Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
DE
CHILE: “Haiga sido como
haiga sido”, no hay una sola justificación por lo que hizo el presidente de
Ecuador Daniel Noboa, al enviar a sus esbirros a asaltar la embajada de México
en Quito para sacar de ahí al protegido por México, el ex vicepresidente Jorge
Glas, acusado de peculado por mal uso de los recursos públicos y por las
extorsiones de Odebrecht, pulpo chupeteador —como decía el genial Jesús
Martínez “Palillo”— que metió mano
llena de billetes a casi todos los países de América Latina, incluyendo por supuesto a México. De este modo, Glas
es señalado por asociación ilícita y cohecho agravado, así que el tipo, muy
cercano al ex presidente Rafael Correa, no es ningún angelito, de hecho, ya
estuvo tras las rejas cuatro años y medio, pero salió por una hábil maniobra
legal y fue cuando pidió asilo a la embajada mexicana.
Por supuesto, la bronca con Ecuador, no comenzó con los policías ecuatorianos saltando las bardas de la embajada mexicana, comenzó con las siempre torpes declaraciones de AMLO, que, en ratos sintiéndose el “Chupermán” de los países del tercer mundo, con los obvios aplausos y porras de sus “favoritos”: los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua; se metió hablando de personajes ecuatorianos involucrados en procesos electorales. El señor López, se exalta y encabrita cuando algún extranjero opina sobre lo que sucede dentro de nuestra nación, grita violaciones a la soberanía y que se meten donde no les importa, pero lo de él, es distinto, López es el dueño del pandero y puede hacer o deshacer a su antojo.
Lo peor, es que, otro de los graves pendientes que va a dejar el macuspano cuando abandone el poder, es la materia de política exterior y el servicio diplomático mexicano, que alguna vez tuvo un gran prestigio y que ahora, AMLO, en su necedad —una más— de encerrarse en su burbuja y en su aldea minúscula, deja esa imagen, ante la comunidad internacional, por los suelos.
Un ejemplo claro es esto del asilo político que en el pasado dieron nombre y honor a la República Mexicana, ya que aquí se exiliaron valiosos personajes que vinieron a integrarse a la identidad del país, como fueron los artistas, literatos y científicos españoles que huían del fascismo del asesino Francisco Franco, entre otros: el historiador Pedro Bosch Gimpera, el oftalmólogo Manuel Márquez Rodríguez; el poeta y diplomático Enrique Díez-Canedo, Joaquín Xirau, pedagogo; el filósofo José Gaos; el economista Antonio Sacristán, los escritores Max Aub y León Felipe, entre otros muchos. Inolvidables los Niños de Morelia. Esa tradición de dar asilo a gente de calidad como Tina Modotti, la genial fotógrafa; o bien Remedios Varo, en la plástica; el ruso político-intelectual enemigo acérrimo de Stalin, León Trotsky, asesinado en Coyoacán y hasta Fidel Castro que por estos rumbos inició el asalto a la isla. Sin olvidar a la familia del también masacrado Salvador Allende, presidente de Chile.
México no debe dar asilo a
rufianes, a ladrones o gente del crimen organizado. Pero lo dicho, eso no es
justificación para lo que hizo el gobierno ecuatoriano.
DE DULCE: El culto a la personalidad no es de hoy, ni se inauguró con López Obrador, ha existido desde el momento mismo en que apareció el primer gobernante. En los tiempos modernos han existido verdaderas y hasta criminales aberraciones de elevar a dimensiones casi religiosas o sagradas las figuras de líderes carismáticos o no, en la sociedad o la política, entre otros: Hitler, Stalin y todos los mandamases soviéticos, incluyendo al loco Putin de hoy; Mao, Mussolini, Ceausescu y Fidel Castro. La lista es larga y se remonta al más lejano pasado como el de los faraones, que eran catalogados como dioses, y luego los emperadores romanos, los hueytlatoanis mexicas, como nuestro Moctezuma, al que ni siquiera se le podía ver a los ojos.
Decía, con mucha razón, la filósofa alemana Hannah Arendt lo siguiente: “El sujeto ideal para un gobierno totalitario no es el nazi convencido, ni el comunista convencido, sino el individuo para quien la distinción entre hechos y ficción, y la distinción entre lo verdadero y lo falso, han dejado de existir”. Y este mal, lo venimos padeciendo en este pobre país llamado México.
En la tierra del nopal y la
tuna, siempre se ha dado con profusión, la lambisconería y lamerle los zapatos
al poderoso, principalmente al presidente de la república. Recuerden aquello
de: “—¿qué hora es? —la que usted diga
señor presidente”. Se ha llegado a los extremos, como cuando un lambiscón
decidió que sería bueno sepultar la pierna del presidente Antonio López de
Santa Anna, que perdió en batalla, con honores militares y en un sepulcro digno
y oneroso.
Un par de siglos después, siguen lamiéndole las botas al dueño de palacio nacional: desde un impresentable Lord Molécula hasta una inexplicable Layda Sansores. La última de un conocido lacayo nuestro, el dilecto gobernador de Sinaloa Rubén Rocha Moya, quien expresó sin empacho que: “las obras realizadas por la 4T, van a quedar para la perpetuidad y son equiparables a las realizadas por las culturas griegas y romanas” … ¡Atención maestros de escuela, hay que meter entre las siete maravillas del mundo a la farmaciototota o al tren maya!
“El general Quintanilla hace poco más de un año era jefe de la
importante plaza de Toluca, Capital del Estado de México. Allí mandaba y dueño
era de vidas y haciendas cuando le comunicaron que, en El Oro, importante
mineral que se encuentra a unas horas de Toluca, estaban los carrancistas.
Ordenó el general Quintanilla que sus huestes se alistaran para la lucha. Los
cañones Saint Chaumont de que estaba
provista su fuerza y que no servían sino para disparar cartuchos de salva, pues
no conocían los zapatistas su manejo ni tenían proyectiles, se embarcaron y
avanzó a recuperar la ciudad ocupada por los carrancistas.
Frente
a la población, antes de estar a tiro, reunió a sus soldados y les lanzó una
arenga en estos o parecidos términos: —Muchachos: estamos en las afueras de El
Oro y vamos a ocuparlo a sangre y «juego». Ya saben ustedes que en El Oro hay
mucha plata y que las minas las vamos a trabajar nosotros para hacernos fondos
para la revolución y mandarle dinero a mi general Zapata. Háganse leones
muchachos, háganse leones. Es lo que pide su general. Háganse leones y... ¡adentro...!
Los soldados al escuchar esta arenga avanzaron; pero a unos cuantos metros empezaron a recibir el fuego del enemigo. El general Quintanilla se volvió a su asistente y le dijo: —Vamos a ver, muchacho; no nos engañen las apreciaciones distantes; dame los «brújulos» (así llamaba el general a los gemelos magníficos que su asistente había adquirido en la toma de cualquier plaza o ciudad). Provisto de los anteojos de campaña, el general Quintanilla se detuvo a observar. Sus hombres lo observaban deseosos de que él les explicara a qué se debía que los recibieran a tiros.
Después de unos diez minutos de estar observando el general creyó que la marca
que tenían los anteojos en el aro que sostiene los cristales, era un apunte del
número de hombres que estaban posesionados de la plaza. Alarmado, pues la marca
era 14 007, se volvió a sus hombres y al tiempo que se lanzaba en veloz carrera
para ausentarse del peligro, exclamó: —Muchachos: son catorce mil siete los
carranclanes; lo acabo de descubrir con mis «brújulos». ¡Vámonos... vuélvanse liebres...!”
Así como esta anécdota
revolucionaria del atribulado General Quintanilla, se me figura la campaña de
Xóchitl Gálvez, llena de errores, dichos desafortunados, regadas de tepache
mayúsculas y en general una ñoñez que pesará el próximo 2 de junio. Ahora, su
peor enemigo es el tiempo, pues a tan solo siete semanas, se ve muy difícil que
esto levante y que ella salga de su espanto y pánico escénico. Veremos.