NOTA: En esta propuesta de dar cabida a todas las plumas nayaritas, que por supuesto incluyen a los historiadores, investigadores y cronistas, recibimos una muy interesante investigación del cronista e historiador de Huajicori, Dr. Efraín Rangel Guzmán, el cual publicó este trabajo en una edición en la que colaboraron la Academic Publisher de Austria, la Universidad de Quintana Roo y los editores Alexander Voss, Andreas Koechert y Yuri Balam Ramos, misma que se intituló "Ritos, Cultos y Cosmovisión en Mesoamérica: Pasado y Presente" y en cuyo capítulo 2, viene el trabajo del nayarita que se llamó: "El mito de Nuestra Señora de Huajicori en el altiplano y planicie de la región tepehuana", que por su extensión publicaremos en varias entregas, comenzando por esta que aquí tiene el amable lector ante sus ojos. Bienvenidas sean estas propuestas y trabajos a PUERTA NORTE, exhortando a nuestros seguidores a que aprovechen este foro de expresión.
Por: Efraín Rangel Guzmán
Resumen:
El culto a
Nuestra Señora de Huajicori se compone de un sinfín de elementos que le dan vida,
forma, trascendencia en espacios sociales y circunstancias históricas. Uno de
estos elementos es el mito que lo caracteriza, en sus diferentes versiones. Aunque
se conserva un núcleo fuerte del mito, las historias narradas por tepehuanos y
mestizos presentan variaciones en interpretación y significados pues las
tradiciones de procedencia así como las circunstancias históricas de cada uno
son el espejo mediante el cual se comprende el mundo y se interactúa con sus
distintas fuerzas. (Mestizos, mito, Nuestra Señora de Huajicori, tepehuanos)
1. INTRODUCCIÓN
En las distintas
culturas se forjan mitos que van de la mano con las realidades sociales y
culturales. Estos son el medio más práctico para rememorar el pasado, marcar
los eventos iniciáticos que forjan el ser de las sociedades. Los mitos son
parte de la cosmovisión de los pueblos, pero no siguen un orden
cronológicolineal, el tiempo se marca por “un tiempo cualitativamente
diferente” (Eliade 1992: 24) y
funcional para los portadores. “El mito se considera como una “historia
sagrada” y, por tanto, una historia verdadera, puesto que se refiere siempre a
realidades” (Eliade 1968: 17). Cumple el papel de ordenador de la vida humana y
manifiesta una realidad que está implícita y explicita en la actuación de los
individuos.
En un relato de estructura mítica donde los seres divinos importan
por lo que hacen, no por lo que son. La Virgen de Huajicori no tuviera
significación para sus devotos sin sus milagros, sin sus bondades, sin su
historia que le da el nombre y la hace diferente de otras. Es decir, estos
seres son personajes dramáticos cuya función es otorgar un sentido a las
realidades significativas de una cultura dada. Es el medio con el que se hace coherente
la existencia de las sociedades, es otra manera de sentir la historia, de
recordar y hacer significativos los acontecimientos que tienen mayor peso en la
conciencia individual y colectiva. Por ello, el factor mito se encuentra impregnado
en muchas de las prácticas religiosas y culturales que llevamos a cabo día a
día. “En medio de los quehaceres cotidianos sancionados por la sociedad como la
realidad más objetiva, encontramos nuestro mundo estructurado por muchos de los
mitos y leyendas” (Jacinto 1995: 28).
Por su parte, el mito ni
es ciencia ni es historiografía. Aunque se conozca el origen causal de la
realidad, el mito lo ignora, pasando a su origen primordial. Es por eso que el
acontecimiento originario narrado en el mito no explica, sino que
transsignifica (Croatto 2002: 74). En esencia estas historias contadas pueden
ser la expresión de una vinculación de la comunidad con una imagen, pero no
sólo eso, también expresan la vinculación de la comunidad con un espacio, un
territorio, lugares sagrados y ceremoniales, y al mismo tiempo rituales
específicos.
Como lo veremos en el
caso bajo estudio, la imagen elige a sus fieles, establece límites en el
territorio, un lugar determinado para quedarse y pone condiciones para erigir
su culto. En fin, las imágenes siempre están ocupando el mundo celestial y el humano
el mundo terrenal. Pero, los espacios elegidos por las divinidades están
“caracterizados por la existencia de puntos sagrados susceptibles de ser usados
como centros, cuyo objeto es el de servir de lugar de encuentro entre los entes sobrenaturales y los seres humanos”
(Carmagnani 1988: 32).
La Virgen de Huajicori
es venerada en la región norte de Nayarit, sur de Durango y sur de Sinaloa. Su
culto amalgama innumerables elementos mediante los cuales toma forma, se mantiene
vivo y trasciende en el espacio social y a lo largo del tiempo.
El mito de la imagen,
poderoso elemento aglutinador, es uno de ellos. Así, la historia sagrada de la
Virgen de Huajicori contada por los moradores y creyentes, nunca ha sido
escrita, porque es muy posible que su función sea entregarse como texto oral de
generación en generación para permanecer en la memoria en tiempo y espacio.
Respecto a versiones del mito sobre la virgen se han podido recuperar algunas
en la parte alta del sur de Durango, específicamente en el municipio de
Mezquital y en el municipio de Huajicori, Nayarit. Los relatos que cuentan los
indígenas tepehuanos y los mestizos tienen cierta relación, pero la
interpretación y significado que cada uno maneja presenta algunas variaciones.
Las variaciones son fruto de las maneras particulares de concebir el mundo
desde el espejo de su cultura, de las creencias, de los espacios de orden
cotidiano y sagrado, de las deidades que dan sentido a su existir individual y
colectivo.
El artículo se dividirá
en dos partes: en la primera hablaremos del mito conocido por los mestizos, el
significado y funcionalidad que tiene para ellos; en la segunda, describiremos
el mito que saben los indígenas y las características particulares que posee
para así establecer las semejanzas y diferencias entre uno y otro. Se hace
hincapié en la zona correspondiente al municipio del Mezquital y al municipio de Huajicori porque posee una singularidad especial, la cual se debe a que los grupos humanos
que la habitan a lo largo de la historia han tenido mucha movilidad, han
establecido vínculos culturales, comerciales y de otra índole. Regularmente el
indígena es el que va hacia los mestizos buscando el sustento para sus
familias, en cambio la presencia del abajeño no
se registra en la sierra con la misma intensidad, pero aún así fluyen saberes y
mercancías entre los dos grupos..... (Continuará)
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