jueves, 26 de noviembre de 2009

ASÍ LO VEO... DESDE ACAPONETA.

MÉXICO, MERCADO DE "PIRATAS"
Por: Salvador González Briceño

En el mundo de la libre competencia donde rigen las leyes de la oferta y la demanda, el interés del consumidor no siempre está en la calidad del producto sino en el precio. Aún a sabiendas de que "lo barato sale caro", es el bolsillo lo que permite seguir o no los parámetros de compra. Es decir. El poder está en desembolsar más o menos dinero por una mercancía de mayor o de menor calidad. Ya sea un artículo de consumo necesario, o como se dice, para darse un pequeño lujo (no digamos suntuoso).
Sólo cuando se trata de aquellos productos de primera necesidad —los de consumo básico—, o los indispensables para la subsistencia "promedio", entonces sí se pagan al precio que sea. Pero cuando a una sociedad se le acaban las posibilidades, porque se merma cada vez el salario —de modo que a la larga pierde poder de compra— en aras de contener el aumento de la inflación (una política que se aplica desde la crisis de 1982 a la fecha), entonces no hay de otra: se compra lo que se puede. Así sea de la peor calidad. Y eso vale para cualquier tipo de mercancía.
Lo más lamentable del caso, es que el incremento de la pobreza y de la pobreza extrema, como simple reflejo de la falta de oportunidades de empleo y/o de un trabajo remunerado, orilla a las personas a comprar artículos como los "pirata", o de importación ilegal, generalmente por su bajo precio. Pero es una cadena, y que a nadie sorprenda ahora.
Los gobiernos de México no han sabido corresponder al sacrificio impuesto a los trabajadores de todos los niveles, porque la contención salarial se ha amarrado a la inflación para que ésta no se dispare. Pese a demostrar que los incrementos salarios no son inflacionarios, en nuestro país, y siendo más papistas que el Papa, si la teoría económica clásica o neoclásica dice que así es, así se aplica y punto. Porque la existencia de mayor circulante vía el salario, no causa mayor inflación.
La misma corresponsabilidad, y el compromiso, la tienen los empresarios. Porque hablando de salarios, los de México están entre los más bajos del mundo. Pero porque los gobiernos siguen la misma la política de anclar los salarios a la inflación. Incluso sin considerar la variable de la productividad. Y que no tiene compensación alguna. Todo lo contrario. El actual gobierno de Felipe Calderón trata de desbaratar a como dé lugar a las organizaciones de trabajadores, desarticulando algunos sindicatos —de una manera muy selectiva con ciertos liderazgos intocables— que todavía conservan algunas prestaciones importantes medianamente compensatorias del raquítico salario.
Un ejemplo que nos ayuda a entender esto. Entre 1960 y 1976, la tasa de crecimiento anualizada del salario fue mayor a la productividad. Entonces el salario creció a tasas de 2.77 por ciento, en tanto la productividad lo hizo en 1.7 promedio. Entre 1976 y 1981, la tasa salarial fluctúa, pero tiende al estancamiento. El salario crece en .49 porcentual, y la productividad en .69 por ciento. El problema viene después. Entre 1981 y 1990 —por ejemplo—, en tanto la productividad crece en .24 por ciento, el salario se derrumba en 3.65 por ciento cada año.
Más actual. A diciembre de 2007, en tanto la canasta básica aumentó en siete veces, los salarios contractuales se ubicaron entre 4.5 y 5.2 por ciento. En solo un año, el aumento del costo de la vida para los trabajadores es de 47 por ciento, contra un incremento salarial menor al 5 por ciento. Ese mismo año, los salarios eran de 48.88 pesos diarios promedio, para un aumento de 9.76 pesos ¡durante los últimos siete años! Y podemos seguir con los datos y caeremos en lo mismo.
El caso es que, sin trabajo, con salarios deprimidos y sin posibilidades de mejoría laboral, las personas comunes y corrientes buscan ahorrar al máximo para que alcance el ingreso. Amén del desempleo, el subempleo y la falta de oportunidades. Ni el gobierno ni los empresarios hacen lo propio para generar los empleos que requiere el país, como tampoco les preocupa que los salarios sean raquíticos. Así hay más ganancia, aún en tiempo de crisis.
¿Por qué no las personas han de adquirir lo que les salga más barato? Así sea de procedencia extranjera. Así se trate de artículos "pirata" o de uso como el disco o la ropa de paca, las mercancías son adquiridas porque las personas no tienen otra opción. Y si eso contribuye al deterioro del productor mexicano, esa no es responsabilidad del comprador sino de gobierno y empresarios, que tampoco reciben apoyos suficientes —hay que decirlo— para competir en el mundo. Por eso decimos que es una cadena. Y se rompe siempre por lo más delgado. Son las gracias del TLCAN y del "libre mercado", porque el gobierno dejó todo al garete.
Hoy la PGR informa que el 60 por ciento de la ropa que se vende en México es "pirata"; 6 de cada 10 prendas de vestir. Y "el gobierno anunció la destrucción de 700 toneladas de ropa usada que fueron decomisadas en la administración actual, en diversos tianguis de todo el país", informó el procurador Eduardo Medina Mora. No es un mérito sino un descrédito para el gobierno. Si en el mundo 70 por ciento de las películas que se comercializan son "pirata", con una pérdida de 200 mil mdd; México es el cuarto lugar mundial en venta de "piratería", donde el 63 por ciento de consumidores adquieren música y video, con pérdidas de mil 316 mdp en 2008. Y así con otros artículos.
Como dice la American Chamber, en México el mercado apócrifo es de 74.7 mil mdd. Superior a actividades como el narcotráfico (40 mil mdd), petróleo (25 mil mdd), remesas (21 mil mdd), turismo (11 mil mdd). Sin preguntar por dónde entra tanta "piratería" y quiénes están detrás del "negocito". Políticas de los gobiernos que le apuestan a la pauperización de la población. A ver hasta dónde, porque lo barato sale caro
Enviado desde mi oficina móvil BlackBerry® de Telcel

0 comentarios: