Por el coordinador del proyecto: Antropólogo Raúl Andrés Méndez Lugo
Estación del tren en Tepic, Nay. |
Don Everardo Peña Navarro,
pionero de los estudios históricos en el siglo XX sobre Nayarit, nos dice que en
1914 los enfrentamientos entre huertistas, carrancistas, obregonistas y
villistas, “le dieron al traste al flamante ferrocarril recién inaugurado por
Pino Suárez, viéndose precisada la Compañía a abandonar la línea casi por
completo, haciendo que en pocos años la vía se destruyera, al grado de hacer
imposible todo tráfico en ella. Los durmientes se acabaron, las lluvias
deslavaron los terraplenes y los puentes fueron incendiados. Este fue el
segundo fracaso del ferrocarril a Tepic, hasta que en 1919, se comenzó con
lentitud a reconstruir la vía, y por fin, el 5 de febrero de 1922, después de 7
años de aislamiento, llegó a Tepic el primer tren de pasajeros procedente de
Mazatlán “.
Estación del FFCC en Compostela |
Don Salvador Gutiérrez
Contreras, historiador nayarita y cronista de Compostela, nos informa en su
magnífico libro “Historia de Compostela, Nayarit” , editado en 2003, que los
primeros trenes del ferrocarril Sud-Pacífico llegan a la estación de Compostela
el 31 de enero de 1925, cuya tripulación era norteamericana. También nos dice
que el primer jefe de estación fue Miguel Peregrina Gómez, quien tomó posesión
de su puesto el 13 de enero de 1926. De la misma manera, establece que la
primera requisición y venta de boletos fue el 19 de febrero de 1929, siendo
jefe de la estación el Sr. Enrique M. Rodríguez, conocido con el apodo de “El
Bombillas”. Menciona también como jefes
de estación a Enrique Rivas Pantoja (1934), Alfonso Rivera Díaz (1935), Juan F.
Villanueva (4-08-1938), Narciso Damy (3-10-1945), Loreto V. Rosales ( 11-06-1948),
Leocadio Rodríguez (25-06-1948), Miguel Peregrina Gómez (1952 y 1961), Ignacio
Vargas (16-10-1954), Benjamín González Pérez (14-03-1959), Antonio Rendón
Jiménez (1960) y Arturo Ceceña Rendón (11-02-1971). Don Salvador anota que se
cancelaron los servicios de la estación de Compostela el 6 de octubre de 1997,
siendo jefe de estación Ceceña Rendón, quien le comentó que la empresa del
ferrocarril había sido adquirida por Union Pacific e ICA (Ingenieros Civiles
Asociados).
Gutiérrez Contreras
menciona que por esa estación se embarcaban productos agrícolas del municipio,
como maderas, carbón vegetal, maíz, arroz, metales a San Luís Potosí; grandes
cantidades de ganado vacuno y porcino, principalmente con destino a
Guadalajara. También llegaban mercancías diversas, productos alimenticios, ropa
y materiales de construcción.
Estación del FFCC de Ahuacatlán |
Don Rubén Arroyo Arámbul,
Cronista de Ahuacatlán nos regala una hermosa crónica de la llegada de la
“punta de fierro” a esa localidad, producto de las memorias del Sr. Refugio
Llamas Guerrero, anotando lo siguiente: “el día 22 de septiembre de 1925, llegó
la “punta de fierro” del ferrocarril Sud-Pacífico de México, fue la máquina 401
que rodó por los rieles por primera vez en el llano de Ahuacatlán, su conductor
fue el Sr. Luke, eran las 5 de la tarde cuando la máquina entro silvando y
tañendo su campana jubilosamente en señal de triunfo”. Más adelante el cronista
escribe, “la vivencia de ser testigos de tan novedoso acontecimiento quedó
grabada en la memoria de quienes lo presenciaron; después de 48 años, en
entrevistas realizadas, nos comentaron: Angelita Rea: “ya teníamos mucho rato
esperando a la mentada punta de fierro, cuando por fin la oímos a lo lejos,
nunca habíamos escuchado nada parecido, el ruido era más grande que la
caballería de mi general Buelna; unos querían huir y otros entre risas
nerviosas nos quedamos dizque quietos. Con un largo y fuertísimo pitido que se
nos metía hasta el tuétano, la vimos llegar, la tierra temblaba, las bestias de
carga se encabritaron, los perros con la cola entre las patas se escondían
asustados. Parecía cosa del diablo, las mujeres con el Jesús en la boca nos
quedamos como estatuas; yo, pos pa que le digo que no ¡casi me hago de las
aguas !...”. “la mayor parte del pueblo
se reunió en el llano para presenciar este gran acontecimiento. Doña
Prisciliana Rincón Vda. De Martinez con ayuda de otras señoras y señoritas
preparó una tamalada que repartió a la mayor parte de los asistentes. La banda
de música del pueblo dirigida por don Braulio Aranda hizo acto de presencia
amenizando aquel acto tan lleno de alegría y a la llegada de la locomotora
lanzó al aire repetidas veces sus alegres dianas, patentizando así la gran
satisfacción popular de tan importante servicio...” y continúa “...Por la noche
tuvo lugar un grandioso baile organizado por la H Junta de Mejoras Materiales,
en honor del conductor Sr. Luke y su tripulación en la casa que hoy es
habitación de la señora Ernestina Casillas Vda. de Rodríguez; siendo así como
el pueblo de Ahuacatlán celebró la llegada del ferrocarril a estas tierras...”
. Para que quedara un recuerdo de este
importante acontecimiento, Ferrocarriles de México mandó fabricar unos clavos
de vía especiales que fueron repartidos entre los asistentes; en la superficie
de la cabeza del clavo aparecía grabado el número 25, año en que llegó la punta
de fierro. Don Juan Espinosa, presidente municipal, en su discurso de
bienvenida enfatizó “ a partir de hoy, el progreso de Ahuacatlán irá sobre
ruedas".
Agustín Borrego Rivas, era
originario de Mapimí, Durango, y allá en su estado natal trabajó como
telegrafista, concretamente en Gómez Palacio, Durango. Posteriormente, en 1908,
llegó al estado de Sinaloa, a la Cruz de Elota donde asumió el cargo de Jefe de
Estación, luego en 1919 fue enviado a Acaponeta para ocupar el mismo cargo y
aquí permaneció hasta el final de su existencia, su muerte acaeció un 25 de
marzo de 1934.
Sin embargo, es importante
mencionar que Agustín Borrego no fue el primer Jefe de Estación en Acaponeta,
sino que le sucedió en el cargo a Don José Frankliyn Magallanes y a éste le
siguió el señor Nicolás Díaz Quintero, en consecuencia, Don Agustín Borrego fue
el tercer Jefe de Estación del Ferrocarril.
Agustín Borrego fue un
férreo impulsor del sindicalismo, pero también en este renglón destaca la
figura de Sebastián Marroquín Noriega, quien participó en la constitución del
Sindicato de Cargadores y Carretoneros de Acaponeta, con la conformación del
sindicato se logró el establecimiento de tarifas justas para que los trabajadores
recibieran un salario digno y decoroso.
Con la desaparición física
de Don Agustín Borrego, el sindicato cambió su nombre por el de “Sindicato de
Cargadores y Alijadores Agustín Borrego de Acaponeta,” en memoria de este
luchador social que aportó mucho a la vida de los trabajadores ferroviarios,
fue tanto el aprecio que se ganó el duranguense, que sus compañeros decidieron
ponerle su nombre a una calle de Acaponeta, precisamente situada al margen de
la vía del ferrocarril.
Mientras, Sebastián
Marroquín Noriega tenía una carreta y en ella transportaba mercancías del
ferrocarril. Cuando Don Sebastián Marroquín ya no pudo—seguramente por sus
años—continuar con su trabajo, su hijo Agustín Marroquín Gómez, se hizo cargo
de la responsabilidad que le dejara su padre, lo hizo prácticamente toda su
vida.
Néstor Chávez, narra que
los trenes con máquinas de vapor que transitaban por Acaponeta, usaban como
combustible la hulla, o carbón de piedra que producía un humo espeso, negro y
asfixiante. Comenta que la fuerza energética que generaba el vapor de las
calderas era tanto que las máquinas llegaban a jalar hasta cincuenta furgones
cargados.
Poco después, comenzaron a
usarse los trenes mixtos, los cuales traían unos cinco vagones de pasajeros y
detrás de estos otros vagones especialmente para carga. Cuando era necesario
tirar un número mayor de furgones cargados, se les reforzaba con dos máquinas.
En 1927, arribó a Acaponeta
procedente de Ameca, Jalisco, Don Pedro M. Navarro, quien compró una amplia
construcción con portal de madera y teja, ubicada justamente frente a la
estación del ferrocarril, en la esquina que forman las calles Agustín Borrego y
Zacatecas. El inmueble era propiedad de una señora conocida solamente como Doña
Chana.
En ese lugar, Don Pedro M.
Navarro, fundó un almacén o expendio para la venta de todo tipo de mercancías,
luego firmaría un convenio con los propietarios del Ferrocarril para abastecer
a todos los trabajadores del Sud Pacífico, se dice que este negocio establecido
por Pedro M. Navarro llegó a tener un gran éxito por la afluencia de
trabajadores y pasajeros que aprovechaban la escala o la parada del tren para
surtirse de alguna mercancía.
Dice el historiador
acaponetense, que al regularizarse el transporte ferroviario, comenzaron a
funcionar los trenes de carga a los cuales se les adicionó una mayor cantidad
de furgones a medida que se incrementaba el servicio.
En aquellos tiempos, las
máquinas se movían a base de vapor de agua, por ello se les identificaba como
máquinas de vapor. Chávez Gradilla, ilustra, que donde termina la calle
Veracruz, al norte de la ciudad, justamente adonde llega la vía, se encontraba
un enorme tanque con agua al que la gente “bautizó” como el "tambo del
ferrocarril". En ese lugar se detenían las máquinas para abastecerse de agua.
Para llenar de agua a ese enorme tanque, se bombeaba desde una noria que se
encontraba al pie del Arroyo de La Viejita, donde actualmente se encuentra la
capilla en la colonia conocida como Invinay.
Posteriormente, estas
instalaciones se trasladaron junto al río. La bomba estaba entonces
prácticamente en las faldas del cerro, a la entrada del puente del Ferrocarril,
y extraía agua del lecho del río, junto a los tambos que resisten el peso del
puente.
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