domingo, 26 de mayo de 2024

DE CHILE, DE DULCE Y DE MANTECA

 


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

DE CHILE: Sin duda soy pesimista con respecto al futuro inmediato de la nación, sobre todo la “suerte” que tendrá la próxima presidenta de México, sea quien sea, la ganadora Claudia o Xóchitl, Xóchitl o Claudia.

A mi juicio, la triunfadora de la elección del dos de junio, se sacará la rifa del tigre, ya que vislumbro una severa crisis económica para empezar a digerir el pastel; además de tratar de enmendar lo que el malhadado gobierno de Andrés Manuel López Obrador, destruyó y durante ya casi seis años, negó o cerró los ojos a la terrible realidad: espantosa inseguridad que ha dejado 188 mil muertos hasta el día de hoy; un sistema de salud colapsado y que en nada se parece, ya no digamos a Dinamarca, ocurrencia criminal del tabasqueño, y menos, tal lo pretende y presume: “en agosto tendremos el mejor sistema de salud del mundo”. Es delirante lo que sale de los belfos abiertos de nuestro presidente. Por supuesto, tratar de levantar un poco a las dos principales paraestatales: CFE y Pemex, ambas al borde de la quiebra o de plano, ya quebradas.

Muchos males más esperan a la próxima mandataria federal, como frenar la corrupción, hoy en caballo de hacienda, aunque el dueño del palacio de los virreyes, diga, con una mano en la cintura, que ya se acabó, mientras con la otra mano defiende a verdaderas lacras y rateros como Rocío Crimi-Nahle y otros de igual jaez, como Arturo Zaldívar.


Una de las principales desdichas que deja AMLO al país, es la tremenda división que se ha generado entre sus habitantes. Hoy por hoy, durante este sexenio separatista, los mexicanos estamos ubicados en dos bandos: chairos y fifís; liberales y conservadores (como en la guerra de reforma); entre los que están de acuerdo en lo que dice el presidente y son sus aliados, y los que, por el contrario, refutan lo que él dice y somos traidores a la patria; pueblo sabio y bueno contra oligarcas y neoliberales. No será tarea fácil, porque el presidente se dedicó a pelear contra muchos mexicanos: periodistas, universidades, científicos, intelectuales, feministas, madres buscadoras, el poder judicial, la clase media, empresarios, partidos políticos, organismos autónomos y mil etcéteras.



Esa afrentosa polarización tiene divididas a las familias, a los grupos organizados y a todo aquello que reúna gente a su alrededor. Por supuesto, en estos momentos de decisiones electorales, todos andamos muy sensibles y los pleitos —que no debates— están a flor de piel. Si queremos que este país vuelva al sitio que le corresponde, no hay forma si no vamos unidos y con la vista fija en el mismo destino para todos. Vamos en el mismo barco y, excepto muchos políticos con vocación de rata, la inmensa mayoría no saltaremos por la borda.


DE DULCE: En una de mis caminatas matutinas, escuché este breve saludo entre dos buenos camaradas. Uno de ellos, en bicicleta, vio a su amigo que, en un puesto ambulante acomodaba su mercancía y le saludó con un sonoro: “¡Ora joto!”, a lo que el comerciante le replicó: “¡Quiubo pinche viejo maricón!” Esto, que para algunos puede resultar prosaico y majadero, es la vida diaria del mexicano que gusta de saludarse así con los mejores compas y a los que más confianza le dispensa. Ninguno de los dos se ofendió, más por el contrario, me queda la idea de que el día mejoró para ambos con ese intercambio brevísimo de pullas.

En un México, donde la hipocresía, la mentira y la doble cara andan haciendo proselitismo electorero casa por casa, comercio tras comercio, calle por calle, ondeando banderas de partidos políticos impresentables, con muchos aspirantes de dudosa reputación —no todos por supuesto, porque no se puede ni se debe generalizar, porque hay gente muy honorable y distinguida buscando hacer valer un derecho constitucional—, pegando calcas en muros y automóviles, prometiendo shangrilas perdidos, honestidades efímeras, patriotismos de ocasión, bonanza perpetua y garantizando la igualdad para toda la raza de bronce. Ante esto, que muchas veces es más falso que un billete de 3 pesos con cincuenta centavos, resulta refrescante el saludo de los dos amigochos: franco, derecho, sincero y campechano, sin mentiras ni poses olímpicas.

De los candidatos, en realidad no esperamos nada, porque a veces nada o muy poco tienen —como el presupuesto mensual del Ayuntamiento de Acaponeta—, como el tiempo, que después de esas visitas luego se pierde en un mar de complicaciones, pues es común que ya no volvamos a ver a los otrora candidatos, cuando se convierten en servidores públicos.


Lo que sí me llama la atención, es la calidad moral y ética de algunos de los que hoy ruegan por un voto. Me desilusiona mucho pensar que existe gente como aquel famoso caco de poca ambición —recuerden que robaba “poquito”— Hilario Ramírez “Layín”, quien por tercera vez busca ser el primer edil de San Blas o ese otro ladronzuelo que es Nacho Flores, bandido con espuelas de plata, el cual goza de ese mal que padecemos los mexicanos y que, sin duda y a mi juicio, es la principal ruina de la nación: la impunidad; pues este tipo de negras mañas, hasta orden de aprehensión tenía y huyó a Jalisco, donde un gobernador de su partido —Movimiento Ciudadano— le dio cobijo y buen recaudo a este pillo, que lejos de estar tras los barrotes de oscura mazmorra, anda libre y con total descaro y sin empacho pide el voto para ser senador. Desafortunadamente, estos dos casos y muchos más a lo largo y ancho de la nación, tienen grandes oportunidades de ganar: “Layín” de ser presidente municipal y el tal Nacho senador. En ese sentido no hemos progresado mucho los tristes habitantes de México lindo y qué herido.


Por eso, a los gobiernos federal, estatal o municipal en turno, la educación es solo “esa cosa enfadosa” que adorna el discurso, pero que en la práctica sigue generando ciudadanos manejables, fáciles de convencer, de poca ambición y mediocres, los cuales venden su voto por 500 varos o una despensa que le quitará el hambre —si bien le va— una quincena. Entre menos lea un mexicano, mejor para los gobernantes que pueden seguir robando con la complicidad de una ciudadanía ciega, engañada y conformista. De ahí que Layines, Nachos, Gachos y otros “piores”, buscan el voto para seguir mamando y dando de topes a la inacabable ubre presupuestal. ¡Hay que mandarlos mucho a la China Hilaria!

 


DE MANTECA: El único día que tenemos los mexicanos para mandar en este país, para tener el poder un efímero momento y tratar de poner orden a este caos lleno de violencia, corrupción y mentiras, es el día de las elecciones, cuando con nuestro voto, podemos patear en salva sea la parte, a los tiranos y a las lacras del poder. No dejemos pasar la ocasión o vendamos ese precioso momento por una despensa, una vana promesa o un billete de 500 varos.

No desperdiciemos tan valioso recurso como es el voto, otorgándoselo a quien no solo no lo merece, sino que aprovechará su puesto para satisfacer intereses personales y de su partido político, o corruptelas de las cuales nos podemos convertir en cómplices por aplicar mal o equivocadamente nuestro sufragio.

Ya conocemos a los candidatos, sabemos de qué pie cojean y la larga cola que algunos traen. Desde el puesto de la máxima magistratura del país, hasta el más humilde regidor, hay que fijarnos bien, analizar y hacer reflexión sobre sus personas. Midamos bien las palabras y decires con que pretenden encandilarnos, hasta pierden la brújula de lo que nos dicen, como el candidato de Morena a la gubernatura de Tabasco quien, obnubilado u ofuscado por su propia retórica expresó sin rubor lo siguiente: 

Cuando fui senador de la República yo presenté la iniciativa de ley para que la corrupción fuera delito grave en el país. Hoy, gracias a la fracción de Morena, a nuestras senadoras y senadores, hoy es ley la corrupción en México y desde luego hay que aplicarla”. Ni cuenta se dio de su yerro, o quizá fue simplemente una confesión.


Que no nos usen para sus negros fines. ¡Ojo, mucho ojo, amiguitos! Como decía el siempre bien recordado Tío Gamboín.