Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
No me gusta mucho hablar de mi propia persona y menos cuando se trata de presumir mi calidad de casi héroe, pero así se dieron las cosas...
Allá por el mes de noviembre de 2015, durante el gobierno del amigo Malaquías Aguiar Flores, en el cual su servidor trabajó como Director de Comunicación Social, estaban por concluir los trabajos de la nueva plaza municipal "Miguel Hidalgo".
Casualmente venía yo caminando por la calle "Juan Espinosa Bávara", ya a unos pasos del costado poniente de la mencionada plaza. Noté que un muro, bastante grande tapaba la vista del kiosco y del Templo de Nuestra Señora de la Asunción, lo cual me pareció mal.
Llegué hasta ese punto y pregunté a los albañiles que cuál uso tendría ese murete que afectaba feamente la imagen bella de nuestra orgullosa plaza y me respondieron que era para colocar ahí la placa "conmemorativa" de quién había construido la plaza, es decir, del gobierno de Roberto Sandoval, por cierto hoy guardadito en "chirona", lo cual me pareció ridículo, pues una placa de estas no valía ni un ápice la vista que este adefesio ocultaba.
Más rápido que ipso facto, fui con el entonces director de planeación o Coplademun, Ing. Josué Salvador Sánchez Rodríguez, a quien la platiqué el desaguisado. Para mi fortuna y para la de Acaponeta, el Ing. Josué Sánchez, ha sido siempre una persona que sabe del tema de la imagen urbana de nuestro pueblo, de la importancia del centro histórico, y cuando ha sido funcionario se ha desenvuelto con honestidad y responsabilidad en ese tema, por lo que de inmediato se comunicó con el contratista para manifestarle nuestra preocupación por el murete ahí inoportunamente erigido.
Por supuesto el contratista lo ve desde el punto de vista de pérdida-ganancia, y le importa un pito si la barda en cuestión tapa la iglesia o de plano al universo entero. Obvio, se negó a derruirlo. Hay que decirlo como es, el héroe aquí fue Josué, que no dejó de insistir y a lo más que accedió el contratista fue a prometernos que lo consultaría con "los de arriba".
Eso me recordó aquel sensacional programa que fue "El Club del Hogar" con Danielito Pérez Arcaráz y Francisco Fuentes "Madaleno", porque cuando "Mada" siempre travieso decía algo que comprometía a Telesistema Mexicano, como antes de llamaba Televisa, le decía "Don Dañel" que se iban a enojar los del "cuartito", señalando con el índice hacía arriba donde estaba la oficina del jefazo Azcárraga.
Para no hacer largo el cuento, al día siguiente el contratista nos dijo que definitivamente no se quitaría el muro, y prácticamente nos escupió un prosaico: ¡háganle como quieran! La verdad es que no me pude aguantar y le expresé mi molestia, le dije que para ellos que vienen de fuera, les da lo mismo si se afecta algo tan sentido para los pobladores del lugar. Le dejé en claro que ellos se iban a hacer lo mismo a otro lugar, que nosotros nos quedábamos en nuestra casa, a la cual ellos, sin consciencia afeaban y dañaban. Le manifesté al contratista que el Templo de la Asunción, que se perdía a causa del mentado paredón, no era solo un pinchurriento edificio que no vale la pena apreciar, que era un monumento histórico apreciado no solo por la feligresía católica, sino por todos por su historia, belleza y antigüedad. Que lo mismo sucedía con el kiosco que fue adquirido con mucho esfuerzo por la ciudadanía acaponetense de principios del siglo XX, y que muchos de los promotores eran parientes de los que ahí vivíamos, uno de ellos mi bisabuelo. Que el maldito muro solo iba a tener la inútil, vana e improductiva función de contener el nombre del gobernador del estado, por cierto hoy sufriendo calores en el tambo supuestamente por rata y a nosotros nos opacaba la tradición, historia y patrimonio, sin contar los millones de recuerdos de una infancia vivida alrededor del kiosco, una juventud maravillosa con los paseos dominicales a la plaza o todo lo que sucedido a lo largo de los siglos en el interior del templo de nuestra patrona, la Señora de la Asunción.
Por supuesto, el tipo solo se me quedaba viendo como diciendo: "¿qué diablos dirá este cabrón?"...parpadeaba nervioso y en ratos asentía. Final de la historia...este señor de nueva cuenta fue a hablar con "los de arriba" y al día siguiente tumbaron el muro ante el regocijo del Ing. Josué Sánchez y de su servilleta.
Por último decir, que el muro se reubicó, de mucho menor tamaño a un costado del otro murete que sostiene las cuestiones eléctricas de la plaza y frente a los taxistas del "Sitio Hidalgo", donde se hace viejo, está manchado de excremento de zanates y, según la leyenda, nos recuerda que fue construido por el presidente de los Estados Unidos Mexicanos y el gobernador del estado, por cierto hoy pintando rayitas en las paredes de su "cómoda" celda que lo tiene en jaque (ninguno de los dos nombres aparecen, ni el del copetudo Peña, ni el del "gorramiada" Sandoval) y remata: "En el marco de los compromisos del Gobierno de la Gente que contribuye a construir un México próspero".
Me quedo pensando que muchas veces, estas prepotentes personas que vienen de fuera a nuestros amados pueblitos, llegan con la idea de que ellos son Hernán Cortés y nosotros los indios a los que hay que conquistar. Pues aquí no nos dejamos y tuvieron su "noche triste" y se tumbó el horrible muro.