Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
DE CHILE: Imaginemos por un momento que este México lindo y querido, fuera una nación honesta, transparente, sin corrupción, respetuosa de las leyes, que acata día a día, las 24 horas, lo que mandata la Constitución. Echemos a volar la imaginación —mucho, por cierto, pero al cabo estamos jugando, ya lo dijo alguien: “no hay fuerza más poderosa que una imaginación desbocada”— y pensemos en un país, donde sus gobernantes fueran honestos, probos y en verdad preocupados por la patria, este ejercicio imaginativo, requiere que pensemos que toda esta honradez y conciencia incluye a los partidos políticos.
En este sentido, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), ese que tiene la función de resolver controversias en materia electoral, proteger los derechos político-electorales de los ciudadanos e impartir justicia en el ámbito electoral, tendría que sancionar todas —que son un puño y dos montones— de irregularidades e ilegalidades en esta campaña, que por ilegal no es campaña, con candidatos, que por ilegales, no son candidatos, tanto del partido en el poder Morena, como del llamado Frente Amplio por México que conforman en la alianza imposible PRI, PAN y PRD (agua, aceite y curado de papaya).
Hicieron una labor sumamente adelantada a los tiempos electorales y —¡qué cosa de país— el principal promotor de todo este desmoche fue Andrés Manuel López Obrador, que debiera cumplir o trabajar como presidente de la nación, pero optó por ser el coordinador general nacional de ambas campañas que no son campañas. Pero decía, si México fuera el país honesto y probo que queremos, el TEPJF, tendría que quitar el registro a todos los que hoy aspiran a la posar sus asentaderas en la silla del águila.
Todos tuvieron reuniones con el pueblo sabio y bueno y con todo lo que eso conlleva: acarreados, renta de camiones para acarreados, distribución de tortas y frutsis para los acarreados, alquiler de templetes, sillas, equipos de sonido, pago de ayudantes y mil etcéteras; por supuesto con dinero que solo diosito sabe de dónde diablos sale.
Marcelo Ebrard denunció y
todos se han hecho patos, que la Sheinbaum, utilizó recursos del erario federal
y de la ciudad de México. Todos, en el poder o de oposición pintarrajearon
bardas, montañas y peñascos con sus nombres y fútiles propuestas. Miles de
espectaculares ensuciaron la imagen urbana y rural de la nación. No hubo quien
no distribuyera trípticos, volantes, pendones camisetas y gorras. Todos, todos, esos que
en sus alegres discursos alegan que serán más honestos y buenos que el
mismísimo San Francisco de Asís, hicieron trampa. Por ello, el TEPJF debiera de
negarle el registro a todos y cada uno. No el registro para Claudia Sheinbaum,
no para Marcelo Ebrard, no para Xóchitl Gálvez, no para Adán Augusto, no para
Noroña, no para Monreal, no para Velasco y no para los que se sumen esta
desdichada semana. Estaría a todas margaritas… ¿a poco no?
DE DULCE: Al momento de escribir estas líneas, faltan solamente nueve meses para las elecciones que habrán de elegir —todo hace suponer que a una mujer— presidente de la república, en sustitución al nefasto —a mi juicio— gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Nueve meses, que es el mismo tiempo que permanecimos todos en la barriga de nuestras lindas “mamases”.
270 días más o menos, donde los grillos, tanto del lado del gobierno —Morena, PT, verde y ¿MC? — como de la oposición —Frente Amplio por México y ¿MC? — se darán hasta con la cubeta. Desafortunadamente, muchos de esos golpes bajos, intrigas, descalificaciones, difamaciones, insultos, pullas y sombrerazos vendrán del mismísimo hueytlatoani de Macuspana en sus tediosas y repetitivas mañaneras.
De nueva cuenta se inundará el país —rico y dadivoso país— con espectaculares, bardas, millones —no exageración— de spots en radio, televisión y redes sociales. Giras, acarreos mayúsculos, guajiras propuestas, acusaciones mutuas, promesas que no se habrán de cumplir, debates inanes, mentiras, mentiras y más mentiras…todo con costo a la ciudadanía inerme que habremos de chuparnos toda esa basura. Nueve meses, que, como en los embarazos, habrán de concluir con la parida de un nuevo presidente o —lo más seguro— presidenta que ha de tomar asiento en la embrujada silla del águila tan peleada por muchos a lo largo de los siglos. Ojalá que sea parto naturalito y no una dolorosa cesárea que deje fea cicatriz.
DE MANTECA: La hermosísima y muy atractiva mitología griega, nos habla de un personaje que se parece mucho al pueblo de México, se trata de Sísifo. Aunque no nos confundamos, porque en realidad este personaje que era el rey de Corinto, es muy parecido a los políticos mexicas en general, ya que era ambicioso, mentiroso, embustero y fue capaz de entregar a su propia esposa a sufrir un castigo que a él correspondía.
Codicioso, intrigante y calculador, Sísifo engañó a los mismos dioses hasta que le llegó la fiestecita a su capillita y fue castigado. La diferencia con cualquier gobernador de la bella república mexicana, es que los de aquí, viven muchas veces en la más abyecta impunidad.
El castigo a que se hizo acreedor este rey, fue el de subir
una enorme roca hasta la cima de una montaña y ya que iba a llegar, la enorme y
pesada piedra rodaba hasta el fondo y Sísifo tenía que comenzar la absurda
tarea, una y otra vez hasta el infinito. En ese sentido, el pueblo de México,
como hace cada seis años, sube la piedra de la esperanza hasta la punta de un
cerro que se llama presidente honesto de la nación, pero la roca se niega a
llegar a término y vuelve a rodar hasta el fondo. Ahí vamos otra vez, empujando
en ratos y jalando en otros la enorme peña, queriendo que ahora sí… ¡por fin!
tendremos un mandatario honesto, trabajador, que piensa más en la patria que en
su beneficio personal; que es centro de la unidad de todos los mexicanos y que
combatirá la corrupción, la impunidad y, con valentía y sabiduría, hará frente
a los grandes problemas de la nación. En la anterior subida de la roca, muchos
creímos que, con López Obrador, al fin la piedrota se fijaría en la punta y
descansaríamos. Pero no, el pedrusco aquel, se vino abajo una vez más y hasta
nos arrolló. Nuevamente, vamos subiendo la cuesta, porque la esperanza muere al
último.
Me despido amigos, recomendándoles tengan
mucho cuidado allá afuera, porque la grilla nos puede hacer perder la cabeza…