Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
DE
CHILE: Me queda claro que a la familia López Obrador, allá en
Macuspana, municipio de Tabasco, los señores Don Andrés López Ramón y Doña
Manuela Obrador González, padres de los chiquillos Andrés Manuel, Candelaria
Beatriz, José Ramiro, Pedro Arturo, Martín Jesús y Pío Lorenzo nunca supieron
de ética y valores, y hoy, muchos años después, sus acciones de adulto los
retratan de cuerpo entero…Ni hablar del presidente con sus escasos aciertos y
sus muchos yerros que no reconoce bajo ningún concepto. Más bien me voy a
referir a Pío Lorenzo, a quien todos vimos en un video recibiendo billetes
dentro de los clásicos sobres amarillos de manos de David León, ex funcionario
de la 4T, que, según se dice, alcanzó la cifra maravillosa de un millón 400 mil
bilimbiques para la fundación de Morena…
Pío, que de vergüenza no tiene un pelo, demandó al periodista Carlos Loret de Mola, quien “se atrevió” a publicar el video en el portal Latinus —repito, donde todos vimos a Don Pío recibiendo la papeliza, cosa que por cierto el “interfeuto” no niega, lo acepta como si le hubieran entregado un platito de capirotada—, por la nada despreciable cantidad de 200 millones de bilimbiques, por parte de Loret y otros 200 millones de panchólares por Latinus, quesque por daño moral y la posibilidad de no poder hacer negocios porque ya nadie confía en su "probada" honestidad.
Pobrecito Pío, me da no sé qué pensar que va a tener que
recurrir a un psicólogo para que le regrese la cordura y no caiga en terrible
depresión, postrante abatimiento, feroz decaimiento, apabullante desaliento,
recurrente desánimo, triste melancolía y patológica postración. Alega Pío —y
eso que no es pollo, más bien gavilán— que puede ser que quedé en tal situación
que no reciba ingresos y quedé muy próximo a la indigencia. Eso sí, el brodie
del presidente, llegó a carearse en el juicio contra Carlos Loret y se retiró
en un hiperlujoso auto marca Mercedes Benz, modelo GLA que tiene el precio de
lista de un millón 500 mil pesos, de esos que caben en sobre amarillos para “fomentar” la grilla.
A pesar de todo lo que dice y lo que prometió en campaña el presidente López Obrador, Don Pío y su otro “carnaval” Martinazo, de iguales mañas, nos recuerdan mucho a otros hermanos incómodos como aquel malhadado Maximino Ávila Camacho, hermano de Manuel, también mandatario federal; o bien, Doña Margarita, carnalita de otro López, este Portillo y Pacheco; o, el inefable Raulito, carnal de Carlitos Salinas de Gortari…tal para cual.
Asimismo, versé sobre la “historia oficial”, esa que construyen los gobiernos —los triunfadores son los que hacen la historia— a conveniencia y para adornar el discurso y sus acciones. Esto, muy común en el actual gobierno federal, no es solo de su propiedad, todos los sexenios vemos lo mismo y sucede también en el resto de los países del mundo.
Soy de la generación de finales de los 50 del ya lejano siglo XX. Así que, cuando estuve en la primaria, no puedo decir que nos enseñaban historia, más bien nos adoctrinaban con el pretexto de la enseñanza. Los personajes de la historia fueron desprovistos de su condición de humanos y los convirtieron en superhéroes, casi con capa y con los calzones arriba de los pantalones como Chupermán, se volvieron intocables. Nos educaban con aquellos libros de textos gratuitos, como los de hoy hechos a modo, las efemérides de los lunes en los honores a la bandera o los actos cívicos, así como aquella infumable “Hora Nacional” que encadenaba los domingos por la noche a todas las estaciones de radio donde regularmente nos ensartaban algún pasaje histórico con esa premisa: fabricar superhéroes.
Recuerdo una maestra, cuando yo estaba en quinto o sexto año de primaria, que aborrecía con odio jarocho a los españoles y se quejaba amargamente de que los europeos nos habían quitado nuestra cultura, que nos arrebataron la lengua, la religión y nuestras ciudades. De “pinches gachupines” no los bajaba. Uno como niño, que veía al maestro como el ente superior que todo lo sabe, nada decíamos, ni elementos para refutar esos decires teníamos.
Hoy le diría a mi querida preceptora: ¿nos quitaron? ¿nos robaron? ¿la maestra hablaba náhuatl o adoraba a Huitzilopochtli, aun con la virgen de Guadalupe colgándole en el cuello? Noooo, ni siquiera éramos, los mexicanos no existíamos. Pero así era la historia que nos endilgaban y nos narraban cuentos extraordinarios como la del Pípila y cosas “piores” como el descubrimiento de los restos de Cuauhtémoc. Hoy, no mejoraron las cosas, AMLO y su guiñol Sheinbaum, tumbaron de su pedestal en el paseo de la Reforma a Colón y quisieron darnos a entender que todos los mexicanos éramos aztecas. ¡Vaya pues!
DE
MANTECA: Entró marzo y con el primer minuto del día
primero de ese mes, arrancaron las “esperadas”
campañas electorales con mil frentes a lo largo y ancho de la geografía
nacional. A nivel federal y buscando ser poseedores de la “Silla del Águila”, tenemos a tres valientes o, más bien dos —ambas
mujeres— y un arrimado. Claudia Sheinbaum, por el partido oficialista Morena y
sus rémoras, el PT y el Partido Verde; Xóchitl Gálvez, por la alianza imposible-posible,
PRI-PAN-PRD y por Movimiento Ciudadano, un destacado desconocido: Jorge Álvarez
Máynez.
Si esto fuera una bronca sobre
el ring, diría que el primer round, se lo llevó Xóchitl Gálvez, quien tuvo a
bien arrancar en la ciudad considerada la más violenta del mundo: Fresnillo,
Zacatecas, privilegiando el tema de la inseguridad por encima de reunir grandes
cantidades de personas a su mitin. De hecho, la gente en esa terrorífica ciudad
zacatecana, los pobladores tuvieron miedo de salir a recibir a la candidata de
la “derecha conservadora” (según AMLO). Nada tonta, el discurso de Xóchitl,
versó sobre ese tema y le dio palo a los de la casa de enfrente que niegan que
el país tenga problemas de seguridad.
Por el contrario, la
Sheinbaum, optó por seguir la línea de su creador y quiso demostrar con un
zócalo de la Ciudad de México, lleno hasta las cachas de acarreados, que ella
tiene el poder y músculo suficiente para vencer al más pintado. Lo malo, según
yo, es que su discurso, fue una mala copia de cualquier mañanera de su creador,
hasta gritó a los cuatro vientos, que daría continuidad al “legado del presidente López Obrador”.
¿En serio? Veremos.
Lo único cierto es que nos
esperan 90 largos días de millones de spots en radio, televisión y redes
sociales; discursos al por mayor, promesas que no se habrán de cumplir,
proyectos irrealizables, guerra sucia en todos los frentes, divertidos debates
llenos de chismes y sombrerazos y por supuesto, un oneroso dispendio de dineros
públicos que mejor servirían en hospitales, escuelas o universidades. ¡Qué Dios
nos coja confesados! —bueno, nos agarre—.