miércoles, 17 de septiembre de 2025

DE CHILE, DE DULCE Y DE MANTECA

 


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

DE CHILE: Es imposible ocultar toda la basura debajo del tapete. Tal vez uno o dos días se pueda, pero no para siempre. La suciedad es tal en este régimen de la dizque cuarta transformación, que ya se acumula una torre de estiércol, apestoso y purulento, debajo del tapete “de la honestidad” de un gobierno que en ratos parece naufragar y que intenta, infructuosamente, maquillar la “prasadanta con “AClaudia Sheinbaum, en sus cada día más patéticas “mañaneras del pueblo”. 

Los jerarcas de la 4T piensan que con solo darle al “pueblo sabio y bueno” frases hechas en el anterior gobierno, es suficiente para que todos lo crean. Especulan que, en efecto, como decía el jefe de propaganda nazi Josef Goebbels, “una mentira contada mil veces se convierte en una verdad”. Por ello brotan como hongos, los consabidos: “No somos iguales”, “Ya no hay corrupción”, “la austeridad republicana”, “vamos bien”, “los neoliberales del pasado son los culpables”, “la prensa chayotera siempre nos ataca”, y mucha saliva echada fuera en forma de palabras falaces y pretextos que ya no llenan los espacios. 


Claudia Sheinbaum, pienso yo, que ya debe estar harta de defender lo indefendible y verse rodeada de tanto sinvergüenza y la patanería de muchos morenistas a su alrededor. Cada día va cayendo a pedazos el endeble castillito de naipes que construyó a base de mentiras y costosas fantasías Andrés Manuel López Obrador. Ahora, un nuevo escándalo de corrupción mancha “las impolutas” faldas de la 4T, el llamado “huachicol fiscal”, es decir, ya no se trata de solo perforar oleoductos o tomas donde transita el combustible, sino de una mega industria de robo de carburantes a gran escala, en la cual se involucran 14 buques cargueros, cientos de pipas, literalmente la toma de puertos y aduanas, así como la participación de agentes aduaneros corruptos, muchos de ellos “servidores públicos” adscritos a la Secretaria de Marina y hasta empresarios, pasando por una runfla de perversos depredadores del erario público, hoy tan golpeado; todos, por supuesto de Morena.


Este huachicol fiscal significa un quebranto híper millonario para el gobierno de México. Se calcula que, solo en 2024 entraron indebida y clandestinamente, 18 mil millones de litros de combustible ilegales en el mercado mexicano. Ese mercado negro de combustibles le cuesta al erario unos 177.000 millones de pesos al año, cantidad que no cabe en las neuronas. Como ya se ha visto, todo lo malo que está sucediendo en esta pobre nación, los hilos conductores o los caminos llevan directamente a López Obrador. Ese oscuro personaje, al que llaman “el mejor presidente que ha tenido México”, quien sin rubor y con la desfachatez con que caracterizó su desastroso gobierno, nos gritó, que ya se había acabado con el huachicol. 

En este escándalo, desenfrenado, descarado, desvergonzado, inmoral y traidor a la patria, están envueltos el ex Secretario de Marina Almirante Rafael Ojeda, dos miembros de su familia, uno preso y el otro prófugo; otros altos mandos de esa misma fuerza naval, el Fiscal General de la República Alejandro Gertz Manero, decenas de agentes aduanales y, muy seguramente, machuchones de la cuarta transformación, entre ellos, el inefable Andy, quienes se enriquecieron a manos llenas con este “negocito”. Pero, como dije arriba, si se sigue la huella huachicolera, iremos a parar directamente el rancho “La Chingada”, donde el Rey de Palenque, escribe el próximo premio Nobel para México, y es que él solito se echó la soga al cuello cuando expresó en septiembre de 2019 en Chihuahua, sin ningún titubeo: “…el presidente de México, se entera de todo y no hay negocio jugoso que se haga sin su visto bueno, si hacen una transa grande es porque el presidente lo permitió”. 

A todo este desmoche rateril, hay que sumar la sospechosa muerte de dos marinos, uno dizque suicidado, y el otro en un accidente en una práctica de tiro, ambos al parecer involucrados en este drama, pero ya se contabilizan, en este enredo once sacrificios al dios Quetzalcóatl. Pobre “prasadanta con A”, cada día la hunden más en el estiércol de la transformación de cuarta, —y ni modo de echarle la culpa a Peña o a Calderón—; y no se atreve a deslindarse de una vez por todas del hombre que inauguró, en pleno siglo XXI, el segundo maximato presidencial. Vivimos ya negros días en México.

 


 DE DULCE: No seré yo, quien defienda al expresidente Enrique Peña Nieto, es más, este sujeto es culpable de que su servidor, amable lector, haya votado por Andrés Manuel López Obrador. El gobierno del copetudo mandatario, fue de un descaro total en el tema de la corrupción, la afamada “estafa maestra” tan onerosa y desvergonzada, es tan solo la puntita de un inmenso iceberg. Cuando AMLO llegó al gobierno, algunos ilusos —yo entre muchos otros— pensamos que la mano poderosa del paladín contra la corrupción, arremetería primero que nadie, contra Peña Nieto y la runfla de canijos que se beneficiaron con su depredadora administración. Pero no, no hubo de piña ni para la niña, ni para nadie. 

Me quedó claro, que el Reyecito de Tabasco, había hecho trato con el más conspicuo hijo del grupo Atlacomulco: “tú no metes la mano en la elección presidencial y yo no piso el más mínimo tramo de tu larguísima cola”. Fue tal el acuerdo que, en seis años, López Obrador no tocó ni con el pétalo de una rosa a su antecesor Peña, quien, nada tonto, prefirió irse a España, gozar de su fortuna al lado de chicas bellas del jet set, muy fashion ellas y viajar como un verdadero jeque árabe, manteniendo un perfil bajo para no alborotar el avispero, ya que, en ocasiones, cuando la gente se lo topa en la calle, le grita sus verdades y de rata asquerosa no lo bajan. 

Siete años han pasado. Esta semana que transcurrió, Enrique el copetudo, fue invitado en la península ibérica a un torneo de golf de celebridades, a beneficio de algo. Ahí estuvo digno Enriquito, satisfecho, sin rubor y pasándola “chicle bomba”. Qué paradoja, su homólogo en la 4T, el nuevo “Don Maximato”, hoy vive escondido, dizque escribiendo sus memorias, soportando las pullas y verdades de buena parte del pueblo en respuesta a sus miles de perjudiciales mentiras. No asoma la nariz a la calle ni en defensa propia. Dijera aquel: el mundo al revés, donde nada el ave y vuela el pez.

 


DE MANTECA: El día de ayer sábado 13 de septiembre, se cumplieron 178 años de la gesta heroica de los Niños Héroes, en la batalla del Castillo de Chapultepec, hecho que, la historia oficial, que siempre quiere llevar agua a su molino, a transformando la crónica real de los grandes hechos y personajes históricos de la patria, cambian radicalmente la verdad, como es el caso de la famosa batalla del Castillo de Chapultepec, al grado tal, que mucho piensan que los niños héroes ni siquiera existieron o bien, que solitos ellos, seis chamaquitos hicieron frente a siete mil soldados bien armados del invasor ejército norteamericano. 


Primero, el concepto de niño. Depende de lo que cada quien entienda por eso. Los seis niños héroes de Chapultepec iban del menor, Francisco Márquez quien tenía 14 años, al mayor, el nayarita Juan Escutia con 20 años y medio, así que más bien eran activos y valientes jóvenes. Confieso que no sé, por qué razón solo mencionan a seis muchachos, cuando en realidad fueron más o menos cincuenta chavales, todos cadetes del Colegio Militar. 

Hay que decir, que su gran gesto heroico fue que, sus superiores les dijeron que la cosa se iba a poner fea y que ellos no estaban preparados para afrontar al poderoso ejército gabacho, que se fueran a sus casas. Pero ninguno de estos patriotas hizo caso, se quedaron y afrontaron lo que se les vino encima y les quitó la vida. Ese sí, es un acto de heroísmo. También hay que mencionar que, de los seis, dos de ellos no eran cadetes del colegio militar: el Teniente Juan de la Barrera, era egresado de ese instituto y ya formaba parte del ejército regular; él cuidaba una trinchera al pie del cerro y junto con 160 compañeros, fue arrasado y ahí murió. El otro, nuestro paisano Juan Escutia, oriundo de Tepic, y con hondas raíces acaponetenses, formaba parte del glorioso Batallón Activo de San Blas, conjunto de 400 elementos, todos nayaritas, que fue enviado a apoyar a la gente apostada en el castillo. 


También se dice, que Juan Escutia, fue el “niño héroe” que se envolvió en la bandera y se arrojó al vacío para evitar que el pendón nacional cayera en manos del enemigo, lo cual es totalmente falso. Eso no pudo ser posible, siento desilusionarlos, pero así es. El lugar donde estaba el asta bandera, se ubicaba muy lejos del área donde comenzaba la caída del cerro; aventarse desde ahí, era inútil, hubiera caído en el mismo patio. Pero la prueba más contundente, es que hay evidencia de que el propio ejército gringo bajó la bandera y se la llevaron como trofeo de guerra. Se expuso por muchos años en un museo en la Academia Militar de West Point y, en 1978, en un acto de buena voluntad, el gobierno norteamericano regresó la bandera al presidente José López Portillo. Ese pendón está actualmente en el museo del propio castillo de Chapultepec, pero no exhibe debido a su deterioro. Gracias por seguirme y recuerden amigos que solo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible para los ojos. ¡Salud!