Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
DE CHILE: En verdad es delirante, y hasta parece a veces un alucine de LSD lo que sucede en el surrealista gobierno de eso que llaman muy pomposamente, “la cuarta transformación”. Varios absurdos esta semana. Cuando escuché esa noticia, en verdad pensé que era parte de la guerra sucia electoral de la oposición, y hasta exclamé que era una burda patraña de los seguidores de la opositora Xóchitl Gálvez, porque solo así se explicaba esa locura de querer exhibir al presidente Andrés Manuel López Obrador con la Santa Muerte y hacerlo con un mensaje de evidente tono machista y trasnochada soberbia, todo muy al estilo de su alteza gorilísima Hugo Chávez, el loco aquel de Venezuela y que hoy se cuece a fuego manso en el mismísimo averno. Hasta creí, que era, asimismo, un mensaje del crimen organizado, adorador de la Santa Muerte.
Qué equivocado estaba, porque luego apareció el
grotesco video de un ridículo Jenaro Villamil, Presidente del Sistema Público
de Radiodifusión del Estado Mexicano, es decir, alto funcionario del gobierno
de la cuarta transformación, presumiendo un suéter “x”, el cual se quita para
dejar la inexplicable camiseta negra que dice: “Un verdadero hombre, no habla mal de López Obrador” y al frente la
calavera de la Santa Muerte, con un famélico dedo sobre la boca y nariz,
exigiendo que nadie ose hablar mal del macuspano mandatario nacional. Eso no me
lo puedo explicar.
Otro oso: un senador de la república —ni más ni menos— al parecer de origen indígena, alegando que es costumbre en su pueblo, hacer sacrificios al dios Tláloc, deidad de la lluvia, para hacer llover, llevó al senado a varios de sus paisanos, sacerdotisos o chamanes, mismos que degollaron a una pobre gallina medio desplumada, en honor a la mencionada divinidad náhuatl.
Por supuesto, no cayó ni una gota de agua
del cielo, pero sí se le vino al senadorcete un diluvio de críticas y hasta
denuncias por maltrato animal. Yerra el obtuso senador al ofrendar una trinche
gallina culeca al buen señor Tláloc, quizá si sacrifica a un senador en el
altar divino, o a un diputado federal y hasta un gobernador o al insoportable
Mario Delgado, entonces sí, quizá se nos venga encima un diluvio que llenará
presas y lagos hoy en vías de desaparecer.
Cuando ve uno estas locuras, nos damos cuenta la razón por la que el país está al borde de sumirse en el más oscuro y profundo barranco. Pero como decía el tarado tarador dominical Raúl “Delasco”, de hace algunos años: ¡Aún hay más! En Quiroga, Michoacán, un candidato a la presidencia municipal, se encuentra con qué probablemente en ese lugar le toca gobernar a una mujer o a un miembro de la comunidad LGBTTTXYZ+. Ante esto, los dirigentes de Morena, tuvieron la feliz ocurrencia de pedirle al candidato que se declarara gay o de plano mujer, para poder competir. Dignos todos del manicomio.
DE DULCE:
Será
porque el gobierno actual, ese de la dizque transformación, nos viene mostrando
un país que solo existe en su desbocada imaginación y que algunos ya llamamos “Pejelandia” donde todo marcha de
maravilla, no hay inseguridad, todos los mexicanos somos hermanos, la
corrupción es cosa del perverso pasado y la economía y los servicios de salud
están mejor que en Dinamarca, por todo ello, me he convertido en un pesimista
de marca, al grado que mucho me temo que al cambio de gobierno, sea Claudia o
sea Xóchitl la ganadora, como sucedió en el ayer de terrible memoria, tendremos
una crisis económica marca diablo.
Su servidor, desde su nacimiento ha padecido 12 presidentes: Ruiz Cortines, López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto y López Obrador. Desde Díaz Ordaz a la fecha, ya con pleno uso de razón, me di cuenta de cómo gobernaron algunos de esos todopoderosos señores. Y recuerdo claramente, al menos cuatro crisis económicas al cambio de gobierno, que aún producen calosfríos a unos y teleles a otros. A saber: La primera se produjo en 1976, cuando Luis Echeverría, meses antes de entregar el gobierno a ese otro pillo que fue José López Portillo, devaluó el peso que algunos, ignorantes de las cuestiones económicas creíamos que el dólar valía eternamente 12.50 pesos, y entregó al hombre que se sintió Quetzalcóatl, un país en ruina financiera, obligando a JoLoPo, de lágrima fácil pedir perdón a los pobres en su discurso inaugural.
El sexenio de López Portillo y Pacheco, dejó como juego de niños la debacle echeverrista, y a pesar del famoso boom petrolero, en febrero de 1982, ya como candidato Miguel de la Madrid, vino otra devaluación de grandes proporciones. Poco después de las elecciones, México anunció que no podía pagar su deuda externa y el primero de septiembre, López Portillo anunció la estatización de la banca y con ello un desmadre financiero que dejó viendo bolitas de colores a la sufrida población mexica.
La tercera crisis que su
servilleta recuerda, se suscitó en el sexenio de Miguel de la Madrid, y no fue más
que una sucesión de la crisis lopezportillista. Ya en la sucesión, 1988, tras
la peor inflación de la historia y en medio de una crisis política tras la
fractura del PRI que dio lugar al nacimiento del PRD —hoy en ruinas—, volvimos
a penar los mexicanos al final del sexenio.
Pero falta una más, esta, la del “inolvidable” año de 1994 cuando se presentaron acontecimientos políticos sin precedente como la rebelión zapatista en Chiapas; el asesinato del candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio, y meses después el de Francisco Ruiz Massieu. Factores todos que propiciaron una enorme salida de capitales, que llevó a que a los primeros veinte días del gobierno de Zedillo ocurriera una devaluación y luego una crisis económica sin precedente en la historia moderna de México.
Ahora en 2024, ojalá me equivoque, pero me da idea de que vivimos en una burbuja fantasiosa que habrá de reventarle en la cara a la próxima presidenta, porque López Obrador deja solo un castillo en el aire, fácil de destruir con un leve soplido, pues ahí quedan obras onerosísimas que pasarán decenios antes de que se acaben de pagar como el tren maya, el aeropuerto “Felipe Ángeles” o la carísima refinería de Dos Bocas, que al día de hoy no ha refinado un maldito litro de gasolina.
Boletines de la Secretaría de
Hacienda indican que el acumulado a febrero, la deuda neta del gobierno federal
se ubicó en 13 billones 345 mil 24.4 millones de pesos.
Mala señal es esa de lo que
muchos consideran un simple robo en despoblado de 40 mil millones de
bilimbiques de las cuentas inactivas de las afores, es decir, porque ya no hay
dinero en ningún lado. Hasta los 15 mil millones de los fideicomisos del poder
judicial, volaron y ya nadie habla de ellos. Llega el actual gobierno a la
desfachatez de decir que el fondo para las pensiones se nutrirá con las
“ganancias” del tren maya, de Mexicana de Aviación, la refinería y otros
grandes logros de la 4T. ¡No manche profe, dijeran mis ex alumnos!
DE
MANTECA: Una de las cosas que los diputados —locales y
federales— y regidores no entienden es que deben darles significado, validez e
importancia a las palabras. Ignoran casi todos lo que es la “representación”, o sea, la acción y
efecto de representar; y, justamente “representar”
es, según la Real Academia Española: Informar,
declarar o referir. Ellos, diputados y regidores nos representan y se
supone, que llevan nuestra voz y sentir al congreso. Pero eso, estimado lector,
no es más vana y hueca palabrería; o dijera YSQ, “pura politiquería”, porque nuestros augustos representantes, nunca
nos preguntan cómo andamos, qué queremos, y menos nos piden opinión sobre lo
que escupen en tribuna o la sala de cabildos. Estos funcionarios
disfuncionales, buscan, más que el bienestar colectivo, la mejora de sus
intereses personales y los de su partido.
Señores candidatos a regidores
de Acaponeta, entiendan bien esto: en el cabildo, no votan los partidos, a esos
deben dejarlos fuera de la sala de juntas, los que votan son seres humanos que
representan a otros seres humanos quienes los pusieron en esa silla. Aspirantes
a regidor que van por una demarcación ajena al lugar donde viven…renuncien por
ética y por el bien de —otra vez— sus representados. ¡Salud para todos amables
lectores!