Urge combatir la prostitución infantil
Por: Juan Fregoso.
El tema de la prostitución no es nada nuevo y desde esta perspectiva pareciera no ser noticia de interés general, sin embargo lo que nos llama la atención es la proliferación de muchas jovencitas que apenas rondan entre los 13 y 14 años de edad que se dedican al comercio carnal por unos cuantos pesos y a veces hasta por un regalo insignificante; sus favores los ofrecen especialmente a hombres maduros, entre los 60 a 70 años.
Me das una nieve, me das cien pesos para que esta noche no duermas solito, le dijeron dos chamaquitas a las que apenas se le apreciaban sus incipientes senos, a un comerciante. Por supuesto que el señor accedió a darles la nieve pero no los cien pesos; son puras chingadoras, son de la comunidad de Sayulilla…así las verás a diario, pidiendo dinero a cuanto parroquiano se le acerca. La verdad son todavía unas niñas, reflexionó aquel comerciante, como para que anden en estos trotes exponiéndose y exponiendo la salud de los hombres que con tal de “comer carne fresca” se avientan el volado.
Y como ya lo decíamos al inicio de esta entrega el tema de la prostitución no tiene nada de nuevo. Echemos un vistazo al pasado. La gran época de las cortesanas en Grecia fue el siglo IV antes de J.C., cuando Friné posó ante Praxiteles para su estatua de Afrodita, cuando Aristipo vive con Lais y Glicera es la musa de Menandro y el filósofo Epicuro goza de la vida con la hetaira (prostituta) Leontina.
Muchas de estas mujeres lograron acumular grandes fortunas y alcanzaron, inclusive, posiciones sociales y políticas, pero eran la excepción. Para las prostitutas comunes, la vida era la misma, dura y llena de penurias. Las hetairas tienen la reputación de haber seducido a los hombres menos por su belleza que por su espíritu.
Lais fue una de las más famosas prostitutas. Posó para varios artistas y se decía que “era la mujer más hermosa que se hubiera visto”. Decían que sólo se entregaba a quienes amaba y que cuando Demóstenes le ofreció 10 mil dracmas (unidad monetaria de Grecia, sustituida en 2002 por el euro) por pasar la noche con ella, Lais lo rechazó. Sin embargo, cuando el filósofo Diógenes se interesó en ella, se acostó con él por nada. Supuestamente Diógenes vivía en un barril y repudiaba el dinero. Cuando murieron sus amantes y ella se acabó su dinero, Lais se convirtió en prostituta común, ofreciéndose por dos o tres dracmas. A la edad de sesenta años, se enamoró apasionadamente de un joven de veinte. Lo siguió a Tesalia y ahí se le ofreció en el Templo de Venus. Esto escandalizó a las mujeres del lugar, quienes la apedrearon hasta matarla.
Retornando al presente ahora vemos que los papeles se han invertido, aunque no mucho. Niñas de 13, 14 y hasta de 12 de años venden su cuerpo sin ningún pudor a hombres mayores, casi ancianos. Ellas no piensan en las enfermedades de transmisión sexual que pueden contraer, su inexperiencia las lleva a realizar el acto sexual sin las medidas profilácticas adecuadas; tampoco logran amasar grandes fortunas en el ejercicio del oficio más viejo del mundo, ni tampoco posiciones sociales o políticas como Friné, Lais, Glicera y Leontina, a lo más que llegan es a convertirse en piltrafas humanas pues terminan siendo infectadas por el sida, sífilis y otra serie de enfermedades venéreas, ya que su corta edad no les permite medir las consecuencias de sus actos. Por eso urge que las autoridades de salud pongan mayor atención en el fenómeno de la prostitución infantil que ha ido creciendo de manera alarmante en el municipio de Acaponeta, aunque pensamos que este problema no es privativo de una comunidad determinada, el flagelo se ha extendido por todas partes y se requiere tomar las medidas pertinentes.w