lunes, 3 de enero de 2011

PARA MEJORAR EL 2011 O LA DANZA DE LOS ENCUMBRADOS


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Hemos comenzado ya el 2011 y, debe ser visto por el ciudadano desde dos puntos de vista, el que nos ofrecen los tres niveles de gobierno y, el de la propia perspectiva de la persona; es decir, el mundo no lo vemos de la misma manera los ciudadanos que los gobernantes, es más ni siquiera somos semejantes, en este sistema político mexicano, donde se nos dice que “todos somos iguales”, ellos, los políticos son más iguales que nosotros, el resto de la población. En estas últimas semanas, hemos visto, aunque sea de lejecitos, los informes de gobierno –tal como hoy se ofrecen a los mexicanos—de los ejecutivos de los tres niveles de gobierno: primero Felipe Calderón, quien no ha tenido la suerte de sus antecesores priistas, que hacían del día del informe, todo un rito político monumental, que llenaba plazas y calles con cientos de miles de acarreados sindicalizados, que tenían que acudir matracas en mano a aventar confeti, serpentinas, loas y alabanzas a los todopoderosos modernos hueytlatoanis mexicas. Hoy, el presidente de la República es repudiado en la cámara por “nuestros representantes” y su informe, más que nada se reduce a spots publicitarios por los medios de comunicación o enlaces en cadena nacional. Ney González en cambio tuvo “su día” con gran bombo y platillos, y hasta el modesto municipio de Acaponeta le brindó a Saulo Lora Aguilar su espacio y su derecho a decirnos lo de siempre: “que todo está bien”. Ese es el común denominador en los tres encumbrados personajes: desde Don Felipillo, mostrándonos un país en Jauja, casi casi una potencia económica, pasando por el gobernador de los nayaritas, exhibiendo ante nuestros azorados ojos, una entidad privilegiada, donde no caben los yerros, ni las inconsistencias, por el contrario puros logros y aciertos; hasta el Dr. Lora se mostró engallado y retó a ciudadanos y medios periodísticos a demostrar que él está equivocado al informar el estado tan maravilloso que guarda su administración; igual que los otros dos, en Acaponeta, todo es bonanza y somos parte de aquella nación que tenía forma de cuerno de la abundancia y lo era.
Sin embargo, para el ciudadano común y corriente, ese que tiene que lidiar con la inflación que el Banco de México y el Secretario de Hacienda minimizan hasta el insulto; Usted o yo amigo lector que nos mantenemos en espera estoica –que no perestroika—la llegada del próximo gasolinazo o aumento del gas LP; del triste mortal, que para comer tiene que trabajar y no lleva viáticos, ni partidas especiales o discrecionales, llenas de notas y facturas para comprobar; el paisano vulgar que tiene ya la quincena comprometida y aguinaldo en serio riesgo, esos, sabemos que ni México es una potencia económica, ni Nayarit es Dis-Ney-landia o Acaponeta el mejor lugar del mundo. Hay muchos y muy serios problemas y carencias que no se vieron reflejados en los informes gubernamentales: la inseguridad es un jinete apocalíptico con el que estamos –apenas—aprendiendo a vivir; hay crisis económica en nuestras billeteras, cajas registradoras y ahorros bancarios o los que tienen algunos debajo del colchón; el campo está devastado y la gente sigue migrando en pos de un onírico, falso y engañoso sueño americano, de hecho hay 10 millones de paisanos en otros países buscando lo que aquí no encontraron; la justicia en esta nación es una prostituta venida a menos que es manoseada por su propio papá-gobierno; el desempleo llega a niveles nunca soñados o solo en las pesadilla, el sistema educativo de la nación es uno de los peores del mundo y solo arroja resultados en las cuentas bancarias y propiedades de impunes líderes sindicales encabezados por la mujer más horrible –por dentro y por fuera—del mundo; sabemos que estamos mal en el deporte y su infraestructura, que las calles, caminos y carreteras son solo un pingüe pretexto para que un puñado de privilegiados se beneficie; que PEMEX y el sustento petrolero es tan solo una carcajada sobre el sepulcro de la ciudadanía que murió víctima de la corrupción oficial; que la pobreza suma ya casi 60 millones de depauperados y que en general vivimos una simulación donde los poderosos –léase gobernantes—“hacen como que hacen” y los ciudadanos “hacemos como que les creemos”, en una espiral maldita que tiene a México al borde de un punto de no retorno catastrófico. Así comenzamos el 2011 a pesar de lo que nos dicen los queridos gobernantes.
Alguien me dijo hace poco, que escuchó por ahí, que la única forma de que en México se terminen todos esos y otros aún peores males, es que los que nos gobiernan, los de arriba, los privilegiados: presidentes de la nación, senadores, diputados de cualquier tipo, secretario de Estado, gobernadores, directores trinchones de primer nivel, cardenales, obispos, arzobispos y sumos y elevados sacerdotes de cualquier religión, rectores de universidad, presidentes municipales, regidores y demás fauna, comiencen a hacer uso de los servicios hoy destinados al pueblo, es decir, todos sabemos que los hijos de los arriba mencionados no curan sus males en el seguro popular, ni hacen antesalas en las clínicas pueblerinas del ISSSTE o del IMSS, ninguno de ellos, tienen que dar dos o tres o más vueltas para ver si llegó el medicamento. ¿Acaso el caro lector ha visto sacando cita en el IMSS a un alto funcionario del gobierno estatal?, yo voy cada mes y nunca he visto a uno. Esos mismos hijos encumbrados, rara vez los vemos en escuelas públicas, los jóvenes universitarios, hijos de “encumbrados”, el más jodido estudia en el Tec de Monterrey, otros, como los que nos gobiernan, egresan de Harvard, Cambridge o Yale, porque saben que las universidades públicas de México, esas que ellos debieran de tener como relojitos suizos, tienen graves carencias, si acaso la UNAM se salva.
¿Por qué el sistema de transporte público es tan malo en el país? En él veremos camiones, microbuses, combis o taxis desvencijados, sucios, caros e inseguros conducidos casi siempre por personal sin ninguna capacitación, grosero y valemadrista a la que poco o nada le importa la seguridad y comodidad del usuario. En algunas ciudades por ejemplo, los microbuseros son tan odiados como los sicarios o la misma policía y, ¿sabe Usted amigo por qué? pues simplemente porque nuestros gobernantes nunca se suben a un vehículo de estos, para ellos el problema del transporte público está solucionado porque ellos viajan en amplias y relumbrantes Suburbans o Lincolns Navigators del año, con eficiente y perfumado chofer a la orden, siempre, claro está, con un servicio de seguridad a la orden, que lo mismo van a defender a tan dilecto ciudadano, a balazos contra los narcos, que a cambiar una llanta ponchada. Los políticos no sufren, vamos, ni siquiera tienen que hacer cola en la gasolinera para llenar el tanque, el chofer se encarga, casi como hacemos nosotros, la diferencia es que los ciudadanos pagan el combustible y los encumbrados solo firman un vale y que lo pague el pueblo. En México solo vemos a Ebrard o a cualquier otro encumbrado, haciendo uso del servicio cuando inauguran una línea, nunca porque necesiten usarlo y siempre, rodeados de guaruras que pierden el tiempo, pues en esos momentos no salen los carteristas, ni habrá molestos vendedores de chácharas.
¿Qué en las carreteras asaltan? y a quién le importa, si ellos viajan seguidos por dos o tres vehículos llenos de guaruras, que sufra el pueblo que a cada rato se enfrenta con retenes de malandrines encapuchados o retenes de malandrines con placa o gente aventando objetos desde los puentes. Además en las rutas de los helicópteros no hay retenes, pregúntenle a Ney.
¿Por qué los burócratas detrás de los escritorios o mostradores son tan ineficientes, odiosos y apáticos? Sencillo, porque los poderosos nunca los sufren: ¿acaso usted ha visto a un secretario de estado o Director de primer nivel de algún gobierno estatal, hacer fila en la Secretaría de Hacienda o el Registro Civil para concluir un trámite? No me responda, la ya sé que no lo ha visto, yo tampoco. Que en el mercado municipal de Acaponeta, es ya prácticamente imposible caminar por el banquetón o que la frutería de la calle Veracruz tapona las aceras con lechugas, rábanos y jabas con tomate, esto se debe a que ni de broma se ve al Director de la policía municipal, por esa acera y los presidentes y regidores, solo cuando hay campañas políticas.
Que la plaza principal es un asco, se debe a que pocas veces se va a los funcionarios en ese espacio o dígame: ¿hace cuánto que no ve al presidente municipal sentado en una banca de la plaza? La excusa es que tiene mucho trabajo para hacerlo, pero… y Usted amigo ¿no trabaja? ¿le sobra el tiempo?
Ya lo he dicho muchas veces, las banquetas de Acaponeta son Reino Aventura, suben y bajan, se quiebran o inclinan, desaparecen o se llenan de carretas de tacos, fruterías o vendedores de discos piratas. Hay registros abiertos, las rampas de las cocheras se inclinan a grados increíbles, hay borrachos tirados, excrementos de perros, escombros o materiales para la construcción, etc., etc. y mil etcéteras; ¿sabe por qué?, porque el Director de Obras Públicas, o el de Seguridad Pública, no caminan por esas calles de Dios. Al regidor de nuestra demarcación, ya no se le ve transitando por esas calles que ocupan de su atención.
Cuando no hay servicio de agua, por las causas que sean, los influyentes ni sufren o al menos poco se acongojan, pues las pipas están a su disposición, aún por encima de los mortales que pagan religiosamente sus impuestos. Así es la vida en México y en general en todo el mundo, unos sufren y otros gozan, regularmente con el dinero de los sufridos. Recuerda aquel escándalo con la Emperatriz Martota, durante el reinado de Foximiliano, donde llenaban una cabañita en Los Pinos, con toda clase de golosinas y botanas, por miles de pesos, con cargo al erario y toallas de cuatro mil devaluados varos. Ellos no sufrían, no sufren, acuérdese al lector que los expresidentes, a pesar de que salen desequilibradamente millonarios del gobierno, siguen recibiendo de por vida, un estipendio “por los servicios prestados a la nación”, incluyendo personal que los cuida y los atiende como lo que son, privilegiados de la nación. Le aseguro a Usted que Martita Sahagún –de triste memoria—no tiene que pegar de berridos cuando va al baño y se da cuenta, cuando está haciendo “carita de león” de que no hay rollo de papel sanitario, no tiene que gritar como hacemos los seres humanos normales: ¡Alguien tráigame un rollo por favooor!, ¡¡¡¡Papeeeeel!!!!! Un edecán, o dos o diez que nosotros pagamos por cierto, diariamente se fija que eso no suceda, que siempre haya toallas o pasta dental, etc. No batallan como nosotros que a veces hacemos suertes malabares en esas penosas circunstancias.
Por todo lo anterior, si queremos que México marche como país, debemos de poner a estos tipejos a sufrir como hacemos nosotros con los servicios federales, estatales y municipales: que se suban a las corridas de Autotransportes Victoria y pidan al chofer les haga el descuento de la tercera edad, si es el caso; que salgan a caminar por las calles y brinquen como hacemos nosotros los excrementos de perros; que vayan todos los días al mercado a hacer compras o simplemente a observar cómo se desarrollan las actividades diarias, que paguen sus casetas y gasolina cuando tengan que viajar, pero de sus bolsillos y no del cajón de la tesorería. Un ejemplo muy claro: hace unos días estuvieron en Acaponeta, estimados amigos llegados de España, ellos, luego de permanecer con sus familiares por unos días, continuaron su viaje a la ciudad de Tala, en el Estado de Jalisco. El Ayuntamiento se preocupó mucho del transporte y decidió llevarse a los visitantes en auto hasta allá; lo más probable que con el dinero del pueblo. Estamos de acuerdo en que hay que mostrar que somos buenos anfitriones, generosos y solidarios, pero pregunto: ¿Usted amigo lector cree que esa cortesía salió de los bolsillos de los que nos gobiernan? Lo malo es que en ocasiones cuando se trata de trasladar a un enfermo que aquí vive o a un equipo de fútbol de niños, no hay el mismo apoyo. O todos hijos o todos entenados, lo que nos parejo es chipotudo. De cualquier manera, es tan solo un sueño guajiro, nacido de los efluvios decembrinos este de creer que los privilegiados harán o usarán las mismas cosas que hace o utiliza el pobre y jodido pueblo. ¡Feliz año 2011 a todos y a ellos también!

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