Recientemente en diciembre, uno de los tantos visitantes que llegaron a pasar las fiestas navideñas entre nosotros, me comentó francamente divertido que era increíble la gran variedad de palabras que podemos catalogar como regionalismos y que la gente de Acaponeta y en general la zona norte y sur de Sinaloa, acostumbra a hablar.
Con el tiempo y luego de 22 años de vivir en esta noble tierra, ya nacionalizado acaponeteco, descubrí un montón de palabras más, que han hecho crecer mi vocabulario regional y comprender que finalmente los idiomas, cualquiera que estos sean, los construye el pueblo y no los eruditos académicos de la lengua. De ahí, registrados o no en los diccionarios, la gente en Acaponeta, entiende que "acuachar" es solapar, consentir o encubrir; que "nixtenco", son los restos de las brasas en la hornilla. "Chinacate", es un murciélago frugívoro de la región; que cuando alguien le grita a otro, "¡nanches de la loma!", significa que no hay nada y que "jacalear" es ir de metiche de casa en casa, donde no lo llaman a uno. "Cuichita", es algo fácil de realizar, como decir "pan comido". Y no piensen mal mis amigos cuando escuchen que una muchacha es "bizbirinda", o sea, una chica alegre, despierta y coqueta, generalmente "cotonuda", es decir, fodonga, palabreja esta última a la que no hay que buscarle traducción.
El lenguaje popular es rico en variantes fonéticas, a veces es tan solo mala pronunciación de los vocablos, que con el tiempo se transforman en gramática correcta, como cuando dicen "aguardar" por guardar, "adeveras" por verdadero o el muy utilizado "alcabos", por "al cabo" o "finalmente"; también "endenantes", por desde antes o con anterioridad.
Pienso por ejemplo en la palabra, ya muy común y aceptada de "haiga", barbarismo en lugar de haya o hubiera. Hoy es una aberración del lenguaje, pero en unos 50 ó 100 años o menos, será la forma correcta y aceptada hasta por los académicos, pues así lo quiso el pueblo.
Hace algunos años, la escritora y poeta acaponetense Abigaíl Villalobos Quintero, escribió un libro maravilloso, donde recopiló cientos de vocablos regionales que a lo largo de su vida escuchó y que, reuniendo en fiestas y tertulias a los paisanos, fue llenando de regionalismos un cuaderno de anotaciones, que finalmente derivó en el libro que les menciono al cual intituló "Así hablamos los de Acaponeta" y donde se pueden cortar flores exquisitas como "garrancho", rasgadura de la ropa que se atora en un gancho o clavo. "La gorupera", se oye mencionar en el jardín de niños, pues significa precisamente grupo de infantes inquietos. Y el güergüero, difícil palabreja que no es otra cosa que el tubo de la tráquea. "La gorda del perro", que hace referencia al hijo menor de una familia numerosa y no me imagino de dónde nació esto. Ahora sé que el dedo índice en estos lugares se le llama "lambecazuelas", pero también se refiere a los gorrones que llegan a las fiestas sin ser invitados. "Palitraco" le dicen a los flacos, que a la vez son "pusteques" pues tienen el hábito de comer poco. Ahora sé que en este municipio, cuando alguien "le rezumba la matraca" a otro, se refiere que es bueno para el chisme o el mitote.
La lengua, es el uno de los símbolos principales de la identidad y el tesoro más preciado de un pueblo, lástima que se pierda hoy entre tanta palabra que escupe eso que algunos llaman la caja idiota y es la televisión. Cuidemos nuestro idioma y sus bellos y resonantes regionalismos.
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