martes, 10 de mayo de 2022

PORQUÉ NO, EL PERDÓN DE ESPAÑA



Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Cuando su servidor estaba en cuarto o quinto de primaria (tiempos prehistóricos), una maestra, que por cierto no era la que nos daba historia sino la de inglés, nos ofrecía constantemente su sentir y no tenía rubor al poner a los españoles como palo de gallinero. La mujer, con mucho sentimiento de odio y poco raciocinio, de "malditos gachupines" no bajaba a los hispanos. Nos decía, siempre muy exhaltada que ellos, los europeos "nos habían" quitado la libertad, que se llevaron "nuestro" oro y plata; que destruyeron "nuestras" ciudades y pueblos; y en el colmo del paroxismo antihispano, casi nos gritaba que los odiados "gachupines" "nos arrebataron" la lengua y la religión.

Niños de diez u once años, todo eso nos tragábamos e inconsciente e inocentemente odiábamos a los "gachupines" que "nos habían" causado tanto daño. Más o menos este es el pensamiento que asalta la razón de nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador, quien, se coloca la toga de historiador y ofrece al "pueblo sabio y bueno" (como a nosotros niños de cuarto año), su muy personal interpretación de la historia nacional. No esperaba yo de la cuarta transformación, que se manipulara la historia como hicieron los priista y panistas en su momento.



Al terminar la primaria, allá en la zona conurbada del entonces Distrito Federal, nunca más volví a ver a mi maestra. Es una lástima que ni siquiera recuerdo su nombre. Pero hoy le diría que estaba equivocada porque aquellos conceptos de "nos habían quitado", "nos robaron", "destruyeron nuestros...", "perdimos la religión y la lengua", no se ajustan a la realidad...simple y llanamente porque "no éramos". No existíamos los mexicanos como hoy nos concebimos.



Si bien es cierto que los españoles causaron graves daños a los pobladores de estas tierras porque en efecto, los saquearon, les robaron su patrimonio y tranquilidad, les violaron a sus mujeres, destruyeron sus pueblos con su arquitectura, templos, adoratorios, teocallis, viviendas; les arrebataron sus tierras; les cambiaron su religión, lengua y hasta su nombre. Y quizá lo peor, trajeron enfermedades exóticas en estas tierras que causaron significativa mortandad. Los hispanos se llevaron al nuevo mundo: oro, plata, joyas, jade, animales, alimentos y condimentos maravillosos y muchas otras grandes riquezas; a cambio dejaron esclavitud, dolor y mucho odio que permaneció oculto por 300 largos años. Pero todo eso y mucho más, no nos lo quitaron a "nosotros", porque no éramos mexicanos todavía.



Hoy, 500 años después, a los habitantes de estas tierras que llamamos México, les corre por sus venas sangre europea y sangre indígena, somos (ahora sí, "somos") el producto de la mezcla de esos dos pueblos. Mestizos, mitad blancos, mitad cobrizos; dijera aquel escritor: "Aquí todos somos café con leche, unos con más café, otros con más leche, pero los ingredientes son siempre los mismos: Europa, América, Africa". Cosa que, por ejemplo, no sucedió en Estados Unidos a donde llegaron los ingleses y no se mezclaron con las comunidades indias de esos extensos territorios; ahí no hubo mestizaje, solo genocidio.


Mi maestra por supuesto, no adoraba a Huitzilopochtli, ni hablaba náhuatl o maya. Nada le quitaron. Ella y AMLO tienen la peregrina idea de que los aztecas, más correctamente mexicas, ya éramos "nosotros". Y no, ellos eran tan solo uno de muchos pueblos originarios que poblaban no solo Mesoamérica, sino todo el continente que hoy lleva el nombre de Américo Vespucio. Además hay que decirlo con fue: los mexicas eran odiados por los pueblos vecinos, los cuales eran obligados a pagar fuertes tributos y aportar seres humanos para los sacrificios rituales. La prueba es que los tlaxcaltecas no dudaron en unirse a los peninsulares en contra de Tenochtitlan, la cual cayó en 1521 iniciando una nueva etapa en la crónica de aquellos desdichados pueblos.



Es maniquea la idea de que los españoles eran todo lo malo y los indígenas todo lo bueno. Lo que no contemplan mi profesora y mi presidente, es que al mismo tiempo iba creciendo el mestizaje del cual hoy provenimos todos, conformando, ahora sí, al mexicano.

La idea de pedirle al actual rey de España que nos pida perdón, es tan ridícula como solicitarle a Tlaxcala que cada mes en una ceremonia especial, también nos pidan absolución y clemencia al haber "traicionado a la patria" por aliarse a los hispanos. ¿Verdad que no?



Me opongo a este inane afán de reescribir la historia con los ojos, perspectivas y valores del siglo XXI. Este revisionismo que tira de sus pedestales las estatuas de Colón, es tan absurdo como el revisionismo nazi que pretende hacer creer al mundo que no existió el holocausto judío durante la segunda guerra mundial. Las acciones  fútiles e insustanciales de cambiar el nombres de las calles de personajes hispanos como "Puente de Alvarado" para "rebautizarla" como "México-Tenochtitlan" es un acto de la más grotesta y mezquina demagogia.

Recuerden mi maestra y mi "cabecita de puro apagado", que en esa época estaban en plena edad media. Que no se rebajen a tal nivel.