Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
De ninguna manera
pretendería yo defender a una persona como Enrique Peña Nieto, que nos tiene en
una crisis permanente, aunque él y sus colaboradores a diario nos relatan
cuentos chinos de un país en bonanza con ciudadanos felices y contentos. Es el
causante o cómplice directo de la terrible corrupción que se genera por la más
indignante impunidad con que se conduce la “justicia” en el país. Es además,
responsable de la gravísima inseguridad que padecemos los 120 millones de
mexicanos y que deja más muertos que la guerra en Siria.
No defendería nunca a un
personaje tan gris como EPN, sin embargo, creo que siendo justos, me parece mal
que lo “pendejeen” tanto cuando se le va un gazapo en sus discursos. Hay que
tener en cuenta que el copetudo mandatario dice varios discursos en el
transcurso del día, algunos de los cuales, estoy seguro, ni tiempo tiene para
leer antes de soltarlo ante decenas de cámaras y micrófonos, y ponerlo a
disposición de millones de mexicanos.Lo cual, no es sencillo.
Con justicia hay que agregar
que existen y son muy comunes los “lapsus
línguae”, que no son otra cosa que los errores que se cometen al hablar,
especialmente al decir mal una palabra o expresarla en lugar de otra. Eso nos pasa
a todos a diario, discurso o no.
Peña ha cometido lapsus, uno
detrás de otro, pero como no es muy querido por la porra, recibe las pullas y
le llueven los memes, como aquello del minuto que se convirtió en cinco. No se
trata de lapsus mayores, que habríamos de llamar “lapsus pendejus”, como cuando
no supo mencionar tres libros que hubieran influido en su vida, luego de que la
soltaran de manera sorpresiva la preguntita. Ni siquiera tuvo el ingenio de ese
otro bruto conocido en el bajo mundo de la delincuencia organizada como “Layín”, destacado caco de estas latitudes, quien respondió sin empacho ni rubor los tres
títulos: “Que nos vaya bien a todos”, “No ser ratero” y “Tener sentido común”.
Una joya este pollino.
Volviendo a Peña –por no
decir “volvido”--, hablar en público no es nada fácil, y más si el auditorio es
numeroso o estás frente a potentes reflectores que te hacen llorar, las flashes
de la prensa y el escrutinio siempre duro y demoledor de una sociedad que
gusta y desea verlo caer.
A todos nos sucede, ya que
somos humanos y erramos –incluso Peña lo es, aunque se nos figure habitante del
zoológico--. Su servidor regó soberanamente el tepache, cuando conduciendo la
participación de Tania Libertad en la plaza “Miguel Hidalgo” de Acaponeta durante uno de los Festivales Culturales y
ante 4 mil personas, presenté sin darme cuenta, al Presidente Municipal Efraín
Arellano Núñez, como “Efraín Arellano Félix”. Lapsus pendejus sin duda, sobre todo porque estaba a su lado el Comandante del 86 Batallón de Infantería que de milagro no se lo llevó preso.
Por ello, por única vez,
comprendo a Peña quien se equivoca en sus filípicas por el simple y llano hecho que decían los
latinos: “errare humanum est”.
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