. Tampoco los miembros de su gabinete se atreven a contradecir al mandatario de la nación, porque corren el riesgo de salir a tambor batiente y para siempre de la fallida 4T.


DRA. BEATRIZ GUTIÉRREZ MÜELLER

AMLO solo atiende las sugerencias, consejos y asesorías de su más fiel colaborador: el compa que aparece en el espejo, él y solo él es el machín del tabasqueño. Me queda solamente la esposa, Doña Beatriz Gutiérrez Müeller, mujer sumamente preparada. Ella es historiadora, investigadora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) de ahí que no me explico porque su marido lo quiere desaparecer. Además, una de sus grandes pasiones es escribir. A sus 54 años ya cuenta con diversos libros como: Larga vida al SolViejo siglo nuevo y Dos revolucionarios a la sombra de Madero, Leyendas y cantos, entre otros


DELFINA ORTEGA DÍAZ
Algunos textos son novelas, otros sesudos ensayos sobre historia, recopilaciones de obras poéticas y decenas de artículos y publicaciones en revistas científicas, universidades, periodicos y páginas web. Dicta conferencias y por supuesto no es ninguna tonta, por eso no quiso asumir el rol, sumamente estereotipado de primera dama. Ella, Beatriz, no es como Delfina Ortega Díaz, la primera esposa de Don Porfirio Díaz Mori, por cierto, su sobrina, pues esta sencilla mujer era hija de su hermana Victoria Díaz. “Fina”, como la conocían, fue una mujer modesta, aunque conocedora de los problemas políticos. Beatriz, todo lo contrario. 

Tampoco es la mujer de AMLO frívola como la consorte de ese redomado pillo que fue José López Portillo y Pacheco, la nada agradable Carmen Romano, que, para hacer la vista gorda dado que su macho marido, el moderno Quetzalcóatl se revolcaba con Rosa Luz Alegría, a la que hizo secretaria de turismo para que entregara el tesorito, viajó por el mundo con un piano a cuestas y al golfo aquel de Uri Geller, que además de doblar cucharas con la mente se tira a la primera dama. Beatriz Gutiérrez, tampoco es como la folclórica Esther Zuno, media naranja de Luis Echeverría Álvarez, la doña populista y demagoga como su mesiánico marido, y conste que LEA y AMLO son igualitos. La pareja del actual presidente tiene una licenciatura en ciencias de la comunicación; una maestría en letras iberoamericanas y un doctorado en teoría literaria, entonces de que tiene un nivel académico enorme lo tiene, su imagen es mucho más fuerte que la de Eva Sámano de López Mateos, por ejemplo, la cual fue conocida como la “Madre Nacional” o la “Gran Protectora de la Infancia” y hasta “La Maestra de México”. Teniendo Beatriz Gutiérrez Müeller, esa capacidad para discriminar entre lo bueno y lo malo, ¿por qué no asesora a su “pioresnada”? De vez en cuando en el opíparo desayuno que les han de servir en palacio nacional, soltarle un: “la regaste viejo…o te compones o te vas a la dormir a la tina”


DE MANTECA:  Cuando su servidor era niño, vio una película gringa que en español se llamó “Cuando el destino nos alcance”, que pintaba un futuro terrible para el planeta Tierra: la falta de alimentos para nutrir a miles de millones de seres humanos. En el filme, el héroe, representado por el actor Charlton Heston, se ubicaba en el futuro ya como una persona de edad madura y que, coincidentemente, había nacido el mismo año que yo. 



Esa película la vi a mediados de los años 60, del ya lejano siglo XX. La trama era para asustar al más pintado, pero en esos años no se hablaba tanto de la ecología y el desastre que se avecinaba. Hace un par de días, la Organización de las Naciones Unidas, determinó, para terror mío y de la humanidad, que se terminaba el “calentamiento global” para dar paso a la “ebullición global”, y si recuerdo mis clases de física, ebullición es el movimiento violento del agua u otro líquido, con producción de burbujas, como consecuencia del aumento de su temperatura o por estar sometido a fermentación o efervescencia. Algo así como el agua hervida. Dicho en cristiano, si hoy sufrimos estos apabullantes calores, lo que se viene es como una olla exprés llena de gallinas para cocer y servirlas en las gorditas de las cenadurías acaponetenses. 


Hace días, en el conversatorio que la Junta Vecinal realizó a propósito del día del árbol, hice mención que estábamos llegando “al punto de no retorno”, es decir, a una situación tal, que hagamos lo que hagamos, será demasiado tarde y no podremos revertir el daño que hemos causado a la naturaleza. No quiero pensar que esta “ebullición global” es el punto de no retorno y que aún podemos hacer algo. Plantar árboles, millones de ellos; cuidar nuestras aguas, solo el 3% del agua en el planeta es apto para consumo humano; hacer buen uso, organizado y coherente de la basura; amar al mar como si fuera uno de nuestros hijos, hoy por hoy, los océanos están devastados, y muchas veces pensamos que los que proveen el oxígeno del planeta son los árboles; sí, pero solo representan el 30%, el 70% de ese elemento lo produce el mar. 



Pensemos que los bosques cubren el 30 por ciento del total de la superficie terrestre del planeta. En 2005, la superficie cubierta de bosques no llegaba a los 4,000 millones de hectáreas, es decir, un tercio menos que antes del comienzo de la agricultura hace unos 10 mil años; sin duda el cultivo de la tierra y la ganadería son desastrosos para la deforestación. Pero, por otro lado, de ahí viene lo que comemos. ¿Qué hacer? Lo grave aquí es que la población mundial actual acaba de arribar a los 8000 millones de personas. Cuando su servilleta estaba en la primaria, los profes nos decían que éramos 7 mil millones de habitantes de esta sufrida canica azul; y pónganse a llorar: según las proyecciones, alcanzaremos los 9,000 millones para el año 2042, o sea dentro de tal solo 19 años. Cualquier cosa que podamos hacer a favor de la ecología será bienvenida. Quizá el amable lector no tenga tiempo de plantar árboles y menos ir a boicotear barcos balleneros con los ambientalistas de Greenpeace, pero si podemos apagar ese foco que se nos olvida al salir de casa o reparar esa trinche gotita de agua que suelta la válvula. Meditemos en ello antes de que la calaca tilica y flaca nos lleve a todos.