martes, 8 de diciembre de 2009

PASIÓN POLITICA

TE DEJÉ EL HUESO POR LA LONGANIZA DE MI CASA, ROELE TU SÓLO.
Por: Bartolomé Hernández
En ocasión del primer informe del negro Saulo, sentí lástima escuchar a muchos acaponetenses decir que la riqueza en México no se distribuye bien. ¡La riqueza no se distribuye! Se gana con trabajo e inteligencia, la causa de la pobreza no está solamente donde los economistas señalan: En un modelo que privilegia el mantenimiento del corporativismo por encima del crecimiento económico; que enfatiza la distribución por encima de la innovación; que genera incentivos para el crecimiento de la economía informal en vez de reducir su tamaño; que premia clientelas en lugar de construir ciudadanos. Un esquema post-revolucionario creado para repartir en vez de producir. Un sistema de cotos reservados y monopolios avalados y sindicatos apapachados y mercados distorsionados. Un arreglo a través del cual se subsidia de manera creciente a los pobres pero no se generan condiciones para que dejen de serlo. El problema fundamental radica en cada uno de nosotros: "El pueblo de Acaponeta tiene el gobierno que se merece" gente efectiva hace gobiernos efectivos, no al revés. Para cambiar Acaponeta, apaga tu telenovela o el mediocre fútbol y lee un libro, trabaja con entusiasmo, deja de hacer las cosas a medias, pero sobre todo estudia, lee, no te quedes con el contenido digerido que te dan en la televisión, investiga. Los chinos van para arriba como potencia, no porque sean muchos, sino porque estudian, 8 de cada 10 profesionistas son ingenieros que desarrollarán tecnología. Los japoneses no tienen petróleo ni recursos naturales más que cultivos de arroz, cerezas y mucho mar, pero están años más avanzados que nosotros porque importan materias primas que transforman en teléfonos celulares, autos y computadoras ¡Porque a pesar de estar geográficamente en medio de la nada están sumamente preparados! Gente como los judíos y los españoles que vienen de afuera igual de amolados que uno se ponen a trabajar juntos, no pisándose unos a otros, vienen a hacer negocios, no a humillarse ellos mismos haciendo el trabajo sucio que tú no quisieras hacer. Dicen que los mexicanos somos fregones porque les hacemos el trabajo pesado a los gringos y que ellos son flojonazos... yo creo más bien que son demasiado listos. ¿Cuántos mexicanos han llegado a ser empresarios en Estados Unidos? ¿Por qué la gente de otros países tiene fama de comerciantes, de empresarios o hasta de usureros? ¿Y nosotros?: tenemos fama de carpinteros, plomeros y jardineros. Te valoras tan poco que no crees ser capaz de tener un empleo de otro nivel. Los árabes y asiáticos llegan a ese país muchas veces igual que los mexicanos, sin hablar el idioma ni conocer a nadie y terminan por lo menos siendo dueños de sus propios negocios. La situación y el futuro de Acaponeta no está en manos de quienes nos gobiernan, ni los mentirosos arrastra masas populistas del partido Amarillo y mucho menos los rateros del Azul o los mentirosos del Colorado, harán que tu vida sea mejor, ninguno de estos políticos será un buen gobierno para nuestro Acaponeta. Quien mejor puede sacarlo adelante es usted mismo, ciudadanos normales pero con los pantalones suficientes para exigir vivir mejor, no sea como los marranos del cuento: “Hace ya unos meses, en una tibia y soleada mañana de invierno, anduve por Casas Grandes por razones de negocios y fui invitado a visitar una finca propiedad de un paisano alemán del Volga donde elaboraban jamones caseros. Al pasar por un chiquero, me llamó la atención el porte de una cerda (marrana) amamantando a unos cuantos lechones. Para salir de la curiosidad, le pregunté al hijo del patrón que me estaba atendiendo de qué raza eran esos cerdos. --Son de raza ‘Mexica'. Pero espere que le llame a mi padre, que a él le va a gustar contar la historia--. Por la puerta de la cocina emergió don Boris, un gigante de cabellos blancos que se desplazaba dificultosamente asistido por un bastón de 3 patas, y me invitó a sentarme a la mesa de la galería donde reinaba un enorme botellón de alcohol de nuez, de no menos de 60º. -'¿Ud. sabe cómo se cazan los cerdos salvajes (jabalís) del monte?', me dijo el paisano sin más trámite, mientras me servía un vasito de ese brebaje. -'Bueno, creo que con perros que 'los paran' y un fusil que los sacrifica'--, le contesté prudentemente, presintiendo que la historia venía por otro lado y que el viejo sabía más que yo… --En este caso, no es así--, me dijo don Helmuth. --Y cuando le diga cómo los cazo yo, Ud. va a poder entender porqué se les llama de raza ‘Mexica' y, si es un hombre inteligente, podrá sacar algunas conclusiones acerca de por qué a los mexicanos les va como les va. --En el fondo de la finca, detrás de aquella cortina de álamos que Ud. ve, y hasta la orilla del río, hay un monte rústico y sin trabajar. Dentro de ese cuadro, suele haber cerdos salvajes del monte. Para cazarlos hay que comenzar por buscar un manchón sin matorrales y tirar un poco de maíz en el piso. Cuando los cerdos lo descubren, van a comer todos los días, y Ud. solo tiene que reponerles diariamente la ración. Una vez acostumbrados, construye una cerca en uno de los lados del sitio y les sigue poniendo alimento. Por unos días van a desconfiar, pero después terminan por volver. Entonces se hace otra cerca a continuación de la anterior, y les sigue poniendo comida hasta que dejen de dudar y regresan a comer. Y así sucesivamente, hasta que casi cierra los cuatro lados y solo deja una abertura para un portón. Ya para entonces se han acostumbrado al maíz fácil, le han perdido el miedo a los cercos y entran y salen casi con naturalidad… --Entonces Ud. va y coloca el portón, lo deja abierto y sigue poniendo maíz. Hasta el día que va al corral, encuentra la piara comiendo, y le cierra la puerta. Al principio empiezan a correr en círculos como locos, pero ya están sometidos. Muy pronto se tranquilizan y vuelven al alimento fácil que ya se olvidaron de buscar por si mismos, y aceptan la esclavitud'. --'Uds. los mexicanos no se dan cuenta que estos gobiernos demagógicos que tienen, proceden de la misma manera que yo con los cerdos… Les tiran maíz gratis disfrazado de programas de ayuda, planes sociales, empleos públicos, cargos políticos, subsidios para cualquier cosa, leyes proteccionistas, sobornos electorales… Todo a costa del sacrificio de las libertades que les van confiscando migaja a migaja. Y los mexicanos no se dan cuenta que no existe la comida gratis, y que no es posible que alguien preste un servicio más barato que el que uno mismo hace. ¿Acaso no ven que toda esa maravillosa 'ayuda' que reparte el gobierno, lo hace con los poderes que el pueblo permite que se arroguen, para depredar las libertades y los bienes de la gente que trabaja y que produce? ¿Pero cómo pueden vivir en un paraíso y tratar a toda costa de convertirlo en un infierno? ¿Como pueden crear constancia cívica, si los políticos forman cuadros de descerebrados? --¡¡¡Sigan así - nomás -, y que Dios los ayude cuando les cierren el portón !!! Don Helmuth se mandó lo que quedaba del cuarto vasito de un solo trago, y desapareció renqueando precipitado por la puerta de la cocina. Y yo, mareado por el alcohol y apabullado por la verdad, saludé al hijo y me volví rumiando mi frustración por el polvoriento camino de regreso a casa.” Cualquier parecido con la realidad de Acaponeta no es mera coincidencia.