En días pasados la Fundación Álica de Nayarit A.C. convocó a un concurso literario de crónica y relatos, en el que participó nuestro amigo y colaborador de PUERTA NORTE, Ing. y L.D.C. Juan José Rodríguez Tejeda, quien participó con el relato "Los Consejos del Viejón" el cual obtuvo el primer lugar, por lo que nos permitimos reproducir el texto para que el amable lector lo disfrute. ¡Felicidades pues al popular Juanelo, docente de la Unidad Académica Preparatoria No. 7 de Compostela de la UAN!
Por: Juan José Rodríguez Tejeda
Don Roque López, mejor conocido como “el viejón” le
acarició la frente al alazán y le pasó las riendas por el pescuezo. Con la mano
derecha levantó el belfo superior y con
la izquierda le restregó el bocado del freno para acomodarlo en el hocico del
animal. Enseguida le puso la cabezada, le colocó el sudadero y luego le echó la montura a los
lomos. El estribo del lado de la garrocha
golpeó el costado derecho del equino haciendo que se inquietara un poco,
pero la voz enérgica y a la vez tranquilizadora de don Roque hizo que el animal
se mantuviera quieto dejándose apretar el cincho y ajustar el pecho pretal.
El viejón puso el pie izquierdo en el estribo y la
siniestra sobre la cabeza de la silla, sosteniendo las riendas y afianzándose de un
mechón de crines, con ágil movimiento se montó al animal y éste al sentirlo,
moviendo nerviosamente las orejas,
respingó e intentó tímidamente de
sacudirse al jinete, pero la reacción de Don Roque no se hizo esperar, un
piquete de espuelas en los íjares y un fuetazo en la grupa hicieron que el
animal echara un salto hacia delante, luego un jalón firme de riendas hacia la
izquierda hizo que el corcel diera
vuelta y media por ese lado y enseguida el cambio en el tirón del freno
le motivó dar otros tantos giros por el otro lado. Eso fue suficiente para que
el noble supiera, que: quien sabe llevar
las riendas es quien manda. Porque mujer, caballo y guitarra, según quien la agarra.
Jinete y caballo, contemplaban el despuntar del alba,
pues ya se vislumbraba por encima del cerro del carretón los primeros
resplandores de aquel amanecer, que por si hubiera dudas el canto de los gallos
anunciaba el inicio de ese nuevo día. Pronto atravesaron el caserío y se vieron
en despoblado, disfrutando del aroma a salvia que tenía aquella mañana, ambos
saborearon la sensación de libertad que experimentaban cada vez que se veían en
esos campos abiertos, que mostraban grandes extensiones de tierra barbechada,
próxima a sembrarse.
Aunque ya no
era la misma emoción que se sentía en otros tiempos. Cuando se avecinaban las
lluvias, el pueblo entero se contagiaba de ese ajetreo que ocasionaban los
preparativos para la siembra. Ahora, la mayoría de los ejidatarios mejor
empastaban sus tierras para pastura del ganado o algunos las rentaron por diez
años a las compañías tequileras para la plantación de agave ya que el municipio
de San Pedro Lagunillas y el sur del municipio de Compostela entraban en la
zona comprendida en la declaración como territorio, que reunía las condiciones
minerales del terreno para la plantación del Agave tequilana Weber,
variedad azul. Se le vino luego a la memoria de todas las reuniones ejidales
que realizaron, duras discusiones, para estar
debidamente inscrito en el Registro de
Plantación de predios instalado por el Organismo Evaluador de la
Conformidad y como él presintió que no estaban haciendo lo correcto, pues,
rentar sus tierras por diez años era como quitarse de hacer lo que tanto tiempo
hicieron y lo peor, que iban a dejar sin
empleo al resto de la comunidad, todo porque el maíz ya no paga ni el costo de
los insumos, pero ‹‹dejar de sembrar máices
es como dejar de ser agricultor›› era el pensamiento que Don Roque había
heredado de su padre y se resistía a abandonarlo, no por nostalgia a su
progenitor, sino por convencimiento propio. No podía dar crédito que los
programas gubernamentales hubiesen abandonado al campo, pues él sabía que el
comercio mueve el dinero, pero le rinde utilidad a los dueños del dinero,
mientras que la producción es la que genera riqueza y la distribuye de
forma más equitativa.
II
Fidencio y Jacinto discutían acaloradamente aquella
fresca mañana, esperando la llegada de Don Roque. “Nos vemos a las seis, junto
al fresno del crucero” les había dicho la noche anterior. Sus cabalgaduras
reposaban tranquilamente junto al lienzo.
Fidencio era un joven de escasos dieciséis años; de
cuerpo desgarbado, delgado y de tez morena, su cara llena de espinillas y una
ligera mancha oscura en su rostro se perfilaba como prematuro esbozo de barba y
bigote. Escupiendo al suelo a cada rato y sin dejar de rascarse entre las
piernas, con una voz que cambiaba constantemente de lo grave a lo chillón le
espetaba a Jacinto.
--Mira
Chinto; yo en la secu ya tuve para hartarme, ¿pa’que quieres que entre a la
prepa? ¿pa’ que el profe de mate me agarre de su ojeriza? ¡no! Yo paso.
--No Lencho,
- trataba de convencerlo Jacinto – piénsalo, ya para cualquier trabajo te piden
el certificado de prepa. Y además ni modo que te dediques a ordeñar vacas,
viviendo todo el tiempo aquí en el rancho.
--Y ¿Por qué
no? Don Facundo todo el tiempo ha vivido aquí y mira le va bien. Don
Crisóstomo, que dios lo tenga en su gloria decía; “los locos a la guerra los
cuerdos a su tierra” Ahí tienes a Nicolás, se fue pa’l norte y nomás duró año y
medio y vuelta pa’tras, ahora dice que le va mejor haciendo pan que
trabajándole a los güeros. No Chinto, la tierra de uno es donde a uno le va
bien y si yo tengo trabajo aquí pa’que lo
busco en otro lao.
--¡Pobre del hombre pobre que a
extrañas tierras se van, si en sus tierras son jodidos! ¿en extrañas que serán?
–sonó la voz de Don Roque, que les hizo dar un sobresalto a los dos que no se
habían dado cuenta que ya rato había llegado y se divertía escuchándolos.
Inmediatamente Fidencio, para reforzar lo argumentado,
se quiso ganar el apoyo de Don Roque diciéndole:
--Le estoy
diciendo a este vale que pa’que estudiar tanto ¿verdad Don Roque? Si ni con munchos máistros se le quita a uno lo
tarugo y luego ya ve, tanta escuela tanta escuela que hasta se olvida la
espuela ¿no cree?
--Tienes
razón Fidencio, -contestaba divertido Don Roque- como dicen en mi pueblo tierra
que no se deja arar, a lo mejor es pavimento.
--¡No! Don
Roque, Usted no me ayuda nada – exclamó Jacinto molesto – yo que quiero
alivianar a este flaco que está más torcido que un mecate y Usted como el
pulque; anima pero no ayuda, piense un poco viejón ¿qué va a ser de Fidencio
con ese carácter terco, que no le hace caso a nadie?.
--Pues
cabrestea o se ahorca. Mira Chinto, voy a ser claro, porque; pa’que andar por
las ramas estando tan grueso el tronco. Y de principio te digo que el que nace
tepalcate ni a comal tiznao llega, pero el éxito o fracaso lo crea uno paso a
paso y si se tiende a equivocar tendrás tiempo pa’ cambiar. Buscar la vida
conviene que la muerte sola viene. El padre de Fidencio está muy enfermo pero
es el que más conoce de ganado y tú sabes que cuando se conoce el camino aún a
tientas se va por él y le puede enseñar mucho a su hijo pues junto al buey
viejo aprende el novillejo y no creas que el estudio se da pa’todos, ni creas
en todo lo que los maestros te dicen; porque ni todos los que lazan son
vaqueros ni todos los que chiflan son arrieros, y muchos de ellos son como los
pericos; dicen lo que saben pero no saben lo que dicen. Así es que; ni comas cosas que no veas ni
firmes carta que no leas. Y relájate hombre, que al hombre hay que tomarlo en
serio solamente cuando se ríe. Y sé lo que me vas a decir, y tienes toda la
razón; el trabajo del campo es duro
pero; chillo o me acostumbro y veces andaremos como burro de aguador, cargado
de agua y muerto de sed pero más vale poco y bien ganao que muncho y enlodao.
Jacinto que era un joven de aguzada mente, escuchó con
atención la intervención del viejo sabio y cambiando de estrategia, trató de
convencer primeramente al viejón diciéndole:
--La vida es
dura Don Roque y si no nos preparamos Usted bien sabe que…
--¡Cuanta
verdad hay en lo que dices! –interrumpió el viejón – Pero escucha con atención
lo que te doy por mención; el que quiera ser caballo que sea potrillo primero,
prepárate con esmero si es que quieres ser buen gallo. Y si quieres ser muy
listo, óyelo con aplicación; no te juntes con vivales ni convivas con pendejos
porque el vival siempre te friega y lo pendejo se pega y al que se deja lo
ensillan y al que lo ensillan lo montan. Compórtate siempre recto, porque en
boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso, así es que habla siempre con
verdad porque con buenos modales y buena presencia siempre se abrirán las
puertas. Dinero que con trabajo se ha de ganar, lo más prudente es guardar, no
porque lo ganes trabajando como burro te lo quieras gastar como bestia y hazle
como los gavilancillos que aletean pero no chillan, ni digas que tienes frío
aunque te cobije el hielo. Como dijo el gran poeta: “que la lucha por la vida
no te asombre, pues hombre no es el que luchar no sabe, pues nació para luchar
el hombre como nació para volar el ave” Y por último te diré que: aunque es
cierto que cuando Dios da hasta los costales presta y que cuando quita hasta
rasguña, también es cierto que Dios aprieta pero no ahorca.
Y ahora sí, basta de tanta alharaca que el niño ya
chilla de hambre y no se ha ordeñao la vaca. Los mandé llamar para saber si
puedo contar con ustedes para sembrar las tierras del trapichillo. Yo podría
hacerme cargo de eso, ya saben que hoy en día se puede ser campesino por
control remoto, pues únicamente necesito
echarle un telefonazo a Filemón pa’que; prepare las tierras, siembre,
fertilice, fumigue y pizque, todo con el
tractor, pues ahora con buenas tierras y buen tractor hasta el catrín se vuelve
agricultor. Pero no siempre es de buen tino seguir el corto camino y más bien
soy de la idea de que la tierra se tiene que regar con el sudor del esfuerzo y
darle empleo a la chiquilillera del pueblo pa’que vaya aprendiendo a ganarse el
pan, que todo esto también sirve para fomentar la convivencia en la comunidad.
Así es que, quiero que me digan si le entran al ruedo o ven los toros desde la
barrera...
--¡Claro que
le entramos! ¡Al toro por los cuernos y al diablo por los avernos! ¿O tú qué
dices Lencho?
--¡A darle
que es mole de olla! Porque donde quiera lavo y plancho y en cualquier mecate
tiendo – exclamó Fidencio, desbordándole la emoción por entre sus expresivos
ojos- y ya le estamos dimos dando, pues
como decía mi abuela, el que temprano se moja tiempo tiene de secarse. Y al que
no le guste el fuste y el caballo no le cuadre, que tire caballo y fuste y vaya
y ching…
--¡Épale
Fidencio! no agarres breño, con calma y nos amanecemos – sonó divertida la voz
de Don Roque- por ahora quiero que me ayuden a bajar unas vaquillas que andan
desbalagadas por las cañadas ¿trajeron sus chavindas?
--¡Charro sin
soga, espuela ni cuarta, que un rayo lo parta! –gritó Fidencio que ya le estaba
agarrando gusto a eso de los refranes – ¡Para ser buen caporal se comienza de
vaquero!
--¡mejor que
ser buen vaquero es conocer el terreno. -contesto Jacinto al tiempo que le
pegaba el brinco a su montura, la cual sorprendida y asustada comenzó a trotar
agarrando al jinete mal sentado, y así montado de lado y rebotando de manera
cómica se fue distanciando de ellos hasta
que se pudo acomodar.
El viejo divertido hacía estremecer su vientre de las
carcajadas al tiempo que gritaba
--¡En la
forma de montar se conoce al que es jinete! Ja, ja, ja, Y líbrame Dios de
caballo mañoso que yo me libraré del brioso. ¡Buyele Fidencio! vamos a alcanzar
a Chinto que se ve que lleva prisa.
III
Las vaquillas se hallaban dispersas por entre las
cañadas y no fue fácil sacarlas de entre los breñales
--!Ay
vaquillas retozonas bragadas de la entrepierna, ya llegó el toro palomo que
reventó la mancuerna -gritaba Fidencio, y Jacinto le contestaba con mucha
emoción-
--Tengo el
gusto del becerro, salgo a comer a la loma pero andando entre las vacas aunque
no beba ni coma.
Don Roque nomás se reía y sin dejar de florear
con cierta maestría la reata, se agarró diciendo:
Soy del ganado
azulejo, valía más que no lo fuera,
me gusta el toro
bermejo pa´los cortes de una cuera,
el hombre cuando está viejo ya no hay mujer
que lo quiera,
ya no hay hembra que lo vea,
a menos que el viejo tenga hartos pesos
o que la vieja esté
muy fea.
Luego se ponía
serio para gritar las ordenes:
—Chinto,
adelántate por la falda del cerro y la vaquilla que veas la bajas a la cañada,
tú Lencho sígueme nos vamos por este
otro lado.
Así, una a una se fue juntando el ganado que se
hallaba disperso entre cañada y breñales.
De pronto la voz del viejón le ordenaba a Fidencio,
“¡atájame ese novillo, Lencho!”
Lencho sacudía la chavinda interponiéndose en el
camino de un novillo bermejo de agudos pitones que al verse interrumpido en su
escape, comenzó a escarbar el suelo, bufando y agachando la cabeza mostraba la
cornamenta de manera amenazante. Don Roque instintivamente, al ver en peligro a
Lencho, tiró el lazo a la encornadura y
metió cabeza de silla. El tirón hizo que el astado diera media vuelta y sin
titubeos, valientemente, se abalanzó contra el alazán, el cual, por lo
accidentado del terreno se vio en
aprietos para ganar distancia, enterrándosele un cuerno en el cuarto trasero.
Inmediatamente se le inmovilizó la pata
derecha, aún así intentó separarse del toro pero al apoyar la pata izquierda el
piso se hundió, haciendo girar al noble en redondo yendo a caer encima de su
jinete.
Lencho se apeó de un salto sin detener su montura y
corrió a auxiliar al viejón el cual se hallaba inconsciente y respiraba con
dificultad pues la cabeza de la silla le había quebrado el esternón y
probablemente algunas costillas. Chinto que vio a medias el accidente le gritó
a su amigo
—¿Qué pasó
Lencho?
—¡A Don Roque
le cayó el caballo encima y se ve muy mal, vamos a necesitar ayuda para
sacarlo de aquí!
Oyendo esto Chinto le encajó las espuelas a su cuaco y
subió veloz la empinada falda del cerro pues arriba se encontraban tres
carboneros horneando leña.
—Lencho ¿Cómo
está el Alazán? Fue lo primero que pudo pronunciar, débilmente y con muchas
dificultades Don Roque al volver en sí.
—No se puede
levantar, creo que se le quebró una pata
y sangra mucho de la otra. Ya Chinto fue por ayuda y no creo que tarde.
El viejo nomás cerró los ojos y con dificultad le dijo a
Lencho.
—Fíjate en
las cantinas de mi silla, a ver si no se quebró una botella de tequila que
traigo ahí y tráemela que tengo la boca reseca.
El joven revisó en la alforja de la montura y encontró
la botella intacta e inmediatamente se la pasó al viejón, el cual de un jalón consumió casi un cuarto de litro,
luego volvió a cerrar los ojos, esta vez para saborear el añejo y con voz grave
pero quedita como un susurro dijo “si todo te sale mal o todo te sale bien
piensa como el caporal; para todo mal mezcal y para todo bien también” y luego
continuó “no te preocupes Lencho que únicamente los guajolotes mueren en la
víspera y si hoy me toca, pos que sea la voluntad de Dios”. Quiso sonreír un poco pero un agudo dolor en
el costado le hizo gesticular el rostro y aún así entre risillas y gestos se le
escuchó decir “hasta que hubo un guarache viejo que viniera a taconearme”
Entre Lencho y los tres carboneros a duras penas lo
sacaron de la cañada en una camilla improvisada con un zarape y unos palos que
ahí cortaron, mientras Jacinto se fue a galope tendido al pueblo por la
camioneta.
IV
En la casa de Don Roque y de Doña Cleotilde siempre había visitas, pero
esta vez, durante tres días, el pueblo entero se acercaba para preguntar por la
salud del viejón y se quedaban durante algún rato, con la esperanza de que
alguien les dijera que el viejón se estaba recuperando, …pero no, todas las
noticias eran desalentadoras y durante esa espera se quedaban haciendo
comentarios de todas las virtudes de este gran hombre. Algunos decían “…pues
como decía Don Roque, ánimas que me estornuden para decirles salud” y se
empinaban la anforita de mezcal y ya un poco mareados la tarde se vestía de
fiesta y convencían a Juventino “el trovador” para que improvisara unas coplas que el viejón se las merecía,
quien ni tardo ni perezoso comenzaba a tensar las cuerdas de su guitarra y a
improvisar su canto:
Aquí me planto a estrofiar
con su aprobación siñores
oigan estos pormenores
que aquí les vengo a cantar.
Una gran fatalidá se nos vino acontecer
Don Roque está agonizando
por culpa d’un toro bravo
quien lo habría de suponer.
Era una chulada ver
entrar a Don Roque al ruedo
en tardes de coleadero,
y cualquier suerte ejercer
Con los sonidos de orquesta
Se metía Roque a pialar
y naiden ha podido igualar
el chorriar a cañilla muerta
sin mover el alazán.
Algunos se molestaban por el escándalo que se armaba y
entonces alguien le contestaba “…como decía el viejón: ante la desgracia y el
dolor un poco de gracia y muncho humor.". Mientras Juventino seguía
improvisando sus estrofas, que aun siendo creadas al vuelo no estaban tan mal
atinadas, aunque si, mejor acompañadas por los acordes de las cuerdas que
hábilmente sabía rasguear.
Don Roque salió a vaquiar
en un desdichado día
pues como decía mi tía
Si con la izquierda te abajas
del nidal por la mañana
mas vale que agarres maña
pues mala ventura se augura
en todo lo que trabajas.
Paloma de triste cantar
párate en esa fachada.
Que tarde tan desdichada
qui’al hombre le fue a
tocar
qui’al despedirse temprano
del amor de su mujer
ya la suerte traiba en
manos
un maldito acontecer.
“Qué bonito es lo bonito, lástima que sea poquito”
terminó gritando alguien mientras todos aplaudían y lanzaban vivas a Don Roque,
otros lanzaban su sombrero al aire haciendo un gran alboroto y gritaban “¡bien aiga lo bien parido que ni trabajo da
criarlo”, “!Animo don Roque, que para cualquier dolencia el mejor remedio es la
pasencia!” y así pasaba la tarde que
para olvidar esa pesadumbre y acompañar al viejón en su dolor, de verdad que
había demasiado humor el cual crecía conforme decrecía el contenido de las
botellas.
Lencho y Jacinto; estuvieron siempre al pendiente de
lo que se pudiera ofrecer, acomedidos iban por el Doctor, o por las cosas que
en la cocina hacían falta o por lo que
les encomendaba Doña Cleotilde. Pero cuando no tenían nada que hacer se la
pasaban contemplando a Don Roque y para tratar de darle ánimos, en cuanto se
despertaba le preguntaban: “¿ya se
siente mejor Don Roque? Hoy amaneció con mejor semblante, ya se le ve más
animado” y el viejón les contestaba con una sonrisa y les decía “n’ombre ya estoy como la reata de noria;
desgastada de las puntas y rompiéndome de en medio, pero no se preocupen que a
la muerte ni temerle ni buscarle, simplemente esperarle”.
Un día, el segundo de estar en cama, para ser exactos,
se requirieron algunos medicamentos que había que ir aTepic, la capital, a
traerlos y eran las tres de la mañana: Sin pensarlo dos veces, Lencho y Chinto
se ofrecieron inmediatamente a ir por esos medicamentos.
Ya en camino, dentro de la camioneta que Jacinto iba manejando, se
pusieron a recordar algunos de los tantos consejos que siempre les brindaba.
--¿te
acuerdas Lencho, cuando no podías calmar aquel cuaco brioso?
--¡Cómo no
voy a acordarme! –dijo Lencho y tratando de imitar la voz del viejón continuó-
“mira escuincle, para que te dé estribo, trátalo como a un amigo, pues
para bien amansar y un caballo educar,
es mejor la suavidad que un riguroso castigo”… ¿y a ti, cuando te andabas enredando con la
viudita?…
--si, me
acuerdo perfectamente que me platicaba muy suave, dándole muchos rodeos para
decirme que esa señora ya se había metido con todos los del pueblo y bien serio
me decía “…Mira Jacinto, lo que te voy a decir es como el mole de oreja; el que
quiere come y el que no lo deja, pero no te entusiasmes tanto con esa mujer,
pues esa viudita es como las gallinas, en cuanto le falta el gallo a cualquier
pollo se arrima, y tú eres muy joven y ella demasiado corrida y como no se
puede sopiar con gorda ni hacer taco
con tostada, pues, más que de los toros bravos y las garras de una leona, evita
caer en los brazos de una viuda retozona ¿me entiendes? Y yo le contestaba,
¡cómo no! Al buen entendedor, hasta a
señas, Don Roque.
--¡mmmm! ¿Te acuerdas de Don Erasmo, el prestamista?
–dijo Lencho-
--cómo no, viejo
usurero, yo no sé para qué quería tanto dinero
si vivió y murió como pordiosero.
--pues, hubo
un tiempo en que me acomedí ayudarle,
creyendo que era pobre, pues ya ves que el méndigo vivía como mendigo y un día me dijo el viejón “ay Lencho, nunca
hay que creerle al diablo, aunque diga la verdad, pues siempre habrá muchos
demonios y el agua bendita es una brevedad. Ese viejo tacaño está como las
resorteras, nomás estirándose para fregar, así es que, siempre ten presente lo
siguiente; nunca compres puerco chico creyendo que va a crecer, ni le hagas
favor a un rico que no sabe agradecer, porque ayudar a malagradecidos es como
perfumar difuntos”.
--Cuantos
consejos nos dio -dijo Jacinto apesadumbrado, pero atento a la sinuosa
carretera, aunque a esa hora había poco tráfico-, la verdad yo he aprendido
mucho con él. Recuerdo cuando me dijo; “deseando bienes y aguantando males
pasan la vida los mortales”.
--Desnudos
nacemos y después todo apetecemos –dijo Fidencio-.
--Desnudo
nací, desnudo me muero; ni gano ni pierdo. Le contestaba Jacinto como si
estuvieran en un reto para ver quien se acordaba de los mejores refranes.
--al desnudo,
todo le llega menos ropa
--el amor y
la luna se parecen, menguan cuando no crecen.
--el amor, el
dinero y lo pendejo no se pueden ocultar. Ja ja ja ja
--al amor mal
correspondido, ausencia y olvido
--amar sin
ser amado es como limpiarse el culo sin haber cagado. Ja ja ja
--¡no seas
cabrón! Esa no te la dijo él
-- bueno, pero;
cartas sacan cartas y palabras sacan palabras.
--Si, pero,
no seas tan prosaico; a Dios lo que es digno de Dios y a la cama la sobrecama.
--mejor a tu
hermana.
--¡ya!
méndigo. Al desagradecido; desprecio y olvido
-- y al
agradecido; más de lo pedido
--Cásate por
la dote y serás un monigote
--A tu palo gavilán, a tu matorral conejo y
toma chango tu camote.
-- ja ja ja
ja esa tú la inventaste, baboso.
--pues, para
que rimara con lo que dijiste…
Y así fueron recordando todo lo aprendido en los
refranes que el viejón les había enseñado en esas cápsulas de experiencia y
sabiduría.
V
Al tercer día, la casa se entristeció, se escucharon
los sollozos, murmullos de órdenes afligidas y rezos.
Al salir el Doctor, de la recámara del viejón, le hizo
una seña al sacerdote; el cual presuroso entró con los santos óleos, estola y
un libro de oraciones, luego, por indicaciones del sacerdote, uno a uno fueron
entrando.
Fidencio y Jacinto fueron los últimos y al entrar a la
recámara se toparon con un ambiente
colmado de desconsuelo dentro de un silencioso misticismo. La cara pálida de
Don Roque era enmarcada por un paliacate rojo que le envolvía la frente. Su
esposa, Doña Cleotilde, con la angustia disimulada, le tomaba dulcemente la
mano a su marido al tiempo que cariñosamente le decía:
—no ti priocupes
mi Roque, pronto te pondrás güeno,
porque tú eres muncho viejo todavía,
y si has aguantado otras piores,
también podrás salir de esta, con la ayuda de Dios.
—No mi Cleotilde, creo que de esta no salgo, pero no
te aflijas. Te dejo todas nuestras pertenencias en orden y sin adeudos y me voy
tranquilo porque sé que tú eres una mujer que nunca se ha doblegado ante las
tempestades de la vida, luchamos muy duro para tener lo que tenemos y me enseñaste
a duplicar nuestro capital. No tuvimos hijos porque esa fue la voluntad de
Dios, pero tenemos muchos sobrinos y ahijados y
como dicen: ‘el perro y el niño, donde haya cariño’.
No vendas nunca
la finca que mi abuelo comenzó y mi padre y yo termináramos, porque lo que por
generaciones se hace debe ser cosa sagrada. Y a ustedes escuincles, - dijo
quedito, que doña Cleotilde tuvo que hacerles una seña para que se acercaran
pues se encontraban entristecidos en el rincón de la recámara, turbadamente se
fueron arrimando- gracias por todo lo que hicieron por mí. Ayúdenle a Cleotilde
que ella sabrá compensarlos –les dijo como un susurro al par de asustados
jóvenes- y hagan lo que hice yo menos morirse, vivan intensamente, pues ya ven,
la muerte viene de repente. Hizo una pausa para tomar aliento y luego continuó:
Recuerden siempre que el éxito está en tener lo que se desea pero la felicidad
está en disfrutar lo que se tiene. No olviden
que el pan se hace con trigo y con franqueza el amigo y el que de amigos
carece es porque así lo merece. Disfruten lo que ustedes tienen sin envidiar lo
de otros porque el envidioso es el ser
que no se indigesta al comer sino en lo que ve comer. Sean alegres y empeñosos
pero nunca pretensiosos, que siempre será cosa de locos querer cosechar mucho
sembrando poco. En cosa de la alegría un buen vino mal no haría, porque poco
vino, alegra el ojo, limpia el diente y sana el vientre y el vino en jarro
hasta cura el catarro pero no olviden que el buen bebedor es el que sabe cuánta
cerveza le cabe. En cuestión del amor pronto lo aprenderán, lo único que puedo
decirles es que el amor presencia quiere y sin ella, pronto muere y el amor
es estupendo, pero dando y recibiendo.
De pronto don Roque se quedó callado, sus ojos miraban
vagamente el techo, un ataque de tos le vino repentinamente, poco a poco los
tosidos fueron amainando y luego llamó
muy quedo a Doña Cleotilde. Ésta, presurosa se acercó. Los dos jóvenes se
retiraron nuevamente a su rincón y desde ahí vieron como doña Cleotilde, lo
escuchaba con mucha atención, de pronto… se vino el silencio. Un doloroso y
prolongado silencio. Doña Cleotilde se levantó para inclinarse frente al rostro
de Don Roque, le besó la frente, le cerró los ojos, le cruzó los brazos y le
depositó un crucifijo en el pecho.
Todos los que
ahí se encontraban; experimentaron esa impotencia, pesadumbre, extrañeza,
ahogamiento, congoja… opresión del pecho, resequedad en la garganta, debilidad
en las piernas, dolor en los huesos… incertidumbre y vacio, rabia y
desconsuelo, perplejidad y miedo, rencor y dolor, dolor,…mucho dolor… En
fin, todo ese revoltijo de emociones que
se aprecian cuando el frío de la muerte anuncia su presencia...
La voz tranquilizadora del sacerdote se escuchó decir
“El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes prados él me hace reposar y a
donde brota agua fresca me conduce…”
Afuera se escuchaba una voz que
decía… rosa mística y un coro de voces, le contestaba “ruega por el”
…torre de babel “ruega por él”
…arca de la alianza “ruega por él”
…puerta del cielo “ruega por él”
…estrella de la mañana
”ruega por él”
…salud de los enfermos “ruega por él”
…consuelo de los afligidos…
No hubo llantos, de pronto el cuarto se inundó de
una reposada tranquilidad. Todo el
vecindario, en silencio, se acomidió a encender velas, a despejar el lugar y
acomodar sillas. Un numeroso grupo de gentes se fue integrando a los rezos.
Fidencio, sin poder pronunciar palabra, y haciendo gestos por tratar de
deshacerse de algo que se le atragantaba entre pecho y garganta, miró a Jacinto
y éste le echó el brazo al hombro diciéndole:
--No importa
que llores, acuérdate que el viejón decía “a grandes males grandes pañuelos” y
la pérdida de Don Roque, la verdad que si es un gran mal -dijo esto ya casi
quebrándosele la voz- y se van a requerir muchos grandes pañuelos.
Es verdad eso de que:
De la muerte lo que duele es que veces abraza a quien no debe …Pero esto
me ha hecho entender que la vida puede írsenos en un momento …Que tenemos que vivirla intensamente como él
nos lo enseñó y no debemos de olvidar
cuando nos decía, “no piensen que mañana será otro día, mejor
piensen que a partir de mañana comenzaremos a vivir el primer día del resto de
nuestras vidas, por lo que, siempre será más recomendable vivir intensamente el
día de hoy. Gracias viejón por tantas enseñanzas.
FIN
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