Por: Rocío López Medina
shio_777@hotmail.com
Hace algún tiempo eliminé mi cuenta en Facebook, las razones fueron algunas personales y otras también, el hecho es que hace 15 días navegué en el mar de fotografías de esa red social descubriendo algunas muy buenas, el autor es un ‘pequeño’ a quien conocí cuando él tenía 5 años en las sesiones de catecismo, ese niño ahora un joven talentoso con el lente de la cámara se llama Marcos Valenzuela.
Una de sus fotos me puso a pensar en lo kitsch y me evocó las dinámicas y prácticas sociales en Acaponeta. El título de este escrito responde a una idea que está en mi cabeza desde hace algunos meses, esta duda tiene que ver con saber si la situación en la que se nace, los elementos con los que se convive y la forma en la que fuimos condicionados para apreciar la vida y observar el mundo determinan nuestras acciones en el transcurso de la propia historia.
Es decir, si hay algo que pueda llamarse la esencia del “acaponetilla”, si es que existen elementos que nos identifican en el mundo, pero no sólo eso, me gustaría saber si esos elementos nos condicionan al grado de convertirse en nuestros más grandes obstáculos, me refiero a saber si es-tamos sujetos y determinados por el molde de nuestra sociedad.
Bueno, lo kitsch es una palabrita de origen alemán usada para referirse a aquellas manifestaciones artísticas que pretenden más de lo que son, algo cercano en nuestro argot mexicano sería así como “naco”, los tipos que intentan “sólo con dinero aparentar cierta posición superior”. El referente de la palabra “kitsch” ha sido intelectualizado por una corriente desde los 70’s que se conoce como pop art y se inicia en territorio “gabacho”.
El ver una fotografía de Marcos en el facebook trajo a mi mente esta palabrita, lo kitsch, principalmente por los componentes que en su fotografía expone, un escenario sucio, viejo, decadente, ordinario, de paredes roídas y en él una chica con ropa de colores llamativos, modernos, nuevo, jovial, fresco, una contraposición de elementos interesantes que esconden otros elementos lo cual nos da en que pensar:
1. Primero, reconocer que la idea se enmarca en propuestas de fotógrafos que han experimentado la contraposición de elementos, acercar lo diferente, arriesgarse en las combinaciones. Lo interesante es saber cuál es el impacto que en la sociedad ‘acaponetilla’ puede despertar este trabajo, el interés de todos o de la mayoría por el producto.
2. Segundo, estas manifestaciones juveniles se enmarcan en un ambiente en el que los medios de comunicación re-tratan a una sociedad pusilánime, agónica, muerta, no por las balas sino por el hastío, una sociedad en la que el problema no es saber que vas a morir sino cómo quieres que suceda; para ello se puede elegir de un catálogo amplio en las técnicas de muerte, y dentro de este panorama negativo la felicidad aparece sólo como un ideal, esa felicidad eternizada, esa idea tan vieja y criticada de que el alma será recompensada en una vida posterior a esta gracias al estoicismo de aguantar todas las catástrofes sociales, en aras de la conservación del sistema, una sociedad que permite como recurso usado por aquellos obligados a gestionar la adecuada organización social ‘las plegarias’ (y no porque orar sea malo sino porque a los políticos no se les paga para eso), y dentro de este marco torpemente dibujado, el talento de muchos jóvenes perece o lo que es peor pasa inadvertido.
3. Entonces, ¿estamos condicionados por la sociedad en la que vivimos? ¿O somos al decir del bardo nayarita -los arquitectos de nuestro propio destino?
4. Lo que intento expresar es algo nada novedoso, se trata más bien de reproducir, re-pensar, una idea pronunciada por un médico de Monterrey quien en una carta dirigida a Felipe Calderón manifestaba su enorme molestia por los acontecimientos en el país, escribió una frase en la que manifestaba su descontento por la lucha contra el narco, cuando, según su opinión la lucha tendría que ser contra la corrupción en la educación pues las nuevas generaciones de mexicanos están destinadas al fracaso desde antes de incorporarse a la escuela, y esto es lo que me hizo pensar, ¿estamos realmente destinados al fracaso? ¿no hay nada que hacer para cambiar el resultado que personas como el médico predican? ¿cómo hacer para trabajar por liberar-nos de los yugos mentales impuestos por el sistema que quiere vernos impávidos, inmunes a las balas, tranquilos sin manifestar nada? ¿Qué otra opción hay más allá de la idea errada de convertirse en mártires dentro de esta lucha sin culpables concretos? ¿Cuál es la responsabilidad social en este momento?
En Europa se debaten temas diversos, en política por ejemplo el tema estrella es la crisis que se vive en la Unión Europea el problema de un solo Estado miembro afecta al resto, ahora la pregunta se enfoca en saber cómo gestionar las cuestiones descuida-das desde la gestación de la Unión Europea; en educación se realizan encuestas para saber cómo evoluciona el plan Bolonya que modificó los estudios universitarios en todos los aspectos, el último resultado ubica a los estudiantes españoles por debajo de la media, mientras que los primeros lugares los ocupan los ingleses, holandeses y ale-manes; y en cultura la Fundación Joan Miró expone el trabajo de un plástico londinense (Marcus Coates) quien tiene estudios en zoología, ornitología y realizo algunos videos, mezclas y performance con el sonido de los pájaros, después grabó las voces de algunos artistas cantando en un tono similar al de las aves y por medio de un pro-grama para mezclar revoluciona el sonido de los cantantes hasta igualar el de los pájaros, este artista pretende acercar a las personas a la parte animal que todos tenemos. ¿De qué animal estaremos más cerca los mexicanos?
Sinceramente no creo en el determinismo, es posible siempre virar y cambiar el rumbo del navío que -algunos torpemente- conducimos, pero tampoco puede negarse que el hecho de vivir “todos en bola” –al decir de mis hermanas- constituye una cuestión metafísica funda-mental pues nuestras relaciones sociales y las barreras establecidas en esa red en la que nacemos son muy difíciles de modificar, pero de eso a pensar que estamos determinados hay un gran trecho, creo que la manifestación de nuestras ideas a través de una charla, de un escrito, de una fotografía ampliará nuestros horizontes y modificará nuestras relaciones.
“El límite de mi lenguaje es el límite de mi mundo”.
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