viernes, 8 de julio de 2011

RECHAZADOS


La política en tacones
Pilar Ramírez
8 de julio de 2011

Como cada año, miles de aspirantes a ingresar a la educación superior ya fueron o serán rechazados. Algunos morderán el anzuelo que muchísimas instituciones particulares de dudosa calidad tiran a los desesperados padres de familia que se niegan a que sus hijos sean calificados de “ninis”, o peor aún, que vivan como tales. Sólo unos cuantos de los que no lograron ingresar a las universidades públicas más demandadas ―cuyos padres ganan mucho más que los míticos seis mil pesos que supuestamente alcanzan para la educación privada― tendrán como opción las universidades particulares de prestigio.
La mayoría pasarán a formar parte de esa gran masa que acude a las marchas para protestar por la falta de oportunidades, que consigue un empleo inestable con una salario infame, que guarda las esperanzas un año en espera de tener mejor suerte en el siguiente examen o simplemente se quedan en sus casas hasta que su vida toma un derrotero distinto al que hubieran podido tener con una formación profesional.
Nada en el panorama educativo indica que el círculo vicioso de mucha demanda, pocas instituciones, aspirantes frustrados, empleos infames, país con escasa educación superior, rezago salarial, investigación y desarrollo insignificantes socialmente pueda romperse. No se trata sólo del problema que se manifiesta cada año, sino el que se va acumulando. Los aspirantes organizados en agrupación de rechazados de la educación superior que marcharon recientemente de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros a la Secretaría de Educación Pública para exigir una solución, que muy probablemente no llegará, calculan en 200 mil el número de jóvenes que no encontraron un lugar en las universidades públicas. Cifra muy conservadora y referida exclusivamente al Distrito Federal, pues sólo la UNAM dejó fuera a cerca de 140 mil aspirantes, mientras que el Instituto Politécnico Nacional no puede admitir a 65 mil.
El problema se ahonda con las universidades estatales, tecnológicos y con las escuelas normales. La Universidad Veracruzana, por ejemplo, bien posicionada en el “ranking” nacional tampoco puede colmar las aspiraciones de educación de miles de jóvenes. Las escuelas normales, que hace muchos años eran como un refugio “por si el hijo no quedaba en la universidad”, ahora rechazan a miles que no tienen precisamente vocación docente sino necesidad de asegurar un empleo; pero incluso los que logran ingresar ya tampoco pueden presumir esa certeza, pues las oportunidades de obtener una plaza docente también están cada vez más reducidas para quienes ya concluyeron alguna de las licenciaturas normalistas.
La directora del Instituto Politécnico Nacional, durante la pasada entrega de la Presea Lázaro Cárdenas, pronunció un discurso de exigencia, planteando un panorama desalentador pero cercano a la realidad. Aseguró que es necesario duplicar el 30 por ciento de jóvenes demandantes de educación superior que logran obtener un lugar en ella, criticó el alto costo de formar a un joven universitario para que éste termine en el subempleo o en actividades ilícitas, señaló muy atinadamente que han transcurrido 75 años desde la creación del IPN, pero que la pobreza y la desigualdad persisten como razones para hacer esfuerzos mayores y afirmó enfáticamente que la educación debe ser un arma para combatir al narcotráfico.
Su discurso, moderado si se compara con los hechos y las cifras, no gustó a su jefe, el Presidente de la República, quien en su turno la reconvino mostrando un panorama de bienestar y felicidad, con un discurso de ésos que escriben los asesores desde un escritorio donde no pueden ver la frustración de miles de jóvenes para quienes el futuro no es de bienestar y mucho menos de felicidad, pero que tanto gustan a nuestra clase política.
Y así, mientras cientos de miles de padres de familia no concilian el sueño pensando en el futuro incierto de sus hijos que no lograron ingresar a una institución de educación superior porque no hay capacidad suficiente, no se sabe qué sucedió con 50 mil millones de pesos en el ISSSTE, el alcalde de Coatzacoalcos se fue a un outlet de camiones usados para la basura en Estados Unidos y los quiso hacer pasar como nuevos, los procesos electorales son un derroche no de democracia sino de dinero para conseguir el sufragio de los pocos votantes que acuden a las urnas, 93 mil millones de pesos en capitales mexicanos emigraron al extranjero cuando aquí pudieron generar empleos y riqueza pero sus dueños no sienten seguro su dinero en el país, en educación se destinan importante cantidades para recompensar a docentes por entrenar a buenos contestadores de exámenes para hacernos pensar que nuestra educación va mejorando y la lista podría seguir sólo con los casos conocidos de derroche o mala aplicación del erario público. Esos padres preocupados y los aspirantes rechazados quizá no pueden dejar de pensar en cuántas universidades y buenos docentes se podrían tener con todos esos recursos.
Puede ser que la enseñanza no se considere buena inversión, excepto quizá para el despacho que por talleres de Clima Laboral obtuvo en la Secretaría de Gobernación un contrato de más de nueve millones de pesos en adjudicación directa. Y luego dicen que la docencia está subvalorada en nuestro país.
ramirez.pilar@gmail.com
(Cortesía de "Periodistas en Línea")

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