sábado, 4 de noviembre de 2023

DE CHILE, DE DULCE Y DE MANTECA

 


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

DE CHILE: El tamaño del desastre en Acapulco, bello paraje turístico internacional es gigantesco, desmesurado…en otras palabras colosal. La recuperación de ese importante espacio de Guerrero, estado gobernado por una virreina inútil y espuria; no se puede medir con ninguna exactitud. Algunos “expertos” (nótense las comillas) dicen que al menos cinco años; los empresarios calculan —con mucho optimismo, por cierto— dos años. Al respecto, el ocurrente presidente que reina en Palacio Nacional, expresó, al viento —y siempre lanza alegremente decires al viento que hasta parece huracán, igual de dañino que Otis—, dijo así, refiriéndose a las medidas que piensa tomar y que al día siguiente lanzaría a conocer a la opinión pública:


“…lo vamos a lograr muy pronto…porque se está avanzando bastante…No va a llevar mucho tiempo…tengo el sueño, el ideal que vamos a convertir en realidad, entre todos, como se está haciendo, de que ya en la navidad las familias van a estar muy contentas en Acapulco…estará como lo merece, muy feliz…Ese es el compromiso, no va a haber amarga navidad”


Esa declaración, muy del estilo de mi tía Chimoltrufia, que, así como dice una cosa dice otra, me da la triste impresión que la suelta sin ningún conocimiento de lo que sucedió en Acapulco…y es que, a López Obrador no se le ha visto en el bello puerto del Pacífico; él dice que van tres veces que se presenta a la zona de desastre, pero no existen fotos o videos donde se le vea compartiendo con alguno de los miles de damnificados, con la gente que sufre hambre y sed, con los que perdieron sus casas, que son miles de familias. 



Él calcula que, para diciembre, todos estarán contentos y remata con su característica sorna con aquello de la canción del buen José Alfredo Jiménez: “la amarga navidad”. Yo entendería que no sabe el tamaño de la realidad acapulqueña donde aparte de que se perdieron miles de viviendas —por no decir todas— y todo lo que en el interior de ellas había; que los lancheros tanto de los que se dedican a la pesca como los de los atractivos turísticos, para paseos, esquiadores, parachutes, pesca deportiva, etc., perdieron sus embarcaciones todas, sus motores, sus arreos, y no me refiero a los grandes yates de los ricachones —entre ellos los de varios políticos—, sino los navíos de trabajo. No sabe el “preciso” de la nación que hay cientos de miles de trabajadores de hoteles, restaurantes, bares, discotecas, tiendas de conveniencia, pequeños comercios locales que perdieron sus trabajos y que no se ve que pronto lo recuperen. Las personas, muy pobres, por cierto, que vendían artesanías o alimentos a los turistas en las playas o calles del puerto. Toda esa gente estará jodida en navidad de 2023 y quizá hasta de 2024. Y todavía el presidente dice con cinismo y socarronería: “…no nos fue tan mal” y de paso le tiró otro mandarriazo a la prensa y se hizo la víctima…así es él. Ojalá en diciembre todo fuera alegría.


 DE DULCE: Se habla, hasta el día de hoy al momento de escribir estas líneas (viernes) de 47 muertos en Acapulco a causa del destructivo huracán “Otis”, y para el daño que vemos en los noticieros y las fotos, de la total destrucción de ese bello lugar, me avergüenzo de mí mismo al pensar que, en efecto AMLO tuvo razón al decir, “no nos fue tan mal”. Un muerto, ya es grave, no se diga 47 y los que seguramente irán apareciendo porque hay un número similar de desaparecidos. Sin embargo, hay un huracán terrible que se llama “crimen organizado” que, casi “sin sentirlo” deja un promedio de 75 u 80 muertos cada día, ayer fue desastroso fueron 98. Un huracán todos los malditos y sanguinarios días. 


Simón Weisenthal

Es una pena que nos hayamos acostumbrado a escuchar y ver en algunos casos a los ejecutados en calles, avenidas, comercios, escuelas, campos de cultivo, restaurantes, colgados de puentes, desmembrados, decapitados, etc., y ya no hagamos caso. El famoso cazador de nazis Simón Wiesenthal, decía que, en sus conferencias sobre el holocausto judío, la gente no se inmutaba cuando hablaba de los miles que morían en las cámaras de gas en el infierno que fueron algunos campos de concentración como Auschwitz, Treblinka, Sobibor, Dachau y otros muchos. Nadie parecía conmoverse cuando les decía que 6 millones de judíos fueron masacrados en la Alemania nazi y territorios ocupados. Por el contrario, su auditorio se conmovía hasta las lágrimas por casos específicos o individuales, pero no por un fusilamiento de 10 mil personas en unas cuantas horas. Cosas de la naturaleza humana. Así estamos los mexicanos, ya nos hicimos “inmunes” al crimen de 10 o 12 asesinados a sangre fría y hasta existen videos de gente degollada en vivo para subir a algunas perversas redes. Por ejemplo, los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y su destino final, son tan solo eso, un número y no la tragedia que hay detrás de ese terrible hecho, y la insensibilidad de las autoridades locales y federales.


Con una inexistente estrategia de combate al crimen organizado, que ha crecido tanto que ya domina y gobierna amplias zonas del país, el huracán Otis, en comparación con el número de fallecidos es un juego de niños, dicho esto con todo respeto con lo que sucedió en Acapulco. Tan solo en lo que va de este sexenio se contabiliza la espantosa cifra de ya casi 170 mil muertos, lo cual es escandaloso y, sin contar a los ya casi 45 mil desaparecidos, muchos de ellos, seguramente, muertos también. Lo peor, es que el presidente y sus títeres alegan que “todo está mejorando y bien”. Ya sabemos que las “estrategias” de la cuarta transformación dejan una estela de muertos y ahí queda la cifra de 780 mil muertos —número que reconoció el zar de la pandemia Hugo López Gatell—, por el pésimo manejo de esa emergencia sanitaria. El golpeado estado de Guerrero, es de los más violentos y hasta sus autoridades, como la presidenta municipal de la capital del estado, se sienta amable y alegremente a desayunar con los jefes de plaza. Se ve lejana la recuperación de este tremendo y cotidiano huracán.


Guillermo Llanos con la pintora Emilia Ortiz

DE MANTECA:  Hace años, de manos de mi amigo Santos Romero, al cual desafortunadamente le perdí la pista, recibí unos documentos escritos por el gran amigo y promotor cultural Guillermo “Memo” Llanos Delgado, sobre los dos primeros festivales culturales de Acaponeta. En ellos viene un artículo que el poeta escribió y se publicó en el semanario “El Guía de Acaponeta” en diciembre de 1974, es decir, casi ya 49 años y que vale la pena comparar con lo que sucedido en ese casi medio siglo de vida. Dejo la palabra a Memo en su escrito “Conclusiones”:

El primer Festival Cultura de Nayarit, celebrado en Acaponeta, ha terminado. Cabe ahora hacer muchas preguntas:

Aparte de llevar al pueblo, a la masa, diversión y a que algunas gentes, por primera vez estuvieran en una exposición de pintura, de fotografía, escucharan música clásica, recitales de poesía, etc., etc., ¿ganamos algo más para Acaponeta?

Creemos haber despertado de un letargo, la gente vivió estos cinco días, se interesó, gozó. Pero, ¿esos grupos dominantes económica y culturalmente en el país como el INBA, se fijarán en lo que sucedió en Acaponeta? ¿Cosecharemos?


PRIMER POSTER DEL FESTIVAL CULTURAL DE ACAPONETA

Acaponeta necesita un teatro y una casa de la cultura. El fa-bu-lo-so cartel que el Departamento de Turismo hizo para este festival, la programación, las grabaciones, las fotografías, pueden ser magníficas tarjetas de presentación.

Se reciben felicitaciones de todo el país, por telégrafo, por teléfono. El gobierno del estado debe institucionalizar por decreto este festival que SUCEDIÓ EN ACAPONETA”.

A medio siglo de este festival, aún seguimos batallando año con año para acceder a los recursos económicos para su realización. Algunos sueños de Llanos Delgado, se han cumplido ya, tenemos teatro, muy bien puesto por cierto, y casa de la cultura. Queda pendiente que el presupuesto de egresos del municipio o del estado, quede inserta una cantidad para llevar a cabo, cada año un festival atractivo, interesante, enriquecedor y que mueva las conciencias de la sociedad acaponetense, esa llamada con mucha pompa: “La Atenas de Nayarit”.