martes, 5 de mayo de 2009

¿QUÉ NOS ESTÁ DEJANDO LA INFLUENZA?

Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo Aparte de los muertos que según el gobierno federal, en número de 22, son los que ha dejado la peste de inicios del siglo XXI hasta el día 4 de mayo, la influenza porcina ha dejado varias cosas más en el ánimo de la ciudadanía: primero la certeza, sin ninguna duda, de que el pueblo de México no tiene confianza y no le cree a sus gobernantes. Ha sido increíble el número de correos, propuestas, escritos, opiniones, ensayos, artículos o simples comentarios que corrieron por la web, los periódicos, los diferentes foros de expresión, o la calle, donde el pueblo dudó de que la influenza fuera real. No es culpa del ciudadano, eso hay que decirlo, ha sido ya muchos años de engaños, mentiras, verdades a medias, desvío de recursos, campañas políticas que solo derrochan dinero, simulaciones, extorsiones, promesas incumplidas, negligencia. Décadas de gente en el poder sirviéndose de su puesto y dejando muy de lado los intereses del pueblo. Robos descarados, sufragios de mentiritas, videos y escándalos, la corrupción extrema como atributo del poder. Es el caso de la influenza en México, igual al cuento aquel del niño pastor que engañaba a sus compañeros con el cuento de la llegada del lobo; llegó el momento que nadie le creyó una palabra, apareció el lobo y lo dejó sin ovejas. Fueron demasiados años de los gobiernos diciéndonos que se iban a portar bien, que iban a cambiar al país, que eran casi casi como ángeles enviados del cielo, que ya no decían mentiras. Hasta que llegó el virus AH1N1 y ya nadie creyó. Esa debe ser una preocupación grande y devastadora para nuestros gobernantes. Fue la influenza un grito general de un pueblo disconforme, con miedo, inseguro, consciente de vivir en una patria donde se le engaña en cualquier momento; somos una población que ha dejado de creer incluso en la esperanza, que era el motor de los mexicanos hace un par de décadas, hoy ya no se tiene eso, ni la más barata e ineficaz esperanza. Existe la certeza de que viviremos eternamente engañados por esos sinvergüenzas que llamamos políticos. Prácticamente nadie se salva de la quema y el señor Presidente de la República menos. Lo único bueno de la caída de la plaga, fue que las campañas políticas, de algún modo se vieron trastocadas. El domingo justamente comenzaron y la gente vio a los candidatos como bichos peor que el virus de la influenza. Algunos preguntamos dónde había tapabocas y tapaoídos contra esta peste. Los postes se comenzaron a llenar de rostros sonrientes y de mañas ocultas impresas en plásticos costosos e inútiles que emanan de nuestro trabajo, del sudor de la frente. La radio y la televisión saturan sus espacios con mensajes inicuos de gente, bien vestida y bien comida que presume de Mesías, sin contar los cientos de miles de mensajes absurdos del IFE. ¿Cuánto nos cuesta a Usted y a mi amigo lector, cada minuto de esos espots, casi siempre estúpidos? La corrupción tan arraigada en México, no me queda duda, ha matado a muchísima más gente que la matará el virus porcino en toda su existencia. La influenza que a la fecha ha dejado --de manera oficial-- 22 personas fallecidas, fue capaz de cerrar estadios, centros de diversión, conciertos culturales, restaurantes, iglesias, prohibió las reuniones públicas y numerosas y trastocó la vida del país, devastando la economía de millones de mexicanos. ¿Cuántos migrantes han perecido en los desiertos sonorenses o de Arizona y nunca se cerró un partido político? ¿Cuántas mujeres han muerto en Ciudad Juárez y nunca cerraron el Ayuntamiento de ese lugar? Más de 5 mil asesinados se registraron el año pasado en la guerra contra el narco y ninguna oficina de la procuraduría general de la nación o de policía alguna cerró por inútil. Sin duda a lo largo y ancho del país, han muerto de hambre, frío o por condiciones de miseria miles de indígenas en sus pobrísimas comunidades y nunca se cerró el congreso de alguna entidad. Aquí mismo en Nayarit, ¿recuerda el lector cuando una niña murió por haber pescado un bicho cuando tenía que atravesar un río porque las autoridades nunca construyeron un puente que siempre prometieron? Nunca cerraron el Ayuntamiento de Tepic, lugar donde estaba ubicado ese puente. Decenas de campesinos han muerto defendiendo sus derechos y nunca cerraron el senado de la República. ¿Por qué no han cerrado los sindicatos de maestros ante la ineficiencia de la educación que ha dejado un país lleno de ignorantes, muchos de los cuales murieron por esa causa? Hoy somos millones los mexicanos que vivimos temerosos por el futuro, por la posibilidad de salir de casa y no regresar; y no por pescar un virus, sino por morir asesinados en cualquier esquina donde se registra un tiroteo y no se cierra ni una calle, ni un antro, ni nada. La gente teme perder su trabajo y morir de hambre o tristeza y el gobierno no aplica medidas de alerta. La influenza en México deja gran decepción, porque fue un escaparate donde el ciudadano expuso los trapitos sucios de un gobierno que no ha logrado convencer, porque ha sido más de lo mismo. Valiéndose de los 22 decesos, se aprovechó para implantar leyes que van a permitir a los mariguanos fumar en paz su choro y a los narcomenudistas entrar el mercado legal; se dejó de lado la huelga en Cananea y se olvidó por momentos el aniversario del desastre de San Salvador Atenco. La gente dejó de pensar en la crisis económica y el riesgo de la pobreza en casa, así como los prestamos millonarios del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que nos dejan endeudados hasta la coronilla. 22 muertos y el gran escándalo, Luis Echeverría Álvarez, asesinó el solito decenas de estudiantes y lo dejaron ir por no haber pruebas contundentes. ¿Cómo quieren que el pueblo crea? La influenza no ha dejado de enseñanza para los que no sabemos de medicina, que si nos pega, quedamos inmunes para toda la vida. Los gobiernos mexicanos, en los tres niveles, nos han pegado --perdón, pero la palabra es: madreado-- una y otra vez y lejos de quedar inmunes, los políticos siguen medrando con la necesidad del pueblo, sus recursos y la ignorancia que ellos mismos crearon. Peor que una peste biblíca.

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