Sr. Presidente:
En la última semana se han suscitado una serie de consideraciones que me han hecho reflexionar sobre lo qué sucede en nuestro municipio, en su gobierno, que finalmente es el de todos y sobre nuestro propio actuar como ciudadanos. Ante el cúmulo de estímulos, más que nada negativos que nos llegan por los diferentes medios y que no muestran como nos debatimos en una guerra que ya ha generado en el norte del país incluso refugiados de guerra, los ciudadanos nos vemos muy sensibles en todos los rubros, es decir, quisiéramos de vez en cuando oír alguna buena noticia o algo que nos aliente a seguir y nos levante el alicaído ánimo; sin embargo, cuando en esas reflexiones estábamos, nos llegan las terribles noticias de dos valiosos ciudadanos de Acaponeta ejecutados en la carretera, de un tiroteo en El Centenario con otro individuo muerto, uno más a un costado de las vías del ferrocarril y se van al traste las buenas intenciones de ver la vida de un modo positivo. De alguna manera deseamos, pero sabemos que es imposible, que nuestro Acaponeta, el pueblito donde nos ha tocado vivir, se vea al margen de la violencia, la crisis económica y la corrupción que como cáncer ha ido invadiendo, casi hasta matarlo al país. No es posible, pero aquí, la misma violencia nos ha llevado ya a temblar cuando un muchachillo avienta un cohete o un “bombillo”, cada que suena una “palomita” nos preguntamos a quién mataron ahora; en el tema de la crisis, vemos los comercios desolados y el campo devastado, sobreviviendo el municipio prácticamente de los ingresos que le llegan a los asalariados, principalmente maestros y burócratas, así como de los pocos que perciben recursos del sector privado. Finalmente llegamos al tema de la corrupción, concepto que quisiéramos ver muy lejos también, fuera de los límites municipales, pero desgraciadamente no es así y se han venido presentando anormalidades que no han recibido o merecido una explicación por parte de su administración.