Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Dedicado a mi amigo Carlos Vaca Lara, cronista deportivo
Recientemente tuve la grata oportunidad de visitar la bella y colonial ciudad de la cantera rosa, la hermosa Morelia, capital de Michoacán y, penosamente, nuevamente me doy cuenta de lo alejados que estamos los acaponetenses de figurar como una ciudad boyante y orgullosa de lo que tiene, y es que poco a poco hemos ido dando al traste con la arquitectura típica que era emblema de los pueblos costeños del Pacífico Occidental del país y, lejos de convertirnos en centros urbanos imán para el turismo como son los pueblos mágicos como Álamos o Yécora en Sonora; Valle de Bravo, Ixtapan de la Sal o Tepotzotlán en el Estado de México; Chapala, Tequila y Mazamitla en Jalisco o aquí en el vecino Sinaloa, Cosalá y El Fuerte, todos ellos, con la proporción guardada, tan atractivos como Morelia; Acaponeta se ha venido convirtiendo en una ciudad de segunda por la falta de atención de muchos de sus pobladores que han dejado que las cosas pasen y se pierdan sin remedio, con la complacencia de los gobiernos municipales, más aún contribuyendo ambos a la desintegración de su entorno con infinidad de puestos ambulantes en las aceras de toda la población, cantidades enormes de basura que los malos ciudadanos sacan por las noches u horas antes de que pase el camión, el caos vial en la zona comercial, el desmadre del mercado "Ramón Corona", el otorgamiento de permisos de todo tipo que dañan la imagen urbana y la apatía de muchos de los que aquí habitamos.