domingo, 28 de junio de 2009

OBSERVACIÓN DE UN ACAPONETENSE

Camino a la playa de Novillero, este fin de semana observé un espectacular en la ciudad de Tecuala ubicado en la esquina de las calles Durango y Guerrero, el cual hace propaganda a un partido político utilizando como tema uno de los programas sociales del Gobierno Federal (70 y más). Lo irónico es que consulté la página web de la Secretaría de Desarrollo Social, especificamente el "Programa 70 y más" y como pie de página mencionan lo siguiente: "Este Programa es de carácter público, no es patrocinado ni promovido por partido político alguno y sus recursos provienen de los impuestos que pagan todos los contribuyentes. Está prohibido el uso de este Programa con fines políticos, electorales, de lucro y otros distintos a los establecidos. Quién haga uso indebido de los recursos de este Programa deberá ser denunciado y sancionado de acuerdo con la ley aplicable y ante la autoridad competente". "Este Programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos al desarrollo social". Haciendo referencia a lo anteriormente descrito, me pregunto: ¿Se cumple a cabalidad lo que describe la nota anterior? ¿En realidad sirve de algo esta nota o sólo la ponen para llenar el pie de página de documentos oficiales? ¿Existe autoridad que vigile el mal uso de los programas sociales? ¿En realidad existirán sanciones? ¿Se aplicarán? Preguntas al viento, espero y éste tenga respuestas. Sin otro particular me despido no sin antes agradecerle la atención.

Atentamente Jorge Luis de León Rendón

CENTROS BOTANEROS, CONVERTIDOS EN PROSTÍBULOS

Por Juan Fregoso
En los últimos diez años se ha incrementado considerablemente el número de cantinas, bares y restaurantes llamados pomposamente familiares o centros botaneros a los cuales pueden acudir los padres acompañados de sus hijos sin ningún problema, aunque estos sean menores de edad. El chiste es “convivir sanamente” con la familia, poco importan los espectáculos que puedan presenciar chiquillos o chiquillas, como pleitos, mentadas de madre entre borrachos, o bien, que alguna mesera en el borde del paroxismo hormonal le saquen la lengua con besos de larga duración a algún parroquiano con tal sacarle un buen billete llevándosela a un hotel de paso. Estas son las clases de moral que muchos padres enseñan a sus hijos llevándolos a los famosos “centros familiares”, ignoran quizá el daño psicológico que están provocando en esas mentes inmaduras, ignoran también que están forjando en sus vástagos una personalidad que al paso del tiempo devendrá en un comportamiento torcido, lujurioso, que acabará convirtiendo a esas niñas o adolescente en expertas meretrices y a los muchachos en peligrosos delincuentes, en esto coinciden algunos médicos y abogados consultados al respecto. En los llamados “centros familiares” que han inundado la ciudad, abundan las mujeres, jóvenes, medianas, maduritas y hasta homosexuales que sin recato alguno y sin ningún control sanitario de parte de las autoridades se dedican en realidad al oficio más antiguo del mundo, esto es, a la prostitución. Todas tienen un común denominador; nunca revelan su verdadero nombre, regularmente te dan el nombre de alguna actriz de moda o de una modelo. Los nombres de Talía, Maddona, Samantha, María, por citar algunos, son muy frecuentes en el bajo mundo de la prostitución. Pero también son dueñas de historias verdaderamente conmovedoras; yo me dediqué a esto porque mi padrasto me violó cuando era una niña; yo estaba casada pero mi marido era un hijo de perra que me golpeaba como a una bestia, por eso decidí dejarlo y como no tengo preparación no pude conseguir un trabajo decente y aquí estoy, comentó “María”, una teibolera que trabajaba en un antro de vicio conocido como “La Sirenita”. La verdad es que jamás dicen los verdaderos motivos por los cuales optaron por ese camino que degrada la dignidad de la mujer, convirtiéndola en mero objeto de placer para quienes les llegan al precio, pues la tarifa oscila entre los 1500 a los 2000 mil pesos, sin contar el cuarto y por sólo un rato de sexo; dame 1500, papi y te hago lo que quieras, te dicen con voz melosa, lamiéndote el lóbulo de la oreja para encenderte como cautín, y para motivarte más te dicen “si quieres lo hacemos a “rin pelón”, o sea, sin preservativo, se trata de ligar al garañón, al macho, a como de lugar, porque el mísero sueldo que les pagan los lenones no es suficiente para andar “al tiro”, es decir, bien vestidas, con indumentaria cara que no podrían comprar si se atuvieran al puro sueldo, por eso venden su cuerpo, sin importarles que vaya en juego ni su propia salud ni la de su cliente, pues cualquiera de ellos podría ser portador de alguna enfermedad venérea, como el sida o la sífilis que se han propagado últimamente en el municipio de Acaponeta, y así lo han reconocido las autoridades de salud. En nuestra investigación salió a relucir que muchas meretrices ni fueron violadas, ni maltratadas por los maridos. La mayoría de ellas son de origen humilde, la pobreza y la falta adecuada de una orientación familiar las llevó a convertirse en prostitutas para ganarse el sustento con el cual sacan adelante a sus hijos o a sus padres. Sin embargo, como la carne es débil también hay mujeres provenientes de familias acomodadas, que no tienen ninguna necesidad de prostituirse, como es el caso de “María”, una joven de aproximadamente 30 años, de rasgos finos y cuerpo escultural, supuestamente originaria de Jalisco. Ella, confió al reportero, tuvo la suerte de pisar las aulas universitarias y se graduó de abogada; si me preguntas por qué estoy metida en esto, te diré simplemente porque me gusta, lo que hago es porque es mi gusto, cierto—subrayó—a mi no me hacía falta el dinero, pero éste no es todo en la vida, aquí estoy bien, hago lo que quiero y con quien quiero, dijo orgullosa de su oficio. Y mientras conversaba con esta bella mujer, los “guaruras” del antro no nos despegaban la vista; no te fijes, me dijo, lo que pasa es que está prohibido que nos tomen fotos, si lo haces a lo menos que te expones es que a te den una paliza; no, pues, siendo así “ai muere”, respondí y me retiré del lugar no sin antes agradecerle su confianza.