Por: José
Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Señora Presidenta, le escribo esta carta porque al tener la oportunidad de expresarme a través de este u otros medios, considero que tengo, un poco la obligación moral de externar mi reflexión —y quisiera que quedara claro que solo es eso—, ya que supongo que —en una transformación, no importa si es la primera o la cuarta—, la libertad de expresión y de ideas se respeta. Como ciudadano común y prosaico que soy, lo hago porque usted acaba de acceder a la más alta magistratura de este maravilloso y rico país que es nuestro México.
Honestos y transparentes, nos dijeron en campaña
que ustedes son, y esa idea nos la quisieron vender, y aquí comenzamos mal, ya que
nos estuvieron “vendiendo” algo. Eso, tan fácil, y a la vez tan complicado
pedimos (afines al oficialismo u oposición); no, Doctora, la honestidad no se compra en el
trayecto de una campaña política, la honestidad es una forma de vida que ha
trascendido generaciones; la entiendo como la actitud que, de ser violada, no
nos dejará ver de frente a nuestros padres. Ya lo dijo un pensador y usted
deben hacer suya esa frase: “proceder con
honestidad en aras de la dignidad del hombre, es el compromiso más trascendente
en nuestro corto paso por el mundo”.
Cuántos
hombres —nunca una mujer— ya han pasado por Palacio Nacional, con el tatuaje de
la “honrosa medianía” en la frente, y
salieron con ricas joyas, atavíos lustrosos, amantes ambiciosas y mansiones de
fábula o cuento árabe; siempre enormes palacetes y exuberantes lujos, ante el
repudio de la población que los ha marcado para siempre, a ellos y a sus
descendientes.
Entiendan que es un honor ser amados y una tragedia
personal ser odiados por el pueblo, la transparencia no se negocia y en la
cuarta transformación eso se ha destruido o por lo menos, dejado de lado.
Qué van a
atender a los sectores más vulnerables de la población, me parece bien, siempre
y cuando expliquen bien y sin rodeos cuál o quiénes son el “sector más vulnerable”,
porque en estos tiempos de violencia, crisis económica, ecología deprimida y
falta de valores, todos somos vulnerables. Se necesita que se ocupen de todos
nosotros, sin importar su nivel social, religión, sexo y, mucho menos, tomando
en cuenta su preferencia o ideología política. Esto último es mezquino.
Dra. Sheinbaum, los ciudadanos queremos a alguien
que cuando se paré en el recinto del cambio de gobierno, nos ofrezca, con su
grito de "¡Sí, Protesto!", la plena seguridad de que México, no se equivocó
con el voto.
A propósito de ello, la palabra "protesta", Señora Presidenta,
simplemente porque así es el idioma, tiene entre la gente dos connotaciones: primeramente,
hay que decir que está compuesta de dos vocablos latinos: "pro", que quiere decir "ante" y "testari" que es testigo, o sea “ante testigos”. En la
antigüedad, protestar, desde el punto de vista jurídico era atestiguar la
inocencia de alguien, después, protestar se volvió cualquier declaración o
manifestación pública.
Por ello, los mexicanos conocemos dos tipos de
protestas, la que hace alguien, regularmente de manera pública, agitando
brazos, cerrando puños y mentando madres al gobierno de cualquier tipo; lo
mismo encabezando una marcha callejera, que publicando un desplegado en los
diarios. Pero también está esa otra "protesta",
la que hacen los funcionarios públicos al acceder a algún cargo oficial, el
clásico y vigoroso "¡Sí,
Protesto!" con que hemos visto iniciar el largo y a veces sinuoso
camino del "servicio al pueblo".
Para muchos, la mayoría de los que protesta de este
último modo, lo toman como un trámite que algún oscuro y olvidado ordenamiento legal
exige. Es simplemente un requisito que hay que salvar pronto para comenzar a
hacer historia. Algunos lo toman tan a la ligera que, al momento de gritar la
consigna, y más si lo hacen con otros compañeros o beneficiados de la
preferencia popular; muy derechitos, circunspectos y con las mejores galas,
toman aire y entornando los ojos, escupen un entusiasta "¡Sí, Protestamos!", sin saber que esa grave declaración
es unipersonal, nada de ya "protestamos", debe ser ¡Sí, Protesto!, en
primera persona, porque es un compromiso del individuo con el pueblo.
El "¡Sí,
Protesto!", es un contrato social, un me comprometo ante ti ciudadano
a hacer y dar lo mejor de mí. "¡Sí,
Protesto!", es el Padre Nuestro del pastor civil, debe redimir las
almas y es un ruego para perdonar las fallas del presidente saliente y, sin ser
desvergonzado, solicitar al verdadero dueño del país, un "borrón y cuenta nueva", en la
inteligencia que nada será igual o se volverá a repetir.
"¡Sí,
Protesto!", es como
cuando se enfrentan dos personas, civilizadas y cultivadas, con el objetivo de
entablar un debate, no a trompadas ni coscorrones, o mentadas tipo Facebook,
sino con la mirada fija en el otro, echar el pecho por delante y afrontar lo
que se venga, esperando del contrincante, paciencia, honra y comprensión; que
si cae al suelo, el otro no lo patee, sino que le ayude a levantarse y luego
dirimir las diferencias, por eso hablo de un contrato social, igual al de un
matrimonio, en las buenas y en las malas, en la salud y la enfermedad.
Sin embargo, en la realidad esto no sucede así,
como ya dije, el "¡Sí,
Protesto!", se convirtió en un mero trámite y nada más, como el que
llega a su trabajo a checar tarjeta y se va sin producir nada. Como los recién
casados que después de firmar el acta matrimonial, se echan a los brazos del
amante. De hecho, el pueblo ya se burla de esa ceremonia, pues sabe o sabemos,
que por más que ustedes protesten, no se les olvidará ser bandidos, mentirosos,
manipuladores, defraudadores, déspotas, pedantes, soberbios, corruptos y
mamones, pero lo peor, el pueblo sabe que, si son todo eso, nadie, nadie,
nadie, se los demandará, como se pregona cuando se completa ese rito. Los
bandidos, mentirosos, manipuladores, defraudadores, déspotas, pedantes,
soberbios, corruptos y mamones, podrán seguir siéndolo sin que nadie les eche
el guante o los meta tras las rejas, ojalá Dra. Claudia Sheinbaum Pardo,
primera presidente mujer de la nación, usted no sea de esos.
Como ve
Señora, no pido las grandes obras, ni sé de presupuestos, ni excelsos
proyectos, usted es mi gobernante y la respeto, independientemente de los
partidos políticos y esas cosas de la ideología —que parece ser que ese caldo, ya se murió—,
le deseo éxito en su gestión y genere el clima, las acciones y los espacios
suficientes y necesarios para hacer de este, nuestro México, un mejor lugar
para vivir. Qué así sea. Un abrazo.