Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Ya bien entrado está octubre, que comienza con el recuerdo de la matanza terrible de Tlalteloco un dos de ese mes pero de 1968, apenas 10 días antes de la inauguración de unos increíbles Juegos Olímpicos, que serían memorables, si no fuera por esa mancha sangrienta que ordenaron criminales tan poderosos como Gustavo Díaz Ordaz, ofuscado por la perversidad de un oscuro burócrata que echó por tierra, la ya muy desgastada credibilidad de un país, que miraba gozoso el futuro, en el marco de la tranquilidad económica. Luis Echeverría Álvarez, no solo mató estudiantes, también los ahorros y esperanzas de millones de ahorradores, pues recuerden que él y solo él, destruyó la economía de la nación y acabó con el precio del dólar, que pensábamos era eternamente a 12.50 pesos. Luis Echeverría, sigue libre a pesar de su infinito poder que lo llevó a disfrutar sumas archimillonarias para su provecho y que eran dineros del pueblo. Para colmo, este asesino dejó como maldita herencia a ese otro ladrón, presumido y narcisista que fue José López Portillo y Pacheco, que el diablo debe tener a fuego manso.............