Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
DE CHILE: Causa pena, temor y desencanto ver las tristísimas escenas que se generaron en la CDMX en la dizque celebración en memoria de los trágicos acontecimientos del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. Como todos los años, pero este en especial, se desataron los infiernos y convirtieron el centro histórico de la otrora ciudad de los palacios en un pandemónium, donde las principales víctimas fueron los heroicos policías de la capital del país enviados ahí, como carne de cañón.
Primero, que a falta de la autoridad que ponga orden y hagan valer las leyes, los delincuentes comunes, todos ellos encapuchados y vestidos de negro, que en nada tienen que ver con el movimiento estudiantil del 68, hicieron y deshicieron en el centro histórico de la Ciudad de México, y hasta el corazón de la república que es el zócalo capitalino.
Estos vándalos destruyeron negocios, robaron impunemente joyerías, saquearon comercios, pintarrajearon notables monumentos históricos, golpearon transeúntes y comerciantes y, lo peor, se hartaron de golpear, bañar con todo tipo de inmundicias a hombres y mujeres policías de la ciudad, a los cuales, la autoridad envió con tan solo un escudo que medio los protegió de la andanada de unos salvajes y empoderados trogloditas, que solo asisten a las marchas y manifestaciones a provocar el caos y causar temor ante una ciudadanía inerme y temerosa de su seguridad y de su patrimonio, pero sobre todo impotente y desilusionada de ver como el gobierno de la ciudad y el federal encabezados por las morenistas Clara Brugada y Claudia Sheinbaum, respectivamente, simple y llanamente les dejaron hacer, con la irresponsable y demagógica premisa de que ellos, los de la 4T, no “reprimirán” al pueblo.
Eso sí, todas esas sandeces las dicen, detrás de altos muros de acero, resguardados hasta el copete con cuerpos de seguridad que los mantendrán ocultos de la turba bestial. Llegaron al grado estos malditos de quemar policías, machetearlos, arrojarles pintura, piedras y otros mil objetos, sin que ellos, los pobres jenízaros, supuestamente enviados a contener la violencia sin defensa alguna, vamos, ni un simple tolete para hacer frente a estos cobardes encapuchados que no son capaces de actuar solos y de frente, sino que necesitan de actuar en bola o en manada par causar el mayor daño posible.
El resultado: 94 policías y 29 civiles, algunos muy con heridas muy graves e infinidad de comercios saqueados. Los comerciantes consideran que hubo dos tipos de pérdidas, la primera de más de 300 millones de pesos por el cierre de cinco mil establecimientos mercantiles que tuvieron que bajar cortinas previo a la marcha, cosa que ya es muy común. La segunda pérdida fue la sufren más de medio centenar de negocios como joyerías, tiendas de abarrotes, farmacias, entre otras, siendo los joyeros los más afectados puesto que sus pérdidas pueden ser superiores a los 35 millones de pesos.
Es una tontería eso de no actuar para no reprimir. No se trata de ese concepto que tenemos de represión que nace precisamente a partir del 2 de octubre del 68: de torturar, desaparecer y extorsionar a los detenidos, meterlos a un Lecumberri moderno, no, no, no, simplemente de hacer cumplir las leyes —que por supuesto existen— y parar esos desmanes que afectan con severidad a la ciudadanía y a los comerciantes, que año tras año tienen que afrontar esos quebrantos. Y lo peor…¿hay que esperar que muera un policía para actuar con inteligencia? El día de hoy, aún hay hombres y mujeres internados en hospitales. Claudita y Clarita, no tienen la menor empatía para estos arriesgados y sacrificados trabajadores. ¡Se pasan!
DE DULCE: Siempre me han resultado interesantes los premios Nobel que otorga la Real Academia Sueca de Ciencias (en los casos de medicina, química, física, literatura y economía). El de la paz, el nombramiento corresponde al Comité Noruego del Nobel. De los primeros, me llama la atención el de literatura, pues el resto son muy técnicos y no entiendo mucho de eso. Hubo un tiempo, cuando brillaba la juventud, me dio por leer textos premiados con el Nobel, muchos de ellos, aún los recuerdo como grandes piezas obras de arte.
El de la paz, no siempre me ha convencido, pues en el listado aparecen hombres muy lejos del concepto de paz, más bien han sido terribles ángeles de la guerra como Henry Kissinger (inexplicable ese nombramiento); los presidentes gringos Theodore Roosevelt, Woodrow Wilson (que tanto daño hizo en México), Jimmy Carter y Barack Obama, que si algo saben estos tipos es de guerra. Asimismo, los “premiados” el Gral. George Marshall (¿es broma?), los guerreros del medio oriente: Anwar Al-Sadat, Menachem Begin, Yasser Arafat, Isaac Rabin y Shimon Peres. Aunque por supuesto, hay nobles personajes e instituciones que bien merecieron esa distinción.
Cómo sea, este año el galardón de paz fue para la activista y política venezolana María Corina Machado, quien valientemente se ha enfrentado al dictador de cartoncillo Nicolás Maduro, hijo putativo de su alteza gorilísima Hugo Chávez, ambos asesinos y represores del sufrido pueblo venezolano.
Corina, no es bien vista por la 4T, ya que, por órdenes del diosito de yeso de Palenque, hay que defender a los mandatarios de Venezuela, Cuba, Nicaragua y uno que otro despistado como Evo Morales, todos ellos del mismo jaez que la “izquierda tenochca”.
Por eso, al preguntarle en la mañanera del pópolo a la “prasadanta con A”, qué opinaba de esa designación, ella soltó esta perla que nada tiene que ver con la pregunta: “Nosotros siempre hemos hablado de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, no solamente por convicción, sino porque así lo establece la constitución…y me quedaría hasta ahí…” ¡Ándale pues! ¿Así p más mezquino? Eso sí, la mandataria mexica con dientes y uñas defiende al ex presidente peruano Pedro Castillo, al cual llama presidente legítimo, aunque en su país, quisieran colgarlo de las patas. ¿Y la autodeterminación de los pueblos dónde quedó pues “prasadanta”?
DE MANTECA: Siempre he pensado, que los gobiernos, en cualquiera de los tres niveles, deberían de ser encabezados por personas que actúen más como director de orquesta que como comandante del ejército, es decir, de forma horizontal y no vertical. El director de orquesta delega y da a cada quien su lugar; sabe que sin un buen pianista su sinfónica no lucirá y el nombre de ambos se verá manchado; si, por el contrario, tiene un violín excelente, el grupo triunfará y el primer beneficiado será el propio director.
Habrá aplausos para el grupo en su conjunto, para el violinista y obviamente para el director. En cambio, el mandato tipo militar, solo tiene una opción, lo que ordene el jefazo, eso se hace y no hay forma de alegar nada o sugerir esto o lo otro. Tomar en cuenta a la ciudadanía, es lo ideal, los gobiernos deberían estar satisfechos de su labor, cuando oyeran que un ciudadano de a pie, dijera en cualquier acción de gobierno: “¡Esta obra la hicimos todos!”
En ese sentido, el actual ayuntamiento de Acaponeta, debe meditar sobre algunas cosas que eran buenas y había una magnifica y sobre todo, una productiva relación entre un grupo de ciudadanos y la administración municipal. Me explico. Hace unos días, tuve el gusto y el honor de ser invitado a la celebración del 495 aniversario de la fundación de Acaponeta que se llevó a cabo en el teatro de la ciudad. Antes del acto, se desató tremendo aguacero, afortunadamente amainó un rato, lo que permitió que la gente llegara —por cierto, un buen número, a pesar de la inclemencia del tiempo—.
Luego durante la actividad, se vino el diluvio y, en algunos puntos del teatro, donde se llevó a desarrolló el programa, comenzaron a caer gruesas gotas de agua del techo, mojando el foro y, lo peor, dentro donde se encuentran los aparatos de sonido, cerebros y otros ingenios, por lo que estuvieron a punto de parar las diversas actividades.
Todo lo anterior, solo para recordar que antes de la llegada de este ayuntamiento que preside Manuel Salcedo Osuna, había un comité o patronato a cargo del teatro, todos ellos ciudadanos muy reconocidos, de probada honestidad y con experiencia en el campo cultural, y, lo mejor, voluntarios, quienes acordaron, con el gobierno en turno, cobrar una tarifa o, vamos a llamarle así: “cuota de recuperación”, que sirvió para mantener el enorme edificio y conservar, ese patrimonio que es de toda la población acaponetense.
Cuando arrancaron, existió la duda de si el pueblo lo iba a aceptar. Pero la cuota comenzó a cobrarse y el patronato explicaba a los usuarios el porqué del cobro. Pronto, todos aceptaron y pagaban con gusto, a sabiendas de que era en beneficio de la comunidad.
Entre los muchos arreglos que se hicieron, estuvo precisamente el de las goteras. Repararon el techo de láminas, sellando las junturas y evitando lo que vimos hace días, un goteo constante que amenaza con producir más daños. ¿Qué beneficio tuvo el gobierno en turno? Uno muy notorio, el ayuntamiento se quitaba la penosa tarea de negar o dar por buena, la “renta” del local y delegaba la decisión, o le “echaba la bolita” al patronato que, por cierto, nunca tuvo problemas al respecto. El teatro “Juan Francisco Ealy Ortiz” se mantenía limpio, se cambiaron algunas puertas dañadas y compraba elementos de limpieza o artículos para los baños.
Todo, con
el dinero que salió del cobro de la cuota, que hoy no se hace. Me dio lástima
ver las goteras, ya algunas butacas dañadas y otros detalles que el patronato
solucionaba de inmediato. Pero creo que, en Acaponeta, como en todo el país
gobernado por Morena, las cosas deben ser gratis para el pueblo, “porque no somos iguales”. Demagogia pura
y dañina. Gracias por seguirme y
recuerden amigos que solo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es
invisible para los ojos. ¡Salud!