ACLARACIÓN: Este comentario lo realicé en alguno de los homenajes a Alí Chumacero a los que me invitaron a participar.
Por: José Ricardo Morales y Sánchez
Hidalgo
Recién que llegue a radicarme en
Acaponeta, la ciudad de mis mayores, alguien me invitó a una actividad, donde
supuestamente el pueblo iba a poder externar su opinión acerca de todos los
temas que le afectaban; era una de esas demagógicas jornadas en las que el
gobierno estatal, porque a ellos se debía el acto realizado en el Auditorio
Municipal, una persona de reconocida presencia en la población, habló y muy mal
de Alí Chumacero. Hay que decir que esto fue a finales de los años 80 del siglo
pasado. Yo, he de reconocerlo, sabía de la existencia del poeta, pero nada más,
nunca lo leí hasta ese momento, ni conocía un rábano de su vida y obra. Aquel
chisme de ese ciudadano que puso a Alí como lazo de cochino, hizo que me
interesara más por el autor de “Páramo de Sueños”. Para empezar me enteré que
ese pleito era por el disgusto de esta persona conflictiva con uno de los sobrinos de Alí, a
pesar del paso de los años, el odio que solo se había generado en su mente continuaba, cosa que estoy seguro no le
quitaba el sueño al bardo originario del Barrio de la CH.
Aprendí primero que su obra es muy breve, pero dijera alguien por ahí, “sustanciosa”. Al respecto Alí dijo:
“He escrito poco. No me arrepiento es mejor
dejar una línea perdurable, que un grupo de libros que se tire al cesto de la
basura”
Dio a la luz pública: Páramo de
sueños (1944), Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo
(1956). Aunque escribió después, “todo lo
he guardado o quemado” y pitorreándose de sí mismo señaló alguna vez: “los lectores flojos podrían ufanarse de que
leyeron “las obras completas de Chumacero”.
Buscando oír mejores cosas de
Chumacero que las que se vertieron aquella mañana en el auditorio municipal,
encontré que el poeta y ensayista Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura ni
más ni menos, consideró a Chumacero como “mago
y maestro de los poetas modernos de México”. El también poeta, José Emilio
Pacheco destacó que la producción de Chumacero, era una “obra maestra impredecible e irrepetible que por sí sola explica el
posterior silencio de Chumacero...”; expresó también que los tres libros
que reúnen la obra poética de Chumacero son como “estrellas solitarias que brillan con luz propia en el cielo de la
poesía de nuestro idioma”, o bien “islas
rodeadas de silencio por todas partes…. Silencio y soledad son el marco
propicio para que resuene la elocuencia sin énfasis de sus poemas y se
quebranten las tinieblas con una luz que no enceguece, sino ilumina”.
Pero Alí replicó, con aquel sarcasmo
que todos adoramos: “No publico porque ya
publiqué lo que tenía que publicar. Todo lo que he escrito quedará por ahí, no
en el anonimato, pero sí en la oscuridad. Quiero que se entienda que el grueso
de mi obra está hecho, queda ahí”
MÓNICA MANSOUR |
Al escritor Marco Antonio Campos, Alí Chumacero le dijo:
“Escribí siempre de
noche. Redactaba el poema, corregía, lo pasaba en limpio, lo volvía a corregir.
Puedo mostrar que un poema mío tiene hasta sesenta o setenta versiones
corregidas. ¿Cómo los terminaba? Un poema no da más hasta que, leído en voz
alta, el poeta cree que no le falta ni un punto ni una coma. No era raro que me
tardara hasta un año en cerrar un poema”.
Para los que escribimos poesía, las lecciones de Alí son muy ilustrativas, prueba de ello son estas declaraciones:
“El defecto de mi poesía es que no es
plástica: es sugerente, impresionista. Es una copia de trasfondos: hay algo
detrás y detrás... Mi concepción estética, si pudiera llamarla así, sería la de
la rosa que cae: escribir cosas que dicen otras cosas... Eso obedece a una manera de percibir en
poesía como lo hacía en la música Claude Debussy... Yo he buscado una poesía
que diga algo, que no sólo emita la emoción, el gusto por la vida y por la
muerte, sino que tenga un sentido”.
Los críticos literarios dicen: Como
lector compulsivo, Chumacero se acercó a muchas y variadas literaturas, fue
lector de la Generación del 27, de Rafael Alberti y Federico García Lorca,
esencialmente, también de Luis Cernuda y los clásicos españoles. Asimismo,
tiene una marcada influencia de Amado Nervo, Neruda, Vicente Huidobro, César
Vallejo y autores en otras lenguas como Paul Valéry, Rainer Maria Rilke y T. S.
Eliot. Otra de sus lecturas favoritas siempre ha sido la Biblia, aunque se
declara ateo.
Y no se equivocan, ya que al respecto, Alí Chumacero explica:
“Es
sabido que yo seguí en un principio la poesía de Xavier Villaurrutia, algo más
tuve que ver con la poesía de Ramón López Velarde y, probablemente, en algún
momento puse atención a los poemas de Enrique González Martínez. Pero, mis
poemas, los iniciales, los primerísimos fueron simplemente una expresión casi
infantil, muy juvenil de lo que yo sentía como lector, como muchacho, como
joven que se acercaba al mundo ya en plena pubertad o un poco después”.
De Alí se puede hablar muchísimo, de
su poesía, de su carrera como corrector de estilo, de su oficio como tipógrafo,
de su innata capacidad de hacer amigos y hasta de sus innumerables anécdotas de
las cuales para rematar este artículo sobre el acaponetense, cito una:
En alguna ocasión hizo un poema al
torero Manolo Martínez, para aparecer en la biografía que sobre el matador
redactó Guillermo Cantú. Es un soneto que dice así:
Sobre la arena irrumpe la furiosa
verdad del toro, arcilla que destella
olas de asombro y alas de centella
que iluminan la tarde esplendorosa.
En suave conjunción, la mano airosa
del matador se acopla a la querella
del bruto: en su percal brilla la estrella
que guía aquel incendio hacia la rosa.
Contra viento y marea, fluye el brío
que habrá de sucumbir en la certera
quietud, como la yedra fatigada,
porque el diestro, al brindar su poderío
y detener el tiempo en su carrera,
levanta una columna sosegada.
Cuando le preguntaron al torero, que
cuál había sido su opinión acerca del soneto, este le dijo: “No entendí nada, está bien aburrido.”
Por último dos frases que debieran
ser célebres del bardo acaponetense: “Feliz
no es nadie, felices son los tontos; lo hermoso de la vida es todo, un grito,
una sonrisa, una mirada, todo…Ser felices, como irse al cielo, Dios me guarde,
ni de visita”.
Y luego agrega: “se dice que los pendejos no piensan, están en un error, piensan puras
pendejadas.”
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