Esta es la ponencia que José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo, presentó el pasado sábado 7 de febrero de 2015, en el Museo Regional de Tepic, durante la celebración del Primer Aniversario de la Gaceta Cultural de la Fundación Tepic de Nervo A.C., que preside el Sr. Antonio de Jesús Muñoz Ramírez, y cuyo presidente honorífico es el Senador Manuel Humberto Cota; así como el 98 aniversario de la erección como Estado Libre y Soberano de Nayarit.
Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Buenas tardes a todos, es un
gusto estar aquí en este añejo y remodelado recinto del Museo Regional de
Nayarit, que tan bien dirige nuestro buen amigo Miguel Ángel Delgado Ruiz.
Por supuesto agradecer la
invitación que tan amablemente nos hizo Antonio de Jesús Muñoz Ramírez, a cuyo
frente de la Fundación Tepic de Nervo A.C., ha venido a llenar junto con su
Gaceta Cultural un espacio para los historiadores, cronistas de la entidad, o
todos aquellos que como bien dice el amigo Pedro Luna, “clionáuticos” que navegan
por esos tenebrosos océanos de la historia.
Felicitar al Senador Manuel Humberto
Cota, por participar en esta iniciativa que viaja entre los municipios,
rescatando un texto, un personaje, una fotografía, una canción, un hecho que
pudiera parecer intrascendente, pero que en el fondo es muy valioso.
Estos encuentros, tienen
otras ventajas para los que estamos de este lado, que aparte de que pagamos
para que nos alquilen, tenemos la oportunidad de compartir espacio y
experiencias con estimados amigos de afinidades comunes como Pedro Luna
Jiménez, gran amigo de Acaponeta y acucioso investigador de la UAN; Pablito
Torres Sánchez, cronista de Ixtlán, con quien hace un par de años entablamos
una relación de hermandad entre municipios que incluyó a los compañeros de la
Junta Vecinal de Acaponeta A.C., con los entusiastas amigos del Ecomuseo de
Ixtlán del Río, la puerta norte y la puerta sur de la entidad, de la que hemos
aprendido mucho, llevando a otro gran camarada: el Antropólogo Raúl Andrés
Méndez Lugo, cabeza y genio de esa novedosa iniciativa educativa que esperamos
implementar en Acaponeta. Así como con el Sr. Gabriel Ángel Pérez García,
historiador distinguido de El Colomo, Bahía de Banderas.
Entrando en materia, se nos
ha pedido que hagamos un recuento de personajes locales, en lo que a mí toca de
Acaponeta, mismos que han trascendido en la historia y han sido colaboradores
directos en la construcción de los municipios y en el prestigio de su fama a 98
años de formado el Estado de Nayarit.
Acaponeta, que ha sido un
municipio que ha transitado por todos los períodos históricos de la patria
mexicana. Ha dado a Nayarit, y por qué no decirlo, al mundo entero, hijos que
demuestran que el lugar junto al río donde el frijol se enreda a la caña
también “hace aire” y que, por azares de muchas circunstancias prodigiosas y
venturosas, ha sido llamada la Atenas de Nayarit, descollando en diversas áreas
del arte como son la poesía, a cuyo frente el Mago de las Letras Alí Chumacero
Lora, la máxima gloria del panteón acaponetense que animó a deidades menores a
explorar los campos y bosques metafóricos de la musa Erato, mismos que
escalaron hasta alcanzar las alturas del monte Olimpo, poético y literario:
Guillermo “Memo” Llanos Delgado, Héctor Gamboa Quintero, fiel escudero de Alí;
Ana María Gutiérrez de Rentería, Abigail Villalobos Quintero, el cronista
Néstor Chávez Gradilla, Don Pedro López Díaz, Roberto Delgadillo Gutiérrez y
muchos otros que han engrosado la bibliografía de la también llamada Ciudad de
las Gardenias.
En la música destacan los
apasionados y vanguardistas Genaro y Cecilio “Chilo” Morán, el percusionista de
renombre internacional Felipe Espinosa Gallardo “Tanaka”, el compositor de
bellas joyas locales Prof. Inocente Díaz Herrera, la maestra de pianistas
Agapita Jordán Gama, la también pianista Yolanda Alduenda, mencionando con
justicia a su señor padre Francisco Ricardo Alduenda, fundador de un
tradicional y recordado quinteto; el popular Aurelio “Calandrio” Rodríguez
Sarmiento y muchos más de apelativos como Segovia, los propios Rodríguez,
Orante, etc. que hicieron del oficio filarmónico una suerte de dinastía que aún
subsiste y que pasa de padres a hijos. Y hasta tengo la teoría de que Pedro
Infante fue procreado en Acaponeta, ya que siendo hijo del acaponetense Delfino
Infante, también músico, salió a una gira de trabajo y se llevó a su esposa
quien finalmente dio a luz en Mazatlán al que sería ídolo nacional y que, sin
lugar a dudas, fue procreado en Acaponeta, alguna calurosa noche de pasión.
Vladimir Cora, Nicolás
Contreras Sánchez, Néstor “Tito” Chávez Pérez, Abraham Chávez Muñiz, Juan Carlos Parra y otros que también han brillado en el firmamento
artístico de la plástica de Acaponeta, no pueden dejar de mencionarse en esta sucinta
relación.
En la parte histórica los
nombres del General Juventino Espinosa Sánchez, hoy compartido con Tecuala, Martín,
Pedro e Isaac Espinosa, revolucionarios valientes y protagónicos; por supuesto
el constituyente Juan Espinosa Bávara; el guerrillero cristero Porfirio “El
Pillaco” Mayorquín, como muchos otros de su tipo satanizado y relegado de los
primeros planos de la crónica oficial, obligadamente deben estar en la memorias
de la otrora ciudad de los pianos.
Y hasta atreviéndonos un
poco, añadiríamos a esta fugaz relación los nombre del sinaloense Rafael Buelna
Tenorio y el jalisciense Ramón Corona Madrigal, que si bien son hijos muy
notables de otros entrañables parajes nacionales y distintos momentos
históricos, por su estancia y presencia auténtica en Acaponeta, siempre serán
recordados.
Sin embargo, hay personajes
muy olvidados y en ocasiones hasta desconocidos para la mayoría de los
habitantes de este sector norte de la entidad, nombres como Xonácatl Tayorith,
Corinca o Francisco Pantécatl, merecen un lugar especial en la historia
regional o local.
Me referiré particularmente a
Don Francisco Pantécatl Otiplan, quizá uno de los primeros historiadores
del México conquistado y abatido por las huestes europeas, que a sangre y
fuego, sometieron y vejaron a los desgraciados habitantes de aquel entonces y
que, en memoriales que después pasaron a sus hijos y descendientes, habrían de
llegar más de 100 años más tarde a manos de otro personaje importantísimo en la
crónica nayarita y en general de la historia nacional, Fray Antonio Tello,
autor de una relación de hechos que tituló “Crónica Miscelánea de la Sancta
Provincia de Xalisco” misma que se compendia en seis libros, uno de los cuales
lamentablemente se perdió, y cuyo trabajo fue realizado entre 1638 y 1653, ya
casi al final de su vida. Sin embargo hay que hacer notar, como es lógico por
la antigüedad de los hechos y las labores que llevaba a cabo este personaje,
que algunos autores cuestionan la veracidad de lo que el sacerdote metido a
historiador afirma, principalmente porque constantemente confunde fechas,
nombres y lugares; o bien porque visto desde un punto más objetivo y formal,
hay situaciones y momentos que de ninguna manera pudieron haber ocurrido y
hasta algunos se atreven a afirmar que el buen Fray Antonio Tello inventa la
información; a pesar de ello, ahora sabemos también que el cronista del siglo
XVII llevó a cabo una muy amplia consulta de fuentes escritas de muy distintas
procedencias, como son las que provienen de la propia iglesia católica: bulas
papales o disposiciones de los obispos; o aquellos datos emanados de cédulas
reales, cartas de los virreyes, instrucciones del gobierno de Nueva Galicia o
bien los autos del cabildo de Guadalajara; e incluso trabajo de campo visitando
decenas de lugares llegando a obtener información hasta de epitafios inscritos
en las tumbas de algunos personajes que aparecerían posteriormente en su muy consultada
obra.
Así pues, regala Tello un lugar especial a Pantécatl tomando sus escritos y
dándoles validez y aunque expresa alguna
vez que las crónicas indígenas son regularmente patrañas, de alguna manera, tal
vez de manera muy velada, avala lo narrado por el acaponetense y termina
haciéndolo importante punto de referencia histórica y además, haciendo un
trabajo de comparación, pone frente a frente lo dicho por el indígena de
Acaponeta contra lo que narraron otros indios del México de ayer y reafirma los
datos del también cacique de Tzapotzingo e hijo del gran Hueytlahtoani Don Xonácatl Tayorith,
magnánimo señor y cacique de Aztatlán o Aztlán y los pueblos sujetos,
acaponetense pues.
Pantécatl, hace uso de lo que
hoy llamamos tradición oral, es decir, recoge lo que oyó decir o narrar a sus
antepasados, personas mayores de su familia y de los pobladores de esa zona. Tan
importante son los memoriales de este personaje, que narra en su relación de
hechos sobre el tránsito de las familias mexicanas que llevaban en andas a su
dios Huitzipochtli, calificando Tello de muy verosímil esas acciones, y su
supuesta salida de Chicomaxtoc, el mítico lugar de las siete cuevas, para ir
asentándose o tocando puntos de población importantes como Tzinaloa, Petlatán,
Culiacán, Chiametla, Tzenticpac, Jalisco, Valle de Banderas, Aguacatlán, Tzacoalco,
Coculam, Etzatlán, Tequila, Iztlán, Ocotlán, Atemajac, Tonalá, Cuitzeo, muchos
de ellos hoy históricos, cercanos y queridos pueblos de nuestra querencia y
sentimiento.
Por supuesto, el indio
Pantécatl, más tarde bautizado como Francisco, sufre en carne propia el
trato inhumano de los españoles. No acatando las órdenes del sátrapa Nuño de
Guzmán, quien lo requirió en Tepic y le pidió le llevase indios para construir
una casa, Pantécatl se recogió en Tzapotzinco, hasta donde mandó por él el
conquistador hispano para torturarlo y mantenerlo preso en un cepo por espacio
de dos meses.
Hay también y es menester
mencionarlo, algunas voces que dicen que es probable que Pantécatl no existió,
pero bien dice la historiadora Rosa H. Yáñez Rosales, Doctora en Antropología por la
Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora e investigadora del
Departamento de Estudios Mesoamericanos y Mexicanos de la Universidad de
Guadalajara, a la que cito: “En el nivel
textual, si bien Tello no es sistemático para citar las obras incluidas en su “Crónicas”, hay suficientes evidencias
para afirmar que efectivamente consultó un texto [el de Pantecatl]. Las
expresiones “dice que”, “que llama”
remiten a otra fuente.”
Sin duda, fue una suerte para
Fray Antonio Tello dar con estos importantes textos informativos nativos, que aportaron
valiosos datos recogidos de la tradición oral sobre los grupos indígenas de la
enorme región que dominaba la zona, su tradición religiosa y por supuesto, la
lengua con la que se comunicaban.
No dudo, y seguramente
demostraré mi supina ignorancia sobre el particular, que el acaponetense
Pantécatl, es uno de los primeros historiadores indígenas de lo que hoy
llamamos México, pues si consideramos a los documentos de inapreciable valor
humano para conocer el completo significado de lo que fue la Conquista son los
textos en lengua mexicana, como el llamado Códice de Aubin o el Manuscrito de
Tlatelolco, que, a más de ser un punto de partida para comparar los hechos que
ahí se mencionan nos dan cuenta de lo que Miguel León Portilla llamó, la visión
de los vencidos, que comenta el historiador y bibliógrafo Roberto Moreno de los
Arcos: “es una nueva forma de historiografía cuyo propósito central es mostrar
"la perspectiva y la imagen del otro".
Dentro de Mesoamérica, son
las culturas maya y náhuatl las que ofrecen el más amplio testimonio indígena
de la Conquista. Ambas fueron culturas con historia, escritura y transmisión
oral. Una breve mención del interés que tenían por la historia esos pueblos
indígenas, pondrá de manifiesto el porqué de su empeño por conservar su propia
visión de la Conquista.
Ahora valoramos en toda su
extensión la información que nos dejan por ejemplo las estelas mayas y otros
monumentos conmemorativos de ese pueblo y de los nahuas, los códices
históricos, los "libros de años", del mundo náhuatl prehispánico,
redactados a base de una escritura principalmente ideográfica e incipientemente
fonética, dan testimonio del gran interés que tenían por preservar el recuerdo
de los hechos pasados de alguna importancia.
Complemento de lo anterior
eran los textos fielmente memorizados en sus centros prehispánicos de
educación, donde se enseñaban a los estudiantes, además de otras cosas, las
viejas historias acerca de cuanto había sucedido, año por año, tal como se
consignaba en sus códices y que de manera oral pasaba de una generación a otra.
No exagero al decir que la
figura de Pantécatl, y conste que a propósito de manera parcial no diré “toda
proporción guardada” es el historiador nayarita que tiene paralelismo con
aquellos famosos Fernando de Alvarado
Tezozómoc y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl que fijan en sus textos, con la
vehemencia del vencido, los horrores de una hora aciaga y hacen una intensa y
angustiada exposición de la causa que perdieron. Sirvieron estos escritos
también como base para que historiadores de ascendencia indígena consagraran su
esfuerzo a dar a conocer en lengua española la historia de sus antepasados.
Es Francisco Pantécatl pues,
un personaje que debe ser rescatado de la bruma de la historia y dado a conocer
a los acaponetenses y nayaritas de hoy para orgullo de ellos mismos.
Servirá esta escueta e
incompleta ponencia de pretexto para sugerir a la autoridad cultural de la
Atenas Nayarita, para que su nombre quede inscrito en la Galería de Personajes
Ilustres de Acaponeta.
Muchas gracias.
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