Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
(foto: Gral. Juventino Espinosa)
EN MI CALLE
Silvio Rodríguez (Cuba)
En mi calle hay una acera gris
donde se pegan las miradas
del que mira adonde va.
En mi calle hay un banco que es
tan largo y blanco como el mármol
donde iremos a parar.
Yo no sé por qué son tan blancas
las altas ventanas que miran al cielo.
En mi calle el mundo no habla
la gente se mira y se pasa con miedo.
Si yo no viviera en la ciudad
quizás vería el árbol sucio
donde iba yo a jugar.
En mi calle de silencio está
y va pasando por mi lado
es un recuerdo desigual.
Yo no sé por qué estoy mirando
por qué estoy amando,
por qué estoy viviendo
Yo no sé por qué estoy llorando
por qué estoy cantando,
por qué estoy muriendo
Esta canción-poema del gran artista cubano Silvio Rodríguez, nos habla de la importancia que tiene para todos los que vivimos en una, el sentido de calle; “del barrio” decimos en Acaponeta, dando un sentido diferente a la definición de compartir una vecindad.
En la calle donde vivimos, sea la que fuere, vamos llenando nuestra vida con significados que no terminan nunca. Esta página la leen muchos acaponetenses que han tenido que buscar la vida en otras latitudes y, podría asegurarlo, ninguno ha perdido los recuerdos, lejanos o cercanos de su calle, de los vecinos, de los amigos, de sus aceras con los diferentes elementos, el poste donde dimos el primer beso, el empedrado donde caimos al aprender andar en bicicleta; los hechos cotidianos que a veces, esos de la calle, de la cuadra o el barrio, son los de “toda la vida”. Por ello nuestra calle a veces lo es todo, no solo cobijo y lugar donde se asienta el hogar, es el espacio común donde nuestros hijos y nosotros mismos formamos identidad, y nunca será lo mismo un habitante de la calle 7 de Octubre del Terrón Blanco, que uno de la calle Juan Escutia, allá por el mercadito Gardenia, ni los de alguna calle en la "Lázaro Cárdenas", son cosas totalmente disímbolas. Hay calles llenas de maestros como la Invinay y no se parecen a las ruas de la colonia Infonavit. Me he enterado que la calle Veracruz, al menos en el tramo de Corona a Matamoros, en el centro histórico de la ciudad, es candidata a ser adoquinada, como casi todas las del primer cuadro. Es sin duda una buena medida por parte del Ayuntamiento local, pues se completa así un circuito que pasa de un empedrado horrible a un adoquinado reparador. Recuerdo, que cuando José Chávez Rodríguez “Joselillo”, comenzó esta tarea de adoquinar las calles de la ciudad de las Gardenias, muchos comentamos que era un sueño ver las principales arterias de la ciudad con adoquín. Los sueños no se construyen en un día, Don José, adoquinó los alrededores de la plaza y la callecita General Romano. Lo bueno de todo esto es que le siguieron el Prof. Enrique Jiménez López, Santos Díaz Mendoza, Efraín Arellano Núñez y ahora Saulo Lora Aguilar quienes continuaron esa iniciativa y se han adoquinado las calles Hidalgo, Morelos, México, Veracruz, Allende, Oaxaca, Roberto M. González, Juárez, Querétaro y algunas intersecciones, si bien no en toda su extensión, si en segmentos importantes que le dan otra imagen al pueblo y que los conductores de vehículos agradecemos en gran manera. El adoquín, dicen los que saben, es más fresco que el concreto hidráulico, coadyuva con la arquitectura típica del pueblo, no tiene los problemas del empedrado (afloja autos, produce grandes cantidades de polvo, se desgrana, es propicia para los lodazales, etc.), es parejo, entre otras bondades que por supuesto no tiene el canto rodado de los actuales empedrados. Según me dicen corrió entre los vecinos el mencionado tramo de la calle Veracruz, una encuesta preguntando si estaban de acuerdo sobre el adoquinamiento de la misma, y al parecer algunos no están a favor de esa medida. Por ello, mi comentario, sin saber mucho al respecto de la encuesta, versa sobre la importacia de adoquinar ese lugar. Me dicen que la preocupación es porque las autoridades siempre fijan una fecha y terminan la obra en otra, mucho después de lo programado, afectando sus negocios. Sin embargo, desde mi muy particular punto de vista y humilde opinión, es que esa es “pecata minuta”, lo importante es que el adoquín de la calle, le dará otro aspecto a la misma, se verá mayor orden y limpieza –si cada uno hace su parte y barre el adoquín al frente de su propiedad--, se eleva la plusvalía de los terrenos y casas habitación; creo no errar al decir que, compra uno, como cliente, con más gusto en una calle adoquinada que una empedrada, es una simple apreciación psicológica, consciente o inconscientemente, preferimos lo nuevo y bonito a lo feo y trillado. Con el adoquín nos beneficiamos todos y los amigos visitantes y paisanos llegados de fuera, no dirán como hacen en cada ocasión: “Acaponeta, sigue igual”. Meditemos sobre ello y digamos sí al adoquín en todo el pueblo. El otro tema es el del nombre a las calles. Hace algunos años, siendo presidente municipal José Chávez Rodríguez, algunos ciudadanos propusieron poner el nombre del Gral. Juventino Espinosa Sánchez, dos veces gobernador del Estado de Nayarit y revolucionario de primera fila en el conflicto armado civil que se llevó a cabo en nuestro país a partir de 1910. Por supuesto que no se pone en duda la integridad y merecimientos de este personaje nacido en Acaponeta, pues aunque su cuna fue San Felipe Aztatlán, hay que considerar que en aquel entonces, esa población pertenecía a lo que posteriormente fue el municipio de Acaponeta, incluso aún se recuerdan sus logros y aciertos en el campo militar donde alcanzó el grado de General de División y sus aportes a la educación y las reformas al código civil y penal, incluso los municipios de Ruiz y El Nayar, deben su creación a Espinosa Sánchez. Volviendo al tema, primero sugirieron que el boulevard así se llamara, pero se les informó que durante la rehabilitación de esta importante arteria de ingreso a la ciudad, durante la administración de Héctor Servando Sierra Martínez, al boulevard se le nombró Juan Espinosa Bávara, por lo que no era posible cambiarle el nombre a tan pocos años de habérsele impuesto. Cambiaron pues a la calle Chapultepec, al norte de la ciudad y tan entusiasmados estuvieron que hasta construyeron una pequeña estructura donde pretendieron colocar una placa con el nuevo nombre de la calle, sin embargo hubo una oposición tensa y férrea de algunos vecinos que alegaron una y mil cosas, de tal suerte que la iniciativa se vino abajo y hasta hoy, sigue siendo calle Chapultepec. Es verdad que ese nombre no significa nada para los acaponetenses, sin embargo, la identidad que los vecinos han ido construyendo a lo largo de décadas, no es para despreciarse; no se trata del nombre “Chapultepec”, se trata de las relaciones identitarias que ahí se han conformado, las historias personales y familiares que existen. No falta quien se casó con su vecina y en ese espacio han nacido cientos, quizá miles de ciudadanos que no están dispuestos a que se les cambie, no el nombre, su historia, sus querencias y significados. Por ejemplo muestro el caso de la “nueva calle" Juan Pablo II, con la que quisieron renombrar al callejón General Romano; la verdad es que no pegó, al igual que en Tepic, la populosa Avenida Jacarandas. Hoy, de nueva cuenta intentan por segunda ocasión ponerle a la calle Chapultepec, el nombre de Juventino Espinosa y los que llevan la iniciativa, son dos queridos amigos que merecen todos mis respetos y consideraciones: Néstor Chávez Gradilla y Andrés Espinosa Jasso, pero con los que no estoy de acuerdo, no por los merecimientos y logros del homenajeado que son muchos, sino por lo que menciono líneas arriba. Incluso anticipo la misma oposición y resistencia de los ciudadanos y vecinos de la calle Chapultepec. Para qué meterse en camisa de once varas. Sugiero eso sí, que el nombre del ex mandatario estatal se le otorgue algún espacio donde a nadie moleste; un parque, una nueva calle, un nuevo asentamiento humano, etc. La propuesta es buena, insisto, pero hay que hallar otras alternativas que finalmente lleven a que algún espacio municipal lleve el nombre de este prócer local.
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