Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
DE
CHILE: No había ninguna duda de que un senador se iba a vender o
traicionar —no a su partido solamente— sino a la patria. Ya fuera como el
Iscariote por unas monedas o, como sucedió, ejerciendo el oficialismo la fuerza
del estado y amenazando a algún trinchón personaje de la grilla nacional.
Tampoco es de sorprender que haya sido un Yunes, integrante del poderoso cartel
jarocho de los caciques de ese apellido. Pobre Veracruz, de donde han salido y
han padecido lacras tan despreciables como esta familia de trúhanes u otros
despreciables sujetos como Xavidú —hoy en chirona—, Fidel Herrera, el propio
Miguel Ángel Yunes Linares —fíjese usted amable lector, él suplente de su hijito
en el senado…dijera mi tío Pompín: “¡Qué
bonita familia!”— o el actual e inútil morenista (perdón por la
redundancia) Cuitláhuac García.
Ya se había comentado, en la familia Yunes, hay varias órdenes de aprehensión y no es por guapos o jarochos, es porque son ladrones y sinvergüenzas, por eso les cayó la furia de Andrés Manuel.
Sin embargo, lo peor no fue el voto que Yunes le dio al oficialismo en el senado, integrado por los legisladores (¿?) de Morena, el Verde y PT, porque hubo 85 votantes más, a los que les importó un verdadero pito eso tan complicado de la reforma al poder judicial, tan difícil de entender que algunos mejor ni lo leyeron, solo siguieron la instrucción del supremo dios, enquistado en el palacio nacional. No, lo verdaderamente podrido es que, así como fue Yunes, pudo haber sido otro, porque ahí podemos encontrar mucha basura no tan escondida entre las curules: Alito Moreno, Marko Cortés, el violador Félix Salgado Macedonio, Ricardo Anaya, Manlio Fabio Beltrones, Javier Corral, Gerardo Fernández Noroña, Ernestina Godoy, Citlalli Hernández, Adán Augusto López e Ignacio Mier, Saúl Monreal Ávila, Alejandro Murat, Yeidckol Polevnsky, Lilly Téllez y Manuel Velasco, entre otros que han hecho carrera política no precisamente de manera limpia. La lista nos muestra verdaderos pillos que debieran estar tras fríos barrotes de acero; o bien huyendo y no mostrando sin ningún empacho la impunidad que los mantiene fuera de la cárcel; o por lo menos son las mismas y conocidas caras de siempre, a veces de manera eterna, como Manlio Fabio Beltrones que entre 1982 y 1985 fue diputado federal; entre 1988 y 1991, senador por Sonora y enseguida gobernador de ese estado de 1991 a 1997; nuevamente diputado federal de 2003 a 2006 y, presidente de esa legislatura de 2004 a 2005; de 2006 a 2012, senador y en esa ocasión 2010 a 2011 presidente del senado. De 2015 a 2016, presidente del PRI. Actualmente y hasta 2030, por enésima vez senador.
Entonces, que no nos extrañe
que uno de estos profesionales de mamar la ubre presupuestal se las diera de
traidor a la patria.
DE
DULCE: Un verdadero caos y terror es el que se vive en Culiacán,
Sinaloa, en este enfrentamiento entre la gente del Mayo Zambada y los llamados
“Chapitos”. Enfrentamientos a balazos, bloqueo de carreteras, llegada de la
guardia nacional, incendio de vehículos y miedo, mucho miedo de la población
que teme salir de sus casas.
El dizque gobernador
—morenista, lo cual lo explica todo— alega que “todo está bajo control” —lo que
no dice es que si el control de él o de los malosos—. Líopez Hablador, que todo
minimiza cuando la reputación de la 4T está en duda, no le da importancia, como
nunca le dio al tema de la seguridad del país y que ha dejado 200 mil
asesinados en su sexenio.
Total, ya suspendieron los
actos y festejos de las celebraciones de septiembre. Rocha Moya, tomó esa
decisión. Yo no sé si lo hizo pensando en la seguridad de la población, esa que
nunca ha sido atacada por el cártel de Sinaloa, o bien porque tiene un miedo
cerval a que vayan por él, que muchas debe.
DE
MANTECA: En la historia nacional existen hechos
sorprendentes y, en ratos, surrealistas, incluso cuando los llamados “héroes de la patria” fallecen.
Uno de estos casos
extraordinarios es el de José María Teclo Morelos Pavón y Pérez, o como nos
enseñaron en la primaria: José María Morelos y Pavón. Él fue capturado por el
ejército realista en noviembre de 1815, y sentenciado a muerte. La mañana del
22 de diciembre de ese año, fue llevado de la Ciudadela en la capital del país,
al pueblo de Ecatepec. Desayunó en el Cerro del Pocito, en el área de la
basílica de Guadalupe. Cerca de las tres de la tarde, frente al pelotón de
fusilamiento alcanzó a decir sus últimas palabras el Señor cura Morelos: “Señor, si he obrado bien tú lo sabes, si no,
me acojo a tu infinita misericordia” y falleció acribillado. El Gral.
realista Félix María Calleja, por petición de su esposa, quien sentía cierta
admiración por Morelos, ordenó que no le cortaran la cabeza, como había hecho con
Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Ignacio Aldama y José Mariano Jiménez, cuyas
cabezas de colocaron dentro de unas pequeñas jaulas en cada esquina de la
Alhóndiga de Granaditas, para escarmiento de la población. Por ello, “el siervo de la nación” fue sepultado de
cuerpo entero ahí mismo en Ecatepec donde permanecieron hasta 1823, año en que
el país estuvo gobernado por un triunvirato que ordenó exhumar los restos y
llevarlos a México a un homenaje junto con los cadáveres de los demás héroes de
la independencia. Por cierto, las cabezas de los iniciadores de la
independencia estaban bien identificadas y no así el resto de sus cuerpos, que
se sabían estaban abandonados en un panteón de Chihuahua, a donde fueron a
recogerlos; recuerden se trataba de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez; estaba
tan revuelto todo aquello que entre los huesos hallaron restos de venado. Por
supuesto, todo se hizo con las “técnicas
forenses” de 1823, o sea, simples sepultureros.
LUCAS ALAMÁN
Volviendo a Morelos, todos
esos restos de los héroes, luego del homenaje, se guardaron en la cripta del
altar mayor de catedral y, como siempre sucede, se olvidaron después. Fue hasta
1850 cuando el famoso historiador Lucas Alamán, fue a ver cómo estaban las
osamentas de los líderes independentistas y se halló con un descuido total.
Alamán, hizo lo que pudo, es decir, una muy discreta limpieza y rescate, pero
murió al poco tiempo, volviendo los paladines al olvido. Quince años después,
Maximiliano de Habsburgo, ya instalado en el segundo imperio, tiene la buena
idea de volver hacer homenaje a estos quijotes y los sacan para la ceremonia en
el zócalo, pero acabado aquello, vuelven al olvido en catedral.
Pasaron muchos años y en 1925, siendo presidente Plutarco Elías Calles, ordenó que los restos de todos fueran llevados hasta el basamento del monumento a la independencia, el famoso “Ángel” que diseñó y construyó el arquitecto nayarita Antonio Rivas Mercado. Hago la aclaración de que en catedral se hallaban los que iniciaron la independencia —los cuatro, ya mencionados líneas arriba— y aquellos que habían muerto en batallas del mismo movimiento: Morelos, Javier Mina, Pedro Moreno —por cierto, sin cabeza— y Víctor Rosales. En esa ceremonia, se añadieron los restos de otros como Vicente Guerrero y Andrés Quintana Roo.
JUAN NEPOMUCENO ALMONTE
Aquí comienza el mito de los
restos de Morelos, Calles y sus funcionarios llevaban en sus manos los restos
de cada uno de los próceres y uno de estos servidores públicos, llevaba en una
urna pequeña los de Morelos. Un periodista cuyo seudónimo era “Jacobo Dalevuelta”, pudo ver que en esa
urna solo iba un pedazo de cráneo y así lo publicó en “El Universal”,
provocando el escándalo. Se dijo que los restos se los habían llevado a París
su hijo Juan Nepomuceno Almonte en 1865; más aún, se dijo que Almonte, al
morir, dispuso que su cuerpo fuera sepultado junto a los restos de su padre
José María Morelos. Ahora se sabe que no fue así. Fue hasta 2010, cuando en la
celebración del bicentenario del inicio del movimiento de independencia, el
historiador José Manuel Villalpando, quien quedó como coordinador de las
fiestas que organizó el gobierno de Felipe Calderón, montó una exposición con
los restos de los diferentes héroes, mismos que sacaron del “Ángel” para llevarlos a palacio
nacional, pero antes, Villalpando tuvo la buena idea de organizar aquel
desmadre de osamentas y, luego de limpiarlas y darles merecido tratamiento de
conservación, hicieron minucioso trabajo antropológico y médico-legista con el
apoyo de peritos del INAH, y con la moderna tecnología, se identificó a cada
uno, sin lugar a la duda.
Hoy se sabe que, en 1895, el
presidente Porfirio Díaz, sacó los restos ubicados en el altar mayor de
catedral para darles un mejor y más digno lugar por lo que pretendió llevarlos
a la capilla de San José ahí mismo en la catedral, pero antes los sacaron al
patio y ahí estuvieron al rayo del sol y el agua, y lo peor, todos los huesos
revueltos, por eso cuando se regresaron a sus urnas, en el de Morelos solo iba
un pedazo de cráneo. Ya posteriormente, en base a los estudios históricos y
forenses, se logró recuperar la totalidad del cuerpo. Cosas un tanto cuanto
macabras, pero son hechos de la historia.