Por: Dr. Efraín Rangel Guzmán
El mito en este caso concuerda en muchos
aspectos con documentación histórica, aunque no sea pretensión de los
pobladores hacerlo coincidir con los datos oficiales. Ya hemos reiterado en más
de una ocasión que la intención de los mitos no es fijar historiográficamente
los eventos, sino hacer las realidades prácticas y significativas para el grupo
que las comparte. El aspecto mítico tiene un trasfondo que se relaciona con el
pensamiento popular e identidad que comparten los huajicorenses, mientras que
los documentos históricos buscan registrar cronológicamente los acontecimientos
históricos. Por ejemplo, el mito reconoce que el primer santo que veneraban en
Huajicori era San Sebastián y poseía el título de patrono. En su caso la
historia escrita demuestra que el pueblo fue fundado por el padre franciscano
Andrés de Medina a finales del siglo XVI, y que este personaje estableció en el
lugar el culto a San Sebastián, en cuyo honor el poblado recibió el nombre de
“San Sebastián de Guaxicori”. Por su parte en el relato se narra que el lugar
estaba habitado por indígenas, lo que reafirman los documentos coloniales.
Todavía en el siglo XIX, Huajicori y una serie de pueblos anexos a éste eran
considerados asentamientos de indígenas tepehuanos, según lo demuestra Lumholtz.
En nuestros días muchas de las poblaciones de la zona se han integrado al
modelo mestizo, aunque aún reflejan rasgos indígenas en muchas de sus prácticas
cotidianas.
Finalmente, la primera etapa justifica la serie
de cambios que se llevan a cabo en el pueblo una vez que sucede el
acontecimiento milagroso. Es el momento de enganche, se anuncia que viene lo
más interesante de la trama. Resulta lógico que si el caserío, la iglesia y el
santo son arrebatados por la inundación, lo más factible es reconstruir o
renovar todo. Sin embargo las transformaciones no se realizan por iniciativa de
los nativos, sino que las impulsa la imagen recién llegada.
La sustitución de San
Sebastián por la virgen, no se llevó a cabo por vía del arrebato o lucha de
poderes entre las divinidades, sino que la segunda aprovechó el espacio vacante
para reconstruir la infraestructura espiritual. La imagen prefirió no
aparecerse en el lugar sagrado que ya había estado ocupado por otra divinidad,
y donde además de por sí resultaba poco seguro. Para ganarse el titulo de
patrona requería su propio espacio, distinto al anterior, retirado de la
comunidad que se inundaba y del río que siempre amenazaba con sus crecientes.
En este caso, “el lugar aparece como lugar elegido, por tanto incuestionablemente
la pertenencia está definida” (Velasco, 1989: 403). El sitio es por otra parte
la determinación histórica del relato, es decir, su prueba, su condición de
verdad aprobada (Velasco, 1989: 403).
B) SEGUNDA ETAPA
En su segunda etapa el
mito nos reitera que el espacio donde la virgen se apareció por primera vez no
fue Huajicori, sino la comunidad indígena tepehuana llamada Sihuacora, lugar
ubicado en la sierra entre los límites de lo que es hoy el municipio de
Huajicori y Mezquital, Durango. En dicho puesto tenía establecido su culto,
inclusive se celebraba su fiesta el 2 de febrero. Con el hecho de señalarnos
que la fecha de su celebración desde el principio era el 2 de febrero, nos
indican los nativos que siempre fueron conscientes que la imagen que han
venerado por poco más de tres siglos es la Virgen de la Candelaria. También
reconocen que la imagen en sus inicios no era propiedad de ellos.
El motivo por el que decide abandonar a los
indígenas serranos se debió a que en uno de esos días en que celebraban su
fiesta cometieron algunas faltas lo cual no fue del agrado de la imagen y
provocó su enojo. Estas faltas muy posiblemente estban relacionadas con prácticas idolátricas y
embriaguez excesiva, entre otras, las
cuales eran muy propias de los grupos indígenas de la región y que tanto
combatieron los evangelizadores a lo largo de la colonia para imponer la
religión católica. Al haberse presentado estos hechos la imagen huye hacia otro
lugar, la regresan a su recinto sagrado, le suplican perdón pero todos los
intentos fueron en vanos, ella decide buscar otro espacio y a otros fieles para
establecer su culto. Son cuatro escalas las que realiza antes de llegar a su
destino final, así como tres las ocasiones que la regresan los sihuacorenses
del sitio de Cimientos a su antiguo puesto.
Motivo de la huida
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Ofensa
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Espacio donde surgió la
ofensa
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Celebración de la fiesta
la Candelaria
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Agresores
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Indígenas
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Población
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Sihuacora
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Castigo
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Abandono
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Recuperación
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Arrepentimiento
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Número de desapariciones
en la comunidad primigenia
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Tres
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Número de estadios de la
ruta
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Cinco
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Características de los
lugares de escala
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Monte (apartado de las
poblaciones)
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Ubicación del primer
lugar de aparición (Sihuacora, Durango)
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Sierra calida a orillas
del río San Pedro (700 msnm)
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Ubicación del segundo
lugar de aparición (Cimientos, Nayarit)
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Sierra de pinos (2000
msnm)
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Ubicación del tercer
lugar de aparición (Los Altares, Nayarit)
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Sierra de pinos (1300
msnm)
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Ubicación del cuarto
lugar de aparición (Tierra Blanca, hoy Santa María de Picachos, Nayarit)
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Sierra de pinos (1480
msnm)
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Ubicación del quinto
lugar de aparición (Huajicori, Nayarit)
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Tierra llanosa al pie de
la sierra, cálido y a orillas del río Acaponeta (80 msnm)
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Tipos de clima que
destacan en el mito
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Frío/caliente
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Tipo de geografía
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Sierra/pie de sierra
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Ultima aparición
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Guaje (árbol de
cuastecomate)
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Destino final
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Pueblo de Huajicori
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La resistencia de la
imagen de no querer volver al sitio primigenio fue interpretada como enojo y a
la vez castigo a los indígenas infractores. Desde ese momento la divinidad deja
de pertenecer a la comunidad de Sihuacora, los miembros se resignan y prefieren
no reclamarla a ninguno de los lugares donde hace escala al realizar el
peregrinaje hacia la tierra caliente. Al parecer, el primer sitio no era
estratégicamente adecuado para que se quedara la imagen: contaba con pocos
habitantes, estaba muy alejado, había carencia de alimentos y de otras cosas de
primera necesidad que eran indispensables para mantener el culto.
El 2006 se realizó una
exploración etnográfica en Sihuacora, Cimientos y otros lugares serranos que
menciona el mito. En la primera comunidad pudimos percatamos que aún existen
restos de la antigua capilla, pequeñas paredes de adobe muy deterioradas que
según los lugareños corresponden a la capilla que le habían construido a la
virgen. En la actualidad ese espacio sagrado es el cementerio de la comunidad.
La imagen patrona de Sihuacora es la Virgen de la Candelaria, cuya imagen, de
acuerdo a comentarios de los nativos, les fue donada por un sacerdote de
Durango que visitaba de vez en cuando San Francisco de Ocotán hace como 30
años. Los indígenas fueron los que decidieron que fuera la advocación de la
Candelaria, la de su pueblo, haciendo honor a la historia de la Virgen de
Huajicori que ellos conocen, que más adelante abordaremos en su respectivo
apartado. Antes de eso, acudían a venerar a Nuestra Señora de Huajicori en su
celebración el 2 de febrero o iban el 04 de octubre a la fiesta de San
Francisco de Ocotán, lugar que funge como cabecera del anexo de Sihuacora.
En la comunidad tepehuana
denominada Cimientos también existen restos de piedra donde se pretendía erigir
una capilla a la virgen. Los vestigios encontrados en dicha comunidad son los
cimientos que tienen las siguientes medidas: a lo ancho el edificio iba a medir
8 metros y 18 de largo, con anchura de paredes de 80 centímetros a los cuatro
lados. En los demás lugares indicados en el relato no se encontró algo
parecido.
La ruta que tomó la
imagen, parte y une a la vez un territorio que posee características
geográficas y climáticas muy particulares y contrastadas, se conforma de zonas
bajas y altas, clima caliente y frío, y es habitado a la vez por mestizos e
indígenas. Dicha ruta ha sido desde la antigüedad uno de los caminos utilizados
por los indígenas para trasportar víveres y otros productos de la tierra
caliente al altiplano. La historia mítica resignifica los espacios por donde
pasa la imagen, muchos de ellos al parecer no tenían nombre como el caso de
Cimientos, ni estaban habitados. El mito transforma los puntos de estancia y al
mismo tiempo el territorio. La vía que antes del peregrinaje de la virgen era
específicamente comercial, ahora adquiere el matiz de sagrada. Entonces como
señala Carmagnani, “se concibe como algo que es, al mismo tiempo sagrado y
terrenal; sagrado porque es la dimensión espacial concedida por bondad divina a
sus hijos y terrenal porque es el espacio geográfico y humano susceptible de
sintetizar la satisfacción de las necesidades cotidianas y la reproducción de
las generaciones venideras” (Carmagnani 1988: 103 -104). También Bravo Marentes
arguye que “ordenar y nombrar el territorio permite establecer los referentes
que dan unidad al grupo, evitando la ruptura de los esquemas básicos y de
pensamiento y clasificación que le han permitido comprender y ubicarse en el
mundo” (Bravo 1994: 41). Por tal motivo, la travesía que realiza la imagen
tiene el propósito de fijar el territorio de culto, determinar los espacios de
uso cotidiano por los humanos y aquellos que tendrán sólo uso sagrado.
Los espacios sagrados funcionan como centros
cuyo objeto es de servir como lugares de encuentro entre los seres humanos y
las divinidades. Por ejemplo, el guaje solitario, antes de que se consumara la
aparición de la imagen no tenía un valor especial, era un árbol que servia como
leña o madera para la construcción de viviendas. Pero cuando sucede el hecho
misterioso todo el entorno donde se localiza éste adquiere significación
simbólica en la conciencia de los nativos. Entonces, la delimitación del lugar
es rigurosa y exacta. El punto concreto del hallazgo se reconoce siempre y
queda así marcado, tan marcado que se convierte en el centro o núcleo sobre el
que posteriormente se erigirá el santuario, de forma que ese punto coincide con
el altar. Se considera por el hecho del hallazgo, un altar elevado por tanto
sobre el contorno inmediato (Velasco 1989: 406).
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