viernes, 20 de noviembre de 2009

RADIOGRAFÍA DE RIELES

Por: Dayanna Velarde Rubalcava.
Un silencio arrollador inundaba la colonia El Mirador. Eran las 5:30 de la tarde y el aire estaba frío. Adela abrió la puerta y recibió a tres jóvenes miembros de FM4 con una sonrisa, "parece que hay dos, pásenle". El angosto pasillo que jugaba a ser sala se encogió aún más ante la presencia de tanta gente. Los jóvenes dejaron sus cosas en el sillón, salieron de la casa y se acercaron a los dos muchachos que se encontraban sentados en una barda al otro lado de las vías; tristes por la lejanía de su patria, sólo les quedaba aferrarse a su mochila. Treinta días hace que Jairo y Juan salieron de Honduras. Como la mayoría de los centroamericanos viajaban en grupo y al lomo de "la bestia". Alcanzaron Orizaba donde algunos fueron asaltados, lo que ocasionó que el grupo se atomizara. "No podemos explicar lo que pasó, y menos cómo llegamos hasta aquí", comenta Jairo. Los miembros de FM4 preguntaron sólo para confirmar la respuesta que ya sabían: "¿ya comieron?". Jairo, luego de levantarse, contestó: "no probamos bocado desde ayer, está dura la cosa". Los voluntarios les acercaron frijoles y soya preparada como cochinita, y los invitaron a sentarse al umbral de la casa de Adela. El ambiente se saturó con el humeante olor de los platos que salían de la cocina. Al término de la "cena" a los "exiliados económicos" les esperaban dos botellas de agua, unas empanadas y dos suéteres "pa´l camino". Los jóvenes hondureños habían trabajado en la industria televisiva, fueron camarógrafos y tuvieron la oportunidad de filmar para programas en vivo, reportajes y comerciales. Después del golpe de Estado al gobierno de Manuel Zelaya la situación en su país se volvió aún más difícil hasta el punto de obligarlos a abandonar la chamba y salir en busca del "sueño americano". Luego de un mes de "viaje" se encontraban cansados pero con esperanzas, era la primera vez que salían de su país y "no pararían hasta cruzar la frontera". Los cinco jóvenes platicaban amenamente cuando llegó otro miembro de FM4 apurado y gritó "hay 8 migrantes en la calle de Quetzal, 7 hombres, una mujer y una bebé de año y medio. Hay que calentar y llevarles comida". Eran las 7 de la tarde, faltaba aproximadamente hora y media para que saliera el "sufragio", nombre con el cual se le conoce al ferrocarril que "no para hasta Mexicali". Juan y Jairo terminaron de comer sin prisas, y los otros tres jóvenes entraron a casa de Adela para ayudar al recién llegado. Quedaba poca comida en el refrigerador, suficiente para 2 o 3 personas máximo. Mientras se calentaba prepararon bolsas con camisetas, sudaderas, calcetines y pantalones. La casa se encontraba en revolución: un chavo calentaba comida; otro lavaba trastes; y dos más buscaban ropa en la "bodega". Mientras trabajaban apurados y se preguntaban qué les ofrecerían a los migrantes en Quetzal llegó un miembro más de FM4 con la dotación de comida para esa semana: litros de frijol, litros de arroz y litros de pollo con mole. La comida nueva todavía estaba calientita. "Vámonos a Quetzal, Jairo, Juan, vengan, les damos un aventón a donde sale el tren". Tres de los voluntarios se dirigieron a la calle Quetzal y los otros se quedaron a limpiar el reguero que dejaron en casa de Adela. De trayecto al otro tramo de las vías no hicieron más de ocho minutos. Después de estacionarse los cinco jóvenes bajaron del auto y se acercaron a las vías. "¡Hey, qué bueno que ya están aquí! ¡Llegaron más!" Con esa noticia los recibieron los voluntarios que aguardaban en Quetzal y definitivamente eran más. "Son como veinte o veinticinco, no los he contado aún". Los guisados que esperaban en el coche era para un máximo de doce personas, además había aguas, chocomiles y empanadas. Los migrantes eran alrededor de 25 personas. "Buenas noches, no sabíamos que eran tantos pero si compartimos alcanza para todos". Dijo uno de los voluntarios mientras hacía cuentas en su cabeza para ver cómo repartiría la "cena" para no dejar a nadie con las manos vacías. Al abrir la cajuela del coche una avalancha humana rodeó a los voluntaros, "Si hacen fila por pareja es más fácil repartir" se apresuró a decir uno de los voluntarios. En menos de un minuto la fila estaba hecha y cada recipiente con guisados alimentaba a dos personas. "Los que no alcanzaron frijoles, carnita, arroz o mole acá hay empanadas", la mirada de los jóvenes de FM4 reflejaba frustración, querían darle de cenar a todos pero no tenían la comida suficiente con ellos y ya no alcanzaban a regresar a casa de Adela por más. "No se preocupen muchachos, aquí compartimos y nos hacemos a lo que hay". Después de repartir los guisados, las empanadas, las botellas de agua y los chocomiles, vino la repartición de ropa. A algunos les tocaron calcetines, a otros pantalones y a unos cuantos camisetas o suéteres. "Pues parece que a todos les ha tocado algo" pensaban los voluntarios. Los migrantes se veían contentos y muy agradecidos. El tren no tardaba en salir, la preparación para el viaje era inminente y a los voluntarios no les quedó de otra que observar como guardaban sus cosas y entregarles un folleto con información sobre sus derechos, casas del migrante en el norte del país y teléfonos de consulados centroamericanos. "Es triste verlos partir así" se decían los jóvenes, "el trayecto es largo y ya empieza a hacer mucho frío". Mientras los "exiliados económicos" con experiencia organizaban la subida al tren, dos voluntarios intentaban convencer a los migrantes que viajaban con la niña de un año y medio a que optaran por otro medio de transporte. "¿No sería bueno buscar trabajo aquí en Guadalajara y juntar para el camión?" cuestionó un joven. "Pues ya fui a abastos y no hubo nada, yo creo que lo voy a volver a intentar" contestó el padre de la niña con voz sin muchas esperanzas. Después de charlar un buen rato la pareja parecía convencida de no tomar el tren. El ruido del tren hizo temblar a todos, "hay viene, ¿están listos?" El cruce de la calle Quetzal con las vías se convirtió de pronto en hormiguero en revolución. "Gracias muchachos, ojalá más gente ayudara a los trampas como nosotros". La nostalgia se apoderó del ambiente y uno a uno se acercaron los migrantes a despedirse de los voluntarios. "De veras gracias". Tanto los jóvenes de FM4 como los migrantes sintieron un hueco en el estómago. El tren se acercaba cada vez más a baja velocidad, la tierra vibraba con el ruido de las vías y los apretones de mano de despedida eran fuertes. Jairo y Juan se acercaron a los jóvenes y agradecieron las atenciones prestadas. Ellos habían convivido con más horas con los voluntarios y sentían un vínculo más fuerte. El tren se detuvo repentinamente, los migrantes aprovecharon para subirse de una vez. "Súbanse antes de que arranque, ahora no vamos a tener que correr" gritó uno mientras el guardia de seguridad de las vías se acercaba a la familia migrante. "Les voy a dar chance de que se suban la señora y la niña si se bajan todos" les comentó. Todos bajaron del tren y la señora subió. El tren estaba por avanzar de nuevo, el guardia titubeó unos segundos y gritó "súbanse pues todos, ya qué". Los migrantes aprovecharon la oportunidad y subieron. "Adiós, adiós y gracias. Dios se los pague con mucho". Las voces se perdieron entre el chiflido del tren y los kilómetros que fueron recorriendo. La próxima parada sería en 9 horas en Tepic.
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