martes, 26 de abril de 2011

EL MITO DE NUESTRA SENORA DE HUAJICORI EN EL ALTIPLANO Y PLANICIE DE LA REGIÓN TEPEHUANA (Sexta parte)

 
Por: Dr. Efraín Rangel Guzmán
 
El mito en este caso concuerda en muchos aspectos con documentación histórica, aunque no sea pretensión de los pobladores hacerlo coincidir con los datos oficiales. Ya hemos reiterado en más de una ocasión que la intención de los mitos no es fijar historiográficamente los eventos, sino hacer las realidades prácticas y significativas para el grupo que las comparte. El aspecto mítico tiene un trasfondo que se relaciona con el pensamiento popular e identidad que comparten los huajicorenses, mientras que los documentos históricos buscan registrar cronológicamente los acontecimientos históricos. Por ejemplo, el mito reconoce que el primer santo que veneraban en Huajicori era San Sebastián y poseía el título de patrono. En su caso la historia escrita demuestra que el pueblo fue fundado por el padre franciscano Andrés de Medina a finales del siglo XVI, y que este personaje estableció en el lugar el culto a San Sebastián, en cuyo honor el poblado recibió el nombre de “San Sebastián de Guaxicori”. Por su parte en el relato se narra que el lugar estaba habitado por indígenas, lo que reafirman los documentos coloniales. Todavía en el siglo XIX, Huajicori y una serie de pueblos anexos a éste eran considerados asentamientos de indígenas tepehuanos, según lo demuestra Lumholtz. En nuestros días muchas de las poblaciones de la zona se han integrado al modelo mestizo, aunque aún reflejan rasgos indígenas en muchas de sus prácticas cotidianas.
Finalmente, la primera etapa justifica la serie de cambios que se llevan a cabo en el pueblo una vez que sucede el acontecimiento milagroso. Es el momento de enganche, se anuncia que viene lo más interesante de la trama. Resulta lógico que si el caserío, la iglesia y el santo son arrebatados por la inundación, lo más factible es reconstruir o renovar todo. Sin embargo las transformaciones no se realizan por iniciativa de los nativos, sino que las impulsa la imagen recién llegada. 
La sustitución de San Sebastián por la virgen, no se llevó a cabo por vía del arrebato o lucha de poderes entre las divinidades, sino que la segunda aprovechó el espacio vacante para reconstruir la infraestructura espiritual. La imagen prefirió no aparecerse en el lugar sagrado que ya había estado ocupado por otra divinidad, y donde además de por sí resultaba poco seguro. Para ganarse el titulo de patrona requería su propio espacio, distinto al anterior, retirado de la comunidad que se inundaba y del río que siempre amenazaba con sus crecientes. En este caso, “el lugar aparece como lugar elegido, por tanto incuestionablemente la pertenencia está definida” (Velasco, 1989: 403). El sitio es por otra parte la determinación histórica del relato, es decir, su prueba, su condición de verdad aprobada (Velasco, 1989: 403). 

B) SEGUNDA ETAPA 

En su segunda etapa el mito nos reitera que el espacio donde la virgen se apareció por primera vez no fue Huajicori, sino la comunidad indígena tepehuana llamada Sihuacora, lugar ubicado en la sierra entre los límites de lo que es hoy el municipio de Huajicori y Mezquital, Durango. En dicho puesto tenía establecido su culto, inclusive se celebraba su fiesta el 2 de febrero. Con el hecho de señalarnos que la fecha de su celebración desde el principio era el 2 de febrero, nos indican los nativos que siempre fueron conscientes que la imagen que han venerado por poco más de tres siglos es la Virgen de la Candelaria. También reconocen que la imagen en sus inicios no era propiedad de ellos.
El motivo por el que decide abandonar a los indígenas serranos se debió a que en uno de esos días en que celebraban su fiesta cometieron algunas faltas lo cual no fue del agrado de la imagen y provocó su enojo. Estas faltas muy posiblemente estban relacionadas con prácticas idolátricas y embriaguez excesiva, entre otras, las cuales eran muy propias de los grupos indígenas de la región y que tanto combatieron los evangelizadores a lo largo de la colonia para imponer la religión católica. Al haberse presentado estos hechos la imagen huye hacia otro lugar, la regresan a su recinto sagrado, le suplican perdón pero todos los intentos fueron en vanos, ella decide buscar otro espacio y a otros fieles para establecer su culto. Son cuatro escalas las que realiza antes de llegar a su destino final, así como tres las ocasiones que la regresan los sihuacorenses del sitio de Cimientos a su antiguo puesto.

Motivo de la huida
Ofensa
Espacio donde surgió la ofensa
Celebración de la fiesta la Candelaria
Agresores
 Indígenas
Población
 Sihuacora
Castigo
 Abandono
Recuperación
 Arrepentimiento
Número de desapariciones en la comunidad primigenia
Tres
Número de estadios de la ruta
Cinco
Características de los lugares de escala
Monte (apartado de las poblaciones)
Ubicación del primer lugar de aparición (Sihuacora, Durango)
Sierra calida a orillas del río San Pedro (700 msnm)
Ubicación del segundo lugar de aparición (Cimientos, Nayarit)
Sierra de pinos (2000 msnm)
Ubicación del tercer lugar de aparición (Los Altares, Nayarit)
Sierra de pinos (1300 msnm)
Ubicación del cuarto lugar de aparición (Tierra Blanca, hoy Santa María de Picachos, Nayarit)
Sierra de pinos (1480 msnm)
Ubicación del quinto lugar de aparición (Huajicori, Nayarit)
Tierra llanosa al pie de la sierra, cálido y a orillas del río Acaponeta (80 msnm)
Tipos de clima que destacan en el mito
Frío/caliente
Tipo de geografía
Sierra/pie de sierra
Ultima aparición
Guaje (árbol de cuastecomate)
Destino final
Pueblo de Huajicori


La resistencia de la imagen de no querer volver al sitio primigenio fue interpretada como enojo y a la vez castigo a los indígenas infractores. Desde ese momento la divinidad deja de pertenecer a la comunidad de Sihuacora, los miembros se resignan y prefieren no reclamarla a ninguno de los lugares donde hace escala al realizar el peregrinaje hacia la tierra caliente. Al parecer, el primer sitio no era estratégicamente adecuado para que se quedara la imagen: contaba con pocos habitantes, estaba muy alejado, había carencia de alimentos y de otras cosas de primera necesidad que eran indispensables para mantener el culto.
El 2006 se realizó una exploración etnográfica en Sihuacora, Cimientos y otros lugares serranos que menciona el mito. En la primera comunidad pudimos percatamos que aún existen restos de la antigua capilla, pequeñas paredes de adobe muy deterioradas que según los lugareños corresponden a la capilla que le habían construido a la virgen. En la actualidad ese espacio sagrado es el cementerio de la comunidad. La imagen patrona de Sihuacora es la Virgen de la Candelaria, cuya imagen, de acuerdo a comentarios de los nativos, les fue donada por un sacerdote de Durango que visitaba de vez en cuando San Francisco de Ocotán hace como 30 años. Los indígenas fueron los que decidieron que fuera la advocación de la Candelaria, la de su pueblo, haciendo honor a la historia de la Virgen de Huajicori que ellos conocen, que más adelante abordaremos en su respectivo apartado. Antes de eso, acudían a venerar a Nuestra Señora de Huajicori en su celebración el 2 de febrero o iban el 04 de octubre a la fiesta de San Francisco de Ocotán, lugar que funge como cabecera del anexo de Sihuacora.
En la comunidad tepehuana denominada Cimientos también existen restos de piedra donde se pretendía erigir una capilla a la virgen. Los vestigios encontrados en dicha comunidad son los cimientos que tienen las siguientes medidas: a lo ancho el edificio iba a medir 8 metros y 18 de largo, con anchura de paredes de 80 centímetros a los cuatro lados. En los demás lugares indicados en el relato no se encontró algo parecido.
La ruta que tomó la imagen, parte y une a la vez un territorio que posee características geográficas y climáticas muy particulares y contrastadas, se conforma de zonas bajas y altas, clima caliente y frío, y es habitado a la vez por mestizos e indígenas. Dicha ruta ha sido desde la antigüedad uno de los caminos utilizados por los indígenas para trasportar víveres y otros productos de la tierra caliente al altiplano. La historia mítica resignifica los espacios por donde pasa la imagen, muchos de ellos al parecer no tenían nombre como el caso de Cimientos, ni estaban habitados. El mito transforma los puntos de estancia y al mismo tiempo el territorio. La vía que antes del peregrinaje de la virgen era específicamente comercial, ahora adquiere el matiz de sagrada. Entonces como señala Carmagnani, “se concibe como algo que es, al mismo tiempo sagrado y terrenal; sagrado porque es la dimensión espacial concedida por bondad divina a sus hijos y terrenal porque es el espacio geográfico y humano susceptible de sintetizar la satisfacción de las necesidades cotidianas y la reproducción de las generaciones venideras” (Carmagnani 1988: 103 -104). También Bravo Marentes arguye que “ordenar y nombrar el territorio permite establecer los referentes que dan unidad al grupo, evitando la ruptura de los esquemas básicos y de pensamiento y clasificación que le han permitido comprender y ubicarse en el mundo” (Bravo 1994: 41). Por tal motivo, la travesía que realiza la imagen tiene el propósito de fijar el territorio de culto, determinar los espacios de uso cotidiano por los humanos y aquellos que tendrán sólo uso sagrado.
Los espacios sagrados funcionan como centros cuyo objeto es de servir como lugares de encuentro entre los seres humanos y las divinidades. Por ejemplo, el guaje solitario, antes de que se consumara la aparición de la imagen no tenía un valor especial, era un árbol que servia como leña o madera para la construcción de viviendas. Pero cuando sucede el hecho misterioso todo el entorno donde se localiza éste adquiere significación simbólica en la conciencia de los nativos. Entonces, la delimitación del lugar es rigurosa y exacta. El punto concreto del hallazgo se reconoce siempre y queda así marcado, tan marcado que se convierte en el centro o núcleo sobre el que posteriormente se erigirá el santuario, de forma que ese punto coincide con el altar. Se considera por el hecho del hallazgo, un altar elevado por tanto sobre el contorno inmediato (Velasco 1989: 406).

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