sábado, 11 de julio de 2020

ALTAS EXPECTATIVAS



Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Antes de opinar cualquier cosa, es necesario hacer un par de aclaraciones, previendo que los defensores a ultranza del presidente Andrés Manuel López Obrador, tomen sus armas y vayan tras mi rolliza humanidad para quemarme, vivo aún, en alguna plaza pública.

Primero, yo vote por AMLO las tres veces que se postuló. En la última --la vencida-- lo medité un poco más por la sarta de declaraciones que venía haciendo en la campaña y me parecían ilógicas y fuera de lugar; pero ante los nefastos contrincantes que tenía en frente el tabasqueño, me fui por la libre: Meade, con todo y su disfraz de "no soy priísta, lo juro por el osito bimbo", representaba la continuidad de una vergonzosa y vergonzante corrupción bajo la mirada y complicidad de uno de los más grandes rateros de la nación, el vulgar caco Enrique Peña Nieto. Ricky Ricón Anaya "Canallín", era y sigue siendo una burla para la sociedad mexicana y los panistas; ni modo de votar por las mentiras del pinocho. Los otros dos, la esposa del hoy tomandante Borolas, y el Bronco de pilón, ni perder el tiempo en hacer algún comentario.

Segundo, no me mueve ninguna mala leche contra el actual presidente al hacer alguna crítica, por el contrario, sé de sobra que si le va mal al mandatario de la nación, nos va terrible a los tristes mortales que somos los que trabajamos de sol a sol y pagamos religiosamente nuestros impuestos. Así que ruego porque todo le salga bien al inquilino de Palacio Nacional.

Tercero, hago la aclaración, porque inmediatamente los defensores a rajatabla del "preciso" me lo reclamarán, que durante la presidencia de Peña, Calderas y Fox, lapso donde escribí en varios medios --mucho antes del Facebook--, sostuve, si no feroz, sí reincidente crítica ante los hechos de corrupción, injusticia y negligencia de los presidentes en turno y sus secuaces, perdón, "colaboradores". Lo escrito, escrito quedó, dice la Biblia y cualquiera lo puede consultar.

Cuarto, de ninguna manera estoy ardido porque ganó López Obrador y perdieron los otros. Sería idiota votar por determinado aspirante y luego enojarse. Pero --siempre hay un pero--, si me atrevo a cuestionar o señalar algunos cosas que veo mal del actual gobierno federal, de las declaraciones y acciones, tanto de AMLO como de su gabinete, no es culpa mía, es absoluta y total responsabilidad del oriundo de Macuspana, ya que desde la campaña, nos acostumbró e invitó a tirar a lo más alto, puso la expectativa casi casi inalcanzable...ni más ni menos que una CUARTA TRANSFORMACIÓN.

No fue su discurso durante la campaña, adornado con las mismas mentiras y sandeces de siempre: "el amor a la patria", "el sacrificio por los símbolos nacionales", "el ejemplo de los apóstoles de la nación", "trabajaremos sin descanso por el bienestar y el progreso del pueblo", "caminaremos de manera omnímoda de la mano de los pobres" y bla, bla, bla...no, se fue Andrés Manuel por todas las fichas, "la cuarta transformación" y háganle cómo quieran...

Y, al principio, querer o tratar de entender, qué era eso de la Cuarta Transformación, y luego de especular, al menos su servilleta, llegó a estas conclusiones: la primera transformación fue la del movimiento de independencia. Esa revolución obviamente armada, en que la mayor fuerza fue la unión de todos los que ya no aguantaron más 300 años de coloniaje español. Por supuesto, los líderes del levantamiento debieron batallar para convencer al pueblo, mayoritariamente mestizo, quienes sufrían, un grado menos que los indígenas el vasallaje terrible de los europeos; de hecho, la independencia de México la consuman los criollos, aquellos hijos de españoles ya nacidos en esta tierra. 

La segunda transformación, sería a mi juicio y espero que el del gobierno obradorista también --pa´no equivocarme--, es el período de la reforma. Donde --ahora sí-- se enfrentaron los liberales o "los rojos" y se mataron "cordialmente" con los conservadores o "los mochos". Esta etapa de la historia nacional, efectivamente fue la transición entre un México incipiente recién salido de una desgastadora colonia de tres siglos, una guerra libertaria y la posibilidad de convertirse en una nación reconocida por el resto del mundo con la debida conformación de un Estado regido por una constitución guiando a la población al orden, buscando la igualdad de los ya --ahora sí-- mexicanos, echando abajo los privilegios de unos cuantos que se aprovechaban de las mayoría, como era el caso de la iglesia. Las decisiones que se tomaron en este período fueron grandes y de muchos "tamaños", como la separación iglesia-estado, en un país primordial y mayoritariamente católico; la conformación de una constitución, la suspensión de pagos a las potencias acreedoras (ni más ni menos que Francia, Inglaterra y España) y por supuesto, un poco más tarde, la intervención francesa y la llegada del pobre de Maximiliano. 

Juárez, que anduvo de la seca a la meca llevando la república y el archivo de la nación en una vieja carroza, necesitó de todos y aunque también fue necio, esa tozudez lo llevó al triunfo sobre el imperio francés y llevar al país nuevamente a la senda del progreso.

La tercera transformación, no hay duda, fue la revolución mexicana, movimiento armado que viene a cambiar de nueva cuenta el sistema de gobierno y deja una guerra con al menos un millón de muertos (se estima que la guerra de independencia dejó al menos a medio millón de fallecidos y en la guerra de reforma, unos 600 mil muertos)

Y ahora, como gran premisa de campaña, López Obrador nos avienta la cuarta transformación, una que todos los mexicanos, hasta los que no votaron por él quisiéramos; porque estamos está tronco de mentiras, simulaciones, corrupción extrema y cínica, compadrazgos y amiguismos, trastupijes en lo oscurito, despilfarro criminal, crisis económica, galopante inseguridad, egolatría de los grillos y frivolidad ad nauseam. México es un país riquísimo pues en tantas décadas y siglos de historia, los perversos nacionales no pudieron acabarlo.

Pero, una cuarta transformación implica muchas cosas y un gran compromiso, y hasta este momento, a casi dos años de gobierno me queda la duda si AMLO alcanzó a ver el tamaño de su expectativa o si es posible y viable cumplirla.

En una transformación se tienen que tomar decisiones rápidas, prudentes y bien consensuadas con el equipo de asesores y/o el gabinete, pero para el presidente "Gobernar no tiene ciencia". Ni siquiera voltea a ver a su gabinete, al que a veces encuera públicamente en las mañaneras y a sus "asesores", menos, si es que existen. ¿Qué hubiera sido si los conspiradores de la primera transformación si no se hubieran reunido todas las noches a planear el inicio del movimiento para librarse del yugo español? Necesitaron la opinión y el acuerdo de todos. Si Miguel Hidalgo se lanzó como "el borras", fue que la conspiración había sido descubierta y tomó la decisión de salir a arengar al pueblo.

Juárez por su parte tenía un gabinetazo, no la jalada que mucho presumió el zafio de Guanajuato Foxy. El de San Pablo Guelatao, tenía a puros intelectuales, literatos, científicos, juristas, diplomáticos, militares, periodistas, historiadores, poetas y gente que amaba a México, entre otros a Melchor Ocampo, Santos Degollado, Francisco Zarco, Manuel Doblado, Sebastian Lerdo de Tejada, José María Lafragua, Ignacio L. Vallarta, Ignacio Ramírez "El Nigromante", Ignacio Comonfort y otros más, dignos y recordados patriotas.

AMLO debe buscar la unión de todos los mexicanos y gobernar para cada uno, no importando la ideología que prefieran, el color de su piel, la religión que profese o su preferencia sexual. Pero realmente ha dividido al país en dos, en fifís, conservadores o neoliberales --o sea los que no piensan como él, pero siguen siendo mexicanos-- y el resto de la población que sí le aplaude sus aciertos además de sus notorios yerros y que no siendo capaces de discriminar entre el bien y el mal, solamente por pura fe o fanatismo, elevan hasta lo más alto los vítores y hasta avientan cuetes a las nubes.

Como ejemplo de lo anterior, en 1821, poco antes de la consumación de la independencia, hubo un momento clave que se dio en la población de Acatempan, en lo que hoy es el Estado de Guerrero, cuando Agustín de Iturbide, a la sazón comandante en Jefe del Ejército Virreinal compuesto casi en su totalidad por criollos, viendo que venía siendo derrotado por las fuerzas insurgentes, decidió que la única manera de lograr la independencia unir ambas fuerzas y en ese lugar de Acatempan, se fundieron en un abrazo y se puede decir que ahí inició el principio del fin de los 300 años de coloniaje. Tan simple, unión. Pero es que ahí se daba la primera transformación.

Un ejemplo claro de lo que sucede en un país dividido y polarizado en dos frentes, es el de la revolución mexicana, la tercera transformación, que bien fue bautizada por el pueblo como "la bola" porque aquello era un relajo. Ahí había sureños zapatistas, maderistas, villistas, constitucionalistas, convencionistas, federales, ejércitos de alzados en todas las regiones del país. Agreguen a esto los asesinatos de los principales adalides del movimiento: Madero, Pino Suárez, Obregón, Villa, Zapata, Carranza y un puño de generales. De los desastres también debe aprenderse y no meter la cabeza en un hoyo como dicen que hacen las avestruces.

Total, que siendo esta una cuarta transformación, de ninguna manera el gobierno federal debe enojarse y menos perder los estribos porque alguien le señala sus errores, por el contrario, la crítica debe ser bien recibida y actuar o responde en consecuencia.

No soy ingenuo, sé bien que existe un sector de la población que no está de acuerdo con el gobierno de Andrés Manuel y que, grosera y malintencionadamente le tiran hasta con la cubeta. Que en verdad existe un grupo de periodistas, otrora poderosos y que recibían fuerte tajada del pastel al proteger los intereses personales del presidente, secretarios de estado, gobernadores y políticos trinchones de la nación, quienes les soltaban fuertes cantidades de dinero para tenerlos calladitos y sumisos: hoy, enojados no dejan de echarle gasolina a la lumbre para achicharrar al presidente: López Dóriga, Loret, Brozo, Ciro, Ruiz Healy, Dresser y otros, que hablan y se convierten en sacerdotizos de la moralidad, cuando en verdad es algo que les falta mucho