Por: Néstor Chávez Gradilla (Cronista Municipal)
Antes de que se construyera el puente
Ramón Corona sobre el Arroyo de la Viejita, había un señor que cada año
armaba un puentecito peatonal de palos y tablas por el que solo podía
pasar una persona, a la que le cobraba un centavo por usarlo. Vehículos y
animales seguían vadeando el arroyo solo en temporada de secas.
Naturalmente, al llegar las aguas, ese señor retiraba su rústico
puentecito.