Antonio Franquez Villaseñor |
Antonio Franquez Villaseñor.
Desde 1985, aproximadamente, cuando llegué a esta ciudad de Acaponeta, fui testigo de la gran bonanza que se reflejaba en la economía de esta región, sin duda, esta situación era consecuencia de las buenas cosechas que levantaban nuestros hermanos campesinos. Ese fue el panorama que me encontré al arribar a este noble pueblo.
Sin embargo, hoy me doy cuenta con tristeza, que muchas de esas tierras se encuentran abandonadas. Y en mi humilde opinión considero que esto se debe a que ya no son redituables por los altos costos de los insumos, es decir, fertilizantes y semillas son de baja calidad. Pero sus costos son tan elevados que resultan prácticamente inalcanzables para el hombre del campo, quien de esta manera enfrenta grandes dificultades para hacer producir la tierra.
Ante este deplorable horizonte que se puede ver en el agro mexicano, pienso que es necesario prestarle la atención debida, buscar los mecanismos adecuados para fomentar el desarrollo y crecimiento de la región norte.