miércoles, 8 de marzo de 2023

ALÍ CHUMACERO Y SU ENTRAÑABLE PERSONALIDAD

 

Antonio Sáizar Quintero, Alí Chumacero y Pepe Morales


ACLARACIÓN: Este comentario lo realicé en alguno de los homenajes a Alí Chumacero a los que me invitaron a participar.


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Recién que llegue a radicarme en Acaponeta, la ciudad de mis mayores, alguien me invitó a una actividad, donde supuestamente el pueblo iba a poder externar su opinión acerca de todos los temas que le afectaban; era una de esas demagógicas jornadas en las que el gobierno estatal, porque a ellos se debía el acto realizado en el Auditorio Municipal, una persona de reconocida presencia en la población, habló y muy mal de Alí Chumacero. Hay que decir que esto fue a finales de los años 80 del siglo pasado. Yo, he de reconocerlo, sabía de la existencia del poeta, pero nada más, nunca lo leí hasta ese momento, ni conocía un rábano de su vida y obra. Aquel chisme de ese ciudadano que puso a Alí como lazo de cochino, hizo que me interesara más por el autor de “Páramo de Sueños”. Para empezar me enteré que ese pleito era por el disgusto de esta persona conflictiva con uno de los sobrinos de Alí, a pesar del paso de los años, el odio que solo se había generado en su mente continuaba, cosa que estoy seguro no le quitaba el sueño al bardo originario del Barrio de la CH.

Aprendí primero que su obra es muy breve, pero dijera alguien por ahí, “sustanciosa”. Al respecto Alí dijo: 

“He escrito poco. No me arrepiento es mejor dejar una línea perdurable, que un grupo de libros que se tire al cesto de la basura”

Dio a la luz pública: Páramo de sueños (1944), Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1956). Aunque escribió después, “todo lo he guardado o quemado” y pitorreándose de sí mismo señaló alguna vez: “los lectores flojos podrían ufanarse de que leyeron “las obras completas de Chumacero”.



Buscando oír mejores cosas de Chumacero que las que se vertieron aquella mañana en el auditorio municipal, encontré que el poeta y ensayista Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura ni más ni menos, consideró a Chumacero como “mago y maestro de los poetas modernos de México”. El también poeta, José Emilio Pacheco destacó que la producción de Chumacero, era una “obra maestra impredecible e irrepetible que por sí sola explica el posterior silencio de Chumacero...”; expresó también que los tres libros que reúnen la obra poética de Chumacero son como “estrellas solitarias que brillan con luz propia en el cielo de la poesía de nuestro idioma”, o bien “islas rodeadas de silencio por todas partes…. Silencio y soledad son el marco propicio para que resuene la elocuencia sin énfasis de sus poemas y se quebranten las tinieblas con una luz que no enceguece, sino ilumina”

Pero Alí replicó, con aquel sarcasmo que todos adoramos: “No publico porque ya publiqué lo que tenía que publicar. Todo lo que he escrito quedará por ahí, no en el anonimato, pero sí en la oscuridad. Quiero que se entienda que el grueso de mi obra está hecho, queda ahí”

MÓNICA MANSOUR
La poeta argentina, radicada en México Mónica Mansour, también opina sobre el bardo acaponetense y dice: “Se ha dicho que la poesía de Alí Chumacero es concentrada, habitada por la liturgia, el erotismo y la profanación; que a veces raya en el hermetismo con la dureza y el brillo de un diamante explosivo engendrado en la relectura”,  Mansour aclara que el paisaje de su poesía es la desolación, la imperfección del amor, el tiempo — escribe Alí: “Tú que nombraste el ser / de todo ser adviertes la agonía”— y la memoria. Y dentro de este panorama es significativo que nos diga “Más crueles que el amor, el tiempo y el olvido”.

Al escritor Marco Antonio Campos, Alí Chumacero le dijo: 

“Escribí siempre de noche. Redactaba el poema, corregía, lo pasaba en limpio, lo volvía a corregir. Puedo mostrar que un poema mío tiene hasta sesenta o setenta versiones corregidas. ¿Cómo los terminaba? Un poema no da más hasta que, leído en voz alta, el poeta cree que no le falta ni un punto ni una coma. No era raro que me tardara hasta un año en cerrar un poema”.

Para los que escribimos poesía, las lecciones de Alí son muy ilustrativas, prueba de ello son estas declaraciones: 

“El defecto de mi poesía es que no es plástica: es sugerente, impresionista. Es una copia de trasfondos: hay algo detrás y detrás... Mi concepción estética, si pudiera llamarla así, sería la de la rosa que cae: escribir cosas que dicen otras cosas... Eso obedece a una manera de percibir en poesía como lo hacía en la música Claude Debussy... Yo he buscado una poesía que diga algo, que no sólo emita la emoción, el gusto por la vida y por la muerte, sino que tenga un sentido”.



Los críticos literarios dicen: Como lector compulsivo, Chumacero se acercó a muchas y variadas literaturas, fue lector de la Generación del 27, de Rafael Alberti y Federico García Lorca, esencialmente, también de Luis Cernuda y los clásicos españoles. Asimismo, tiene una marcada influencia de Amado Nervo, Neruda, Vicente Huidobro, César Vallejo y autores en otras lenguas como Paul Valéry, Rainer Maria Rilke y T. S. Eliot. Otra de sus lecturas favoritas siempre ha sido la Biblia, aunque se declara ateo.

Y no se equivocan, ya que al respecto, Alí Chumacero explica: 

“Es sabido que yo seguí en un principio la poesía de Xavier Villaurrutia, algo más tuve que ver con la poesía de Ramón López Velarde y, probablemente, en algún momento puse atención a los poemas de Enrique González Martínez. Pero, mis poemas, los iniciales, los primerísimos fueron simplemente una expresión casi infantil, muy juvenil de lo que yo sentía como lector, como muchacho, como joven que se acercaba al mundo ya en plena pubertad o un poco después”.

De Alí se puede hablar muchísimo, de su poesía, de su carrera como corrector de estilo, de su oficio como tipógrafo, de su innata capacidad de hacer amigos y hasta de sus innumerables anécdotas de las cuales para rematar este artículo sobre el acaponetense, cito una:

En alguna ocasión hizo un poema al torero Manolo Martínez, para aparecer en la biografía que sobre el matador redactó Guillermo Cantú. Es un soneto que dice así:

Sobre la arena irrumpe la furiosa

verdad del toro, arcilla que destella

olas de asombro y alas de centella

que iluminan la tarde esplendorosa.

 

En suave conjunción, la mano airosa

del matador se acopla a la querella

del bruto: en su percal brilla la estrella

que guía aquel incendio hacia la rosa.

 

Contra viento y marea, fluye el brío

que habrá de sucumbir en la certera

quietud, como la yedra fatigada,

 

porque el diestro, al brindar su poderío

y detener el tiempo en su carrera,

levanta una columna sosegada.

 

Cuando le preguntaron al torero, que cuál había sido su opinión acerca del soneto, este le dijo: “No entendí nada, está bien aburrido.”

Por último dos frases que debieran ser célebres del bardo acaponetense: “Feliz no es nadie, felices son los tontos; lo hermoso de la vida es todo, un grito, una sonrisa, una mirada, todo…Ser felices, como irse al cielo, Dios me guarde, ni de visita”.

Y luego agrega: “se dice que los pendejos no piensan, están en un error, piensan puras pendejadas.”