miércoles, 23 de noviembre de 2011

2012 Y LOS ALBORES DE UNA NUEVA REVOLUCIÓN: UN SUEÑO POSIBLE.


Por: Raúl Andrés Méndez Lugo
raulmendez.lugo@gmail.com

A LA MEMORIA DE EMILIANO ZAPATA, VILLA Y FLORES MAGÓN Y AL MILLÓN DE MUERTOS.

 Muchos mexicanos que nacimos y crecimos en la segunda mitad del siglo XX, nunca supimos a fondo lo que realmente fue el movimiento revolucionario que derrocó al gobierno dictatorial de Porfirio Díaz. En la escuela, en la familia y en las calles nos enseñaron y aprendimos que la revolución fue un movimiento social y político “emancipador y redentor de los pobres” del campo y la ciudad. La revolución y sus logros estaba en todos lados, en los libros de texto, en el arte mural, en la música y sus corridos, en la danza regional, en la poesía, en la salud, en la energía, en las leyes, en las efemérides, en el cine, en la radio, en la televisión, en los días festivos, en la política exterior, en la bandera nacional, en los museos, en el ejido, en los sindicatos, en el petróleo, en las clase media, en los indígenas, en la arquitectura, en el deporte, hasta en la comida y en las iglesias.
También nos enseñaron que los malos de la historia eran los caciques, los terratenientes, los explotadores, los cristeros, los sinarquistas, los conservadores, los comunistas y los traidores del partido revolucionario, en fin, todos los que se atrevieron a oponerse al partido en el poder, partido que creía y nos hizo creer que representaba legítimamente la herencia ideológica de Madero, Carranza, Zapata, Villa, Obregón, Calles y Cárdenas, incluso, no vacilaron en rescatar para su conveniencia los ideales de los anarco-sindicalistas hermanos Flores Magón, como precursores del movimiento revolucionario con las huelgas de Cananea y Río Blanco.