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Viste y camina como un presidente, con trajes a la medida y pasos decididos y enérgicos. Es recibido como un presidente por los gobernadores y el Secretario de Defensa lo pasea en un jeep de pie, como a un presidente. De cierto, en el noticiario nocturno de Televisa, sus actos de gobierno (cortar listones, dar discursos, pasearse entre multitudes que lo aplauden), ocupan cada noche más tiempo que los del presidente en funciones. Y su boda de hace unos domingos con la primorosa Gaviota, es un asunto que se trata con el recato, y sin embargo la difusión masiva, que ameritaría la boda de un presidente de la República. Tratándose de Enrique Peña Nieto, conviene recordar el cuento de Mario Benedetti llamado La Expresión, y que acá parafraseo al vuelo.
El pianista consagrado entra al escenario en un frac y con un porte de pianista consagrado. Con ambas manos vuela hacia atrás las colas del frac, toma asiento ante el teclado, se calienta los dedos sobándolos entre sí, y entonces alza las manos en un gesto dramático para luego irlas bajando hasta posarlas en sus rodillas.
¿No sabe tocar el piano? ¿Nunca lo supo o piensa que no es ya indispensable? Nadie lo sabe, ni siquiera él mismo.
Pero sus hombros agachados, las sacudidas de su melena, sus ojos en éxtasis, dan cuenta de las maravillosas frases musicales que debieran estarse escuchando, y el público contiene la respiración ante un concierto inaudible, pero de seguro inolvidable.
Seamos francos: ¿qué ha hecho el gobernador Peña Nieto en su estado para ameritar ser el puntero indiscutible en la contienda por la presidencia de la República?