Por: Héctor Algarín.
“Sin importar el tamaño de la ciudad o pueblo en donde nacen los hombres o mujeres, ellos son finalmente del tamaño de su obra, del tamaño de su voluntad de engrandecer y enriquecer a sus hermanos” Ignacio Allende Para hablar de Acaponeta, es necesario hacer mención de sus habitantes, baluartes de nuestra historia y que sin estos nuestra ciudad no tendría rumbo y a su vez estaríamos olvidando parte de nuestra esencia, de nuestro legado...de nuestras raíces. Las familias que forjaron a Acaponeta, son singulares, ordinarias y a la vez "sui generis" la mezcla de estas características entre los habitantes de nuestra región (incluyendo a la hermana República de Tecuala) ha dado como fruto, la rica idiosincrasía de...¡Los Acaponetenses! así, con todo el despilfarro de hablar tan propio de todos y cada uno de nosotros. Nuestra querida Acaponeta, se ha forjado a través de los años con epocas muy marcadas en el tiempo y su metamorfosis, ha dado lugar a una abundante amalgama de características dignas de mencionar y que sirvan de referencia de la calidad moral de las diferentes personas que conformaron familias que han habitado en la geografía de la "Atenas Nayarita". La historia muchas veces se distorsiona y la memoria falla; esto que a continuación narro es un pequeño tributo a todos aquellos que nos antecedieron sin afán de usurpar funciones que por méritos propios tienen otras personas en la localidad. En esta ocasión, empezaré con una familia numerosa (a la antigua usanza, dirían los clásicos) y al mismo tiempo multifacética: La Familia Espinosa.