miércoles, 7 de diciembre de 2011

DE VITALICIOS Y OTROS MALES


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Recientemente, durante la clausura de los Juegos Panamericanos, apareció la figura cuasi centenaria y diría, inevitable de Mario Vazquez Raña, quien ya chocheando, dijo lo siguiente: "Hoy 30 de octubre de 2011, siendo las 11...siendo las 9:50 (en realidad eran las 8:50 porque ya había finalizado el horario de verano), declaro...declaro...solemnemente, los décimos juegos...los decimosextos juegos Panamericanos Guadalajara 2011", es decir, el venerable y muy admirado anciano  --no tanto, porque eso lo dijo en medio de fenomenal rechifla del respetable-- ni siquiera pudo clausurar, pues ya la edad se le vino encima. Sufre, dirían los jóvenes de hoy, de "Sejuela" (Se "jue" la... juventud). 

Sin embargo el comentario no es sobre la edad del dueño de Organización Editorial Mexicana, sino de su larguísima permanencia en el Comité Olímpico Mexicano, del cual es presidente vitalicio, costumbre esta muy arraigada entre nosotros los meshicas, que al parecer nos gusta tener líderes y gobernantes por décadas y hasta que se mueran.
Días después, en una pelea de box vi también la figura de ese otro mafioso del pugilismo, que es José Sulaimán, quien actualmente y desde hace 36 años, es presidente del Consejo Mundial de Boxeo. Es uno de esos casos raros, en que nuestra patria exporta líderes perennes, pues en eso destacamos, podremos tener un campo devastado y una economía incierta, pero si algo "hemos" parido a la humanidad, han sido alimañas de estas, la lista es larga: Carlos Jonguitud Barrios, con los maestros; Francisco Hernández Juárez --aún vigente entre los telefonistas--. La momia de Fidel Velázquez de donde se inspiró Rius para personajes como el Licenciado Trastupijes u otros de peor calaña como Don Perpetuo del Rosal. No olvidar por supuesto a aquel maldito Gonzalo N. Santos, potosino que acuño frases tan formidables como esa que decía que "la moral era un árbol de moras" o sus "ierros": encierro, destierro y entierro. ¿Más?: Tomás Garrido Canabal, fanático y loco tabasqueño; Joaquín Hernández Galicia, más conocido en el bajo mundo como "La Quina", líder petrolero; José Guadalupe Zuno en Jalisco o, más acá, la dilecta Guadalupe Buendía Torres, la inombrable Loba, dueña de vidas y si no haciendas, sí puestos ambulantes de la Ciudad de México. Todos ellos caciques de primer nivel, que nos recuerdan que en este país, han sido norma y forma de vida desde los legendarios "tlatoques", que eran los aristócratas indígenas, que se sumaban a los militares o "pilpitines" mandones en la jerarquía precortesiana.
En la época independiente hay que nombrar a Agustín de Iturbide o al propio Antonio López de Santa Anna, pasando luego por Porfirio Díaz y aún, dicen los que saben mucho de historia, el mismísimo Benito Juárez, que de no haber muerto en su cama, se habría perpetuado en el poder y hasta el danzón dice: "Si Juárez no hubiera muerto...todavía viviría": queriendo decir que aún lo tendríamos en la silla presidencial si no le hubiera fallado el motorcito cardiaco.
La verdad es que a los mexicanos, al parecer nos encantan los caciques, palabra que viene de la lengua arahuaca, con la que se encontró Colón en una de sus llegadas a la todavía tierra no nombrada América, donde escuchó el vocablo kassequa, con el cual denominaban a los mandamases indígenas; a tal grado que hoy tenemos a una maravilla y que viene a ser como el compendio o resumen de la vida caciquil de la nación del águila y la serpiente: Doña Elba Esther Gordillo Morales, emanada de otra perpetuidad que fue el PRI, otrora poderosa máquina arrolladora y que al parecer viene por sus fueros, con el hijo del también veterano grupo Atlacomulco.
Estos tipos, debieron pensar como el escritor francés Jules Renard quien dijo: "La vejez existe cuando se empieza a decir: ´nunca me he sentido tan joven".

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