lunes, 9 de febrero de 2015

UN PERSONAJE OLVIDADO DE NAYARIT: DON FRANCISCO PANTÉCATL

 
 Esta es la ponencia que José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo, presentó el pasado sábado 7 de febrero de 2015, en el Museo Regional de Tepic, durante la celebración del Primer Aniversario de la Gaceta Cultural de la Fundación Tepic de Nervo A.C., que preside el Sr. Antonio de Jesús Muñoz Ramírez, y cuyo presidente honorífico es el Senador Manuel Humberto Cota; así como el 98 aniversario de la erección como Estado Libre y Soberano de Nayarit.
 


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Buenas tardes a todos, es un gusto estar aquí en este añejo y remodelado recinto del Museo Regional de Nayarit, que tan bien dirige nuestro buen amigo Miguel Ángel Delgado Ruiz.
Por supuesto agradecer la invitación que tan amablemente nos hizo Antonio de Jesús Muñoz Ramírez, a cuyo frente de la Fundación Tepic de Nervo A.C., ha venido a llenar junto con su Gaceta Cultural un espacio para los historiadores, cronistas de la entidad, o todos aquellos que como bien dice el amigo Pedro Luna, “clionáuticos” que navegan por esos tenebrosos océanos de la historia.
Felicitar al Senador Manuel Humberto Cota, por participar en esta iniciativa que viaja entre los municipios, rescatando un texto, un personaje, una fotografía, una canción, un hecho que pudiera parecer intrascendente, pero que en el fondo es muy valioso.
Estos encuentros, tienen otras ventajas para los que estamos de este lado, que aparte de que pagamos para que nos alquilen, tenemos la oportunidad de compartir espacio y experiencias con estimados amigos de afinidades comunes como Pedro Luna Jiménez, gran amigo de Acaponeta y acucioso investigador de la UAN; Pablito Torres Sánchez, cronista de Ixtlán, con quien hace un par de años entablamos una relación de hermandad entre municipios que incluyó a los compañeros de la Junta Vecinal de Acaponeta A.C., con los entusiastas amigos del Ecomuseo de Ixtlán del Río, la puerta norte y la puerta sur de la entidad, de la que hemos aprendido mucho, llevando a otro gran camarada: el Antropólogo Raúl Andrés Méndez Lugo, cabeza y genio de esa novedosa iniciativa educativa que esperamos implementar en Acaponeta. Así como con el Sr. Gabriel Ángel Pérez García, historiador distinguido de El Colomo, Bahía de Banderas.
Entrando en materia, se nos ha pedido que hagamos un recuento de personajes locales, en lo que a mí toca de Acaponeta, mismos que han trascendido en la historia y han sido colaboradores directos en la construcción de los municipios y en el prestigio de su fama a 98 años de formado el Estado de Nayarit.
Acaponeta, que ha sido un municipio que ha transitado por todos los períodos históricos de la patria mexicana. Ha dado a Nayarit, y por qué no decirlo, al mundo entero, hijos que demuestran que el lugar junto al río donde el frijol se enreda a la caña también “hace aire” y que, por azares de muchas circunstancias prodigiosas y venturosas, ha sido llamada la Atenas de Nayarit, descollando en diversas áreas del arte como son la poesía, a cuyo frente el Mago de las Letras Alí Chumacero Lora, la máxima gloria del panteón acaponetense que animó a deidades menores a explorar los campos y bosques metafóricos de la musa Erato, mismos que escalaron hasta alcanzar las alturas del monte Olimpo, poético y literario: Guillermo “Memo” Llanos Delgado, Héctor Gamboa Quintero, fiel escudero de Alí; Ana María Gutiérrez de Rentería, Abigail Villalobos Quintero, el cronista Néstor Chávez Gradilla, Don Pedro López Díaz, Roberto Delgadillo Gutiérrez y muchos otros que han engrosado la bibliografía de la también llamada Ciudad de las Gardenias.
En la música destacan los apasionados y vanguardistas Genaro y Cecilio “Chilo” Morán, el percusionista de renombre internacional Felipe Espinosa Gallardo “Tanaka”, el compositor de bellas joyas locales Prof. Inocente Díaz Herrera, la maestra de pianistas Agapita Jordán Gama, la también pianista Yolanda Alduenda, mencionando con justicia a su señor padre Francisco Ricardo Alduenda, fundador de un tradicional y recordado quinteto; el popular Aurelio “Calandrio” Rodríguez Sarmiento y muchos más de apelativos como Segovia, los propios Rodríguez, Orante, etc. que hicieron del oficio filarmónico una suerte de dinastía que aún subsiste y que pasa de padres a hijos. Y hasta tengo la teoría de que Pedro Infante fue procreado en Acaponeta, ya que siendo hijo del acaponetense Delfino Infante, también músico, salió a una gira de trabajo y se llevó a su esposa quien finalmente dio a luz en Mazatlán al que sería ídolo nacional y que, sin lugar a dudas, fue procreado en Acaponeta, alguna calurosa noche de pasión.
Vladimir Cora, Nicolás Contreras Sánchez, Néstor “Tito” Chávez Pérez, Abraham Chávez Muñiz, Juan Carlos Parra y otros que también han brillado en el firmamento artístico de la plástica de Acaponeta, no pueden dejar de mencionarse en esta sucinta relación.
En la parte histórica los nombres del General Juventino Espinosa Sánchez, hoy compartido con Tecuala, Martín, Pedro e Isaac Espinosa, revolucionarios valientes y protagónicos; por supuesto el constituyente Juan Espinosa Bávara; el guerrillero cristero Porfirio “El Pillaco” Mayorquín, como muchos otros de su tipo satanizado y relegado de los primeros planos de la crónica oficial, obligadamente deben estar en la memorias de la otrora ciudad de los pianos.
Y hasta atreviéndonos un poco, añadiríamos a esta fugaz relación los nombre del sinaloense Rafael Buelna Tenorio y el jalisciense Ramón Corona Madrigal, que si bien son hijos muy notables de otros entrañables parajes nacionales y distintos momentos históricos, por su estancia y presencia auténtica en Acaponeta, siempre serán recordados.
Sin embargo, hay personajes muy olvidados y en ocasiones hasta desconocidos para la mayoría de los habitantes de este sector norte de la entidad, nombres como Xonácatl Tayorith, Corinca o Francisco Pantécatl, merecen un lugar especial en la historia regional o local.
Me referiré particularmente a Don Francisco Pantécatl Otiplan, quizá uno de los primeros historiadores del México conquistado y abatido por las huestes europeas, que a sangre y fuego, sometieron y vejaron a los desgraciados habitantes de aquel entonces y que, en memoriales que después pasaron a sus hijos y descendientes, habrían de llegar más de 100 años más tarde a manos de otro personaje importantísimo en la crónica nayarita y en general de la historia nacional, Fray Antonio Tello, autor de una relación de hechos que tituló “Crónica Miscelánea de la Sancta Provincia de Xalisco” misma que se compendia en seis libros, uno de los cuales lamentablemente se perdió, y cuyo trabajo fue realizado entre 1638 y 1653, ya casi al final de su vida. Sin embargo hay que hacer notar, como es lógico por la antigüedad de los hechos y las labores que llevaba a cabo este personaje, que algunos autores cuestionan la veracidad de lo que el sacerdote metido a historiador afirma, principalmente porque constantemente confunde fechas, nombres y lugares; o bien porque visto desde un punto más objetivo y formal, hay situaciones y momentos que de ninguna manera pudieron haber ocurrido y hasta algunos se atreven a afirmar que el buen Fray Antonio Tello inventa la información; a pesar de ello, ahora sabemos también que el cronista del siglo XVII llevó a cabo una muy amplia consulta de fuentes escritas de muy distintas procedencias, como son las que provienen de la propia iglesia católica: bulas papales o disposiciones de los obispos; o aquellos datos emanados de cédulas reales, cartas de los virreyes, instrucciones del gobierno de Nueva Galicia o bien los autos del cabildo de Guadalajara; e incluso trabajo de campo visitando decenas de lugares llegando a obtener información hasta de epitafios inscritos en las tumbas de algunos personajes que aparecerían posteriormente en su muy consultada obra.
 
Así pues, regala Tello un lugar especial a Pantécatl tomando sus escritos y dándoles validez y aunque expresa alguna vez que las crónicas indígenas son regularmente patrañas, de alguna manera, tal vez de manera muy velada, avala lo narrado por el acaponetense y termina haciéndolo importante punto de referencia histórica y además, haciendo un trabajo de comparación, pone frente a frente lo dicho por el indígena de Acaponeta contra lo que narraron otros indios del México de ayer y reafirma los datos del también cacique de Tzapotzingo e hijo del gran Hueytlahtoani Don Xonácatl Tayorith, magnánimo señor y cacique de Aztatlán o Aztlán y los pueblos sujetos, acaponetense pues.
Pantécatl, hace uso de lo que hoy llamamos tradición oral, es decir, recoge lo que oyó decir o narrar a sus antepasados, personas mayores de su familia y de los pobladores de esa zona. Tan importante son los memoriales de este personaje, que narra en su relación de hechos sobre el tránsito de las familias mexicanas que llevaban en andas a su dios Huitzipochtli, calificando Tello de muy verosímil esas acciones, y su supuesta salida de Chicomaxtoc, el mítico lugar de las siete cuevas, para ir asentándose o tocando puntos de población importantes como Tzinaloa, Petlatán, Culiacán, Chiametla, Tzenticpac, Jalisco, Valle de Banderas, Aguacatlán, Tzacoalco, Coculam, Etzatlán, Tequila, Iztlán, Ocotlán, Atemajac, Tonalá, Cuitzeo, muchos de ellos hoy históricos, cercanos y queridos pueblos de nuestra querencia y sentimiento.
Por supuesto, el indio Pantécatl, más tarde bautizado como Francisco, sufre en carne propia el trato inhumano de los españoles. No acatando las órdenes del sátrapa Nuño de Guzmán, quien lo requirió en Tepic y le pidió le llevase indios para construir una casa, Pantécatl se recogió en Tzapotzinco, hasta donde mandó por él el conquistador hispano para torturarlo y mantenerlo preso en un cepo por espacio de dos meses.
Hay también y es menester mencionarlo, algunas voces que dicen que es probable que Pantécatl no existió, pero bien dice la historiadora Rosa H. Yáñez Rosales, Doctora en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora e investigadora del Departamento de Estudios Mesoamericanos y Mexicanos de la Universidad de Guadalajara, a la que cito: “En el nivel textual, si bien Tello no es sistemático para citar las obras incluidas en su “Crónicas”, hay suficientes evidencias para afirmar que efectivamente consultó un texto [el de Pantecatl]. Las expresiones “dice que”, “que llama” remiten a otra fuente.”
Sin duda, fue una suerte para Fray Antonio Tello dar con estos importantes textos informativos nativos, que aportaron valiosos datos recogidos de la tradición oral sobre los grupos indígenas de la enorme región que dominaba la zona, su tradición religiosa y por supuesto, la lengua con la que se comunicaban.
No dudo, y seguramente demostraré mi supina ignorancia sobre el particular, que el acaponetense Pantécatl, es uno de los primeros historiadores indígenas de lo que hoy llamamos México, pues si consideramos a los documentos de inapreciable valor humano para conocer el completo significado de lo que fue la Conquista son los textos en lengua mexicana, como el llamado Códice de Aubin o el Manuscrito de Tlatelolco, que, a más de ser un punto de partida para comparar los hechos que ahí se mencionan nos dan cuenta de lo que Miguel León Portilla llamó, la visión de los vencidos, que comenta el historiador y bibliógrafo Roberto Moreno de los Arcos: “es una nueva forma de historiografía cuyo propósito central es mostrar "la perspectiva y la imagen del otro".
Dentro de Mesoamérica, son las culturas maya y náhuatl las que ofrecen el más amplio testimonio indígena de la Conquista. Ambas fueron culturas con historia, escritura y transmisión oral. Una breve mención del interés que tenían por la historia esos pueblos indígenas, pondrá de manifiesto el porqué de su empeño por conservar su propia visión de la Conquista.
Ahora valoramos en toda su extensión la información que nos dejan por ejemplo las estelas mayas y otros monumentos conmemorativos de ese pueblo y de los nahuas, los códices históricos, los "libros de años", del mundo náhuatl prehispánico, redactados a base de una escritura principalmente ideográfica e incipientemente fonética, dan testimonio del gran interés que tenían por preservar el recuerdo de los hechos pasados de alguna importancia.
Complemento de lo anterior eran los textos fielmente memorizados en sus centros prehispánicos de educación, donde se enseñaban a los estudiantes, además de otras cosas, las viejas historias acerca de cuanto había sucedido, año por año, tal como se consignaba en sus códices y que de manera oral pasaba de una generación a otra.
No exagero al decir que la figura de Pantécatl, y conste que a propósito de manera parcial no diré “toda proporción guardada” es el historiador nayarita que tiene paralelismo con aquellos famosos  Fernando de Alvarado Tezozómoc y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl que fijan en sus textos, con la vehemencia del vencido, los horrores de una hora aciaga y hacen una intensa y angustiada exposición de la causa que perdieron. Sirvieron estos escritos también como base para que historiadores de ascendencia indígena consagraran su esfuerzo a dar a conocer en lengua española la historia de sus antepasados.
Es Francisco Pantécatl pues, un personaje que debe ser rescatado de la bruma de la historia y dado a conocer a los acaponetenses y nayaritas de hoy para orgullo de ellos mismos.
Servirá esta escueta e incompleta ponencia de pretexto para sugerir a la autoridad cultural de la Atenas Nayarita, para que su nombre quede inscrito en la Galería de Personajes Ilustres de Acaponeta.
Muchas gracias.