miércoles, 31 de enero de 2018

LA PILA DE LOS MONOS: DONDE SE FUNDEN NATURALEZA Y CULTURA




Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Enclavada en lo profundo de una pronunciada cañada de la zona serrana, relativamente cerca de la cabecera municipal de Huajicori, se halla uno de los sitios arqueológicos más notables e interesantes del Estado de Nayarit y probablemente del país, mismo que es popularmente conocido como “Las Pilas de los Monos”. Nombrada así por las enigmáticas figuras grabadas en las paredes de piedra que conforman el conjunto.
El lugar se convierte en un maravilloso crisol donde se funden la belleza del entorno natural con las magníficas manifestaciones culturales del hombre de aquellos tiempos asentados en esta región.


Allá en el año 2000 más o menos, acompañando a los cordiales amigos de la Junta Vecinal de Huajicori y el camarada Miguel Ángel Delgado Ruiz, en ese tiempo coordinador de Juntas Vecinales y Museos Comunitarios del INAH y hoy Director del Museo Regional de Nayarit, recorrimos los cuatro o cinco kilómetros de terracería en auto, para luego hacer un trayecto de una hora a pie y a campo traviesa, admirando paisajes extraordinarios del sector que nos corresponde de Sierra Madre Occidental, que de ahí corre hacia el sur y va tomando diferentes nombres: de Huajicori, San Francisco, de Ixcatán, de Barbería, El Nayar, de Pajaritos, Pinabete, de Álica, de La Yesca, etc.

La biodiversidad se hace rápidamente presente, al mover la primera piedra que atrancará las ruedas del carro en el que viajamos, salta una culebra, de la cual dice el guía, que es venenosa, a pesar de sus bellos colores de franjas negras y amarillas.

Pasamos por una hermosa represa que desde arriba semeja un espejo acostado entre montañas; este marca el inicio del recorrido “a pata”. Subimos y bajamos lomas y montañas, los jóvenes de manera ágil se adelantan, los que no somos tan "contemporáneos" nos rezagamos, bufamos y mordemos con trabajo, pedazos de aire muy puro, que es parte del adorno y atractivo de una serranía que a todas luces ha sido sistemáticamente agredida por taladores y sus compinches que otorgan a diestra y siniestra permisos para explotar, sin piedad, esa enorme riqueza forestal. Aunque no es de dudar que lo hagan sin mediar permiso alguno, y lo peor, sin reponer uno solo de los árboles caídos por la acción del hacha asesina o la motosierra depredadora. Sin embargo, da gusto caminar por la sobreviviente flora de nombres deliciosos: venadillos, hinchahuevos, otates, habillas, palochinos, guaniquiles y muchos más que pelean el verde a una temporada de secas.

Después de una hora de escalar peñascos y bajar a los vallecillos entre montañas vigilantes, llegamos a un conjunto de rocas que otean la distancia y que resaltan en medio de la orografía brillando al sol semejando enormes guerreros tepehuanos, y a cuyos pies, en el fondo de una accidentada cañada, se encuentra el cauce seco de un arroyo –al menos en la temporada que fuimos, lejana de las lluvias, iba seco--; punto final de nuestro destino. En temporada de aguas, esta corriente nace en el cerro Bayo, y es el mismo que llega a Quiviquinta, donde es cruzado por el puente de Maromas.

Es necesario, dado la profundidad de la cañada y la inclinaciones de sus taludes o laderas, bajar con sogas, si no a rapel, sí de manera muy parecida, ejecutando toda suerte de malabarismos para evitar perder el equilibrio y caer hasta unas enormes ollas naturales, que al paso de los milenios han sido esculpidas pacientemente por el arroyo que rompe sobre las rocas que se atraviesan por su paso. Estas ollas o contenedores naturales de agua dan al bello lugar su nombre: “Las Pilas de los Monos”.

En tiempo de lluvias, este hermoso y escondido lugar debe de convertirse en encantadoras y profusas cascadas que bañan a los “monos”, que no son otra cosa que figuras grabadas en la roca y que seguramente representan a dioses o deidades cuyo significado tiene que ver con algún tipo de centro ceremonial. 

El Cronista de Acaponeta, Don Néstor Chávez Gradilla en su libro “Breve bosquejo histórico y descriptivo de la ciudad de Acaponeta” en su tomo I, menciona que acaso estos petroglifos pertenezcan al período de 5000 a 1000 A.C., que de ser exacto daría una antigüedad tal, que igualaría a las de las primeras aldeas campesinas que se fueron asentando en el Valle del Éufrates y el Tigris, que posteriormente conformarían la variada cultura de los pueblos de la Mesopotamia. 

Por su parte el también historiador y uno de los cronistas de Huajicori, el Dr. Efraín Rangel Guzmán, comenta en el video que corona esta nota y que se debe a la cámara y visión del Sr. Rubén Carrillo; que fueron los peregrinos nahuatlacas, que en su paso en búsqueda de asentamiento donde la leyenda dice que pararían donde se viera un islote con un águila devorando una serpiente, hicieron una parada en este lugar del hoye municipio de Huajicori y dejaron esa muestra extraordinaria de su expresión.

El Arqueólogo Francisco Samaniega Altamirano, quien ha hecho importantes estudios in situ de la Pila de los Monos, ha llegado a la conclusión que el sitio arqueológico corresponde al posclásico temprano situado entre los años 900 y el 1200 de esta era, correspondiente a la cultura Aztatlán y que los grabados fueron realizados por los "coracholes", que presumiblemente más tarde serían los "totorames". Aunque quizá, agrega el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), esa obra en piedra se deba a los tepehuanes históricos o "aúdam" del suroeste, mismos que llegaron a la zona entre los años 1300 a 1350, lo que supondría lo hicieron cuando Aztlán entraba en declive y que, manifiesta el arqueólogo Samaniega, es probable que estos grupos sociales fuesen los "chichimecas" históricos que desde Sonora y Chihuahua fueron empujando a los nahuas aztatecas a un abandono parcial de la zona. Sin duda todo lo anterior es muy interesante.



Nosotros como neófitos en el tema, solo podemos decir que los “monos” son sumamente interesantes. En una primera pila que recibe la corriente del agua, encontramos tres formas humanoides, con antenas que sobresalen de sus cabezas y que pareciera portan cascos, por lo que bien pudieran pensar algunos que se trata de seres extraterrestres o haría las delicias de charlatanes como Jaime Maussán, o el loco sueco aquel Erik von Daniken, que no daba ningún crédito a las obras monumentales de los seres humanos y todo lo atribuía a culturas avanzadas llegadas de otros mundos; a pesar de esas posturas, la grandiosa cultura del hombre antiguo no necesita de marcianos para crear arte sublime, entusiasmado misticismo, inspiración y ciencia para brillar con luz propia. Estos seres grabados en la piedra están rodeados de círculos concéntricos, espirales, grecas, equis y decorados intrigantes que deleitan la vista de quien los contempla.

En lo alto de esta pila cuelga una enorme roca también grabada, que corona los preciosos dibujos de los “monos”. Se dice que la pila fue dinamitada hace décadas por inconscientes, para drenar el agua, pues en su ignorancia buscaban ollas llenas de oro en el fondo de ese estanque y, que a decir de nuestro guía Martín Ramos Viera, destruyeron una de las paredes que creemos también tenía grabados, ya que una de las orillas del gran boquete muestra un diseño o dibujo a todas luces incompleto.

Es la tercera pila la que contiene un mayor número de grabados, con gran variedad de diseños y símbolos que hacen del lugar un rico hallazgo arqueológico y que tienen mucha similitud con las pinturas rupestres de Baja California, como la “Cueva de la Pintada” o también los “marcianos” del Tassili n´Ajer en el Sahara Africano.

Adivinar las formas depende de la imaginación de cada quien: flores, caracoles, soles, animales, cruces, estrellas y diversas figuras geométricas que le dan vuelta al perímetro interior de las pilas, que durante la temporada de lluvias quedan bajo el agua.

La acción del hombre es factor negativo para la supervivencia del sitio, siempre estará presente es espectro de la destrucción, como en el caso de los que dinamitaron la primera pila; algunos dibujos han sido incluso balaceados por estúpidos ignaros y otros no menos idiotas que han grabado en las decoradas paredes con sus iniciales o ese persignado que “creó” una cruz muy cristiana debajo de los tres “monos”. Es muy común que los visitantes lleven gises para remarcar las figuras y se logren apreciar en las fotografías, sin saber que la acción química del gis daña la roca. Afortunadamente, en aquel entonces, el lugar era poco accesible y recibía pocos visitantes, pero me dicen que ahora han facilitado el acceso al sitio que continúa son la protección y vigilancia de ninguna autoridad. Sin embargo, es menester informar al INAH del riesgo que corre este sensacional lugar nayarita y buscar, junto con las autoridades locales y la propia ciudadanía alternativas para su preservación.

Del lugar, sin duda, emana magia, y la paz de la cañada nos obliga a meditar acerca el paso del hombre sobre la tierra y la huella que con él imprime y que, cómo en este caso, perdura cientos, tal vez miles de años.

Es momento de regresar por donde venimos y compartir esta maravillosa experiencia, lo aprendido, lo comprendido, no sin antes seguir disfrutando la riqueza natural del entorno y sus secretos, como las ramas sorprendentes del árbol de coamecate de agua, que al cortarlas de un tajo con el machete despiden un líquido claro, listo para ser bebido, apagando la sofocante sed que produce la larga caminata.

A lo lejos, entre las montañas, aparecen claros en cuyo centro se levantan casitas de adobe y techos de palma, cuya arquitectura tiene una continuidad histórica de más de mil años.


Regresamos por una senda diferente, pedregosa que dificulta el andar, pero vamos contentos de haber sido testigos de tantas maravillas. Las Pilas de los Monos son joyas de gran valor que engalanan el riquísimo patrimonio cultural de Huajicori y la zona norte del Estado de Nayarit. Su estudio, comprensión y cuidados deben hacerse con metodología para desentrañar su misterio y recoger el mensaje que desde un remoto pasado nos dejaron nuestros ancestros. No destruyamos en un día lo que ha sobrevivido siglos, mejor hagámoslo nuestro y de las futuras generaciones.   

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