lunes, 30 de abril de 2012

EL GENERAL RAMÓN CORONA (3a. parte)

Ramón Corona

Por: Néstor Chávez Gradilla
Cronista Municipal

Después del artero ataque e incendio de muchas casas en Acaponeta efectuado por los lozadistas, su comandante don Pedro Solersi mandó fusilar al sargento Doroteo López y a algunos hombres que tomaron prisioneros del grupo armado “Los Libres de Motaje”, y habiendo dejado a un grupo de 50 lozadistas para resguardar la Villa, Solersi se retiró a Tepic a rendir cuentas al temible guerrillero cora Manuel Lozada “El Tigre de Álica”. Por estos hechos, la gente de Acaponeta quedó resentida con don Pedro Solersi y los lozadistas, pues tardarían mucho tiempo en reponerse de tanta destrucción, del descalabro económico y de los agravios a las familias afectadas. 

Por lo mismo, los acaponetenses añoraban a Ramón Corona y sus Libres de Motaje para que hubieran enfrentado a los lozadistas y protegido a la población.
Manuel Lozada "El Tigre de Álica"

Estando aún enfermo Ramón Corona en el Rancho El Huizachal, supo de lo sucedido en La Concha y en Acaponeta, y sin perder tiempo, se levantó y junto con su tío don Trinidad se fueron al Mineral del Rosario. En el camino encontraron muchos dispersos que andaban huyendo de los lozadistas, uniéndosele alrededor de 50 hombres en los 8 días que tardaron en llegar a pié y a caballo. En el Mineral del Rosario encontró a Don José María Villanueva también fugitivo, dedicándose ambos a reorganizar su pequeño ejército.

Una vez reorganizados, Corona y Villanueva salieron rumbo a Mazatlán a reforzar las fuerzas de Lagarma y reabastecerse de armas, parque y alimentos. En las afueras de Mazatlán, Lagarma y el Comandante Inda menospreciaron a los Libres de Motaje ignorándolos y presionándolos para que se retiraran, negándoles todo lo que les pedían. Antes de retirarse, Villanueva le dio a Corona el grado de sargento que tenía Doroteo López, fusilado en Acaponeta. 
Tristes y apesadumbrados, llegaron hasta el río Presidio que iba muy crecido y no se podía vadear hasta que sus aguas bajaran, pues en ese tiempo no había ningún puente.
Ahí permanecieron durante 5 días, y en ese lugar estuvieron llegando más hombres a unírseles en la lucha, llevándoles además algunas armas, parque y alimentos.

Al poder por fin pasar al otro lado del río, decidieron marchar rumbo a Acaponeta para tratar de sorprender y derrotar a la guarnición lozadista que había dejado Solersi.
En enero de 1858, por las presiones del alto clero y de los conservadores para que derogaran algunos artículos de la Constitución de 1857 a los que consideraban anticlericales, renunció Conmonfort a la Presidencia de la República ocupando su lugar el Conservador General Don Félix Zuloaga, apoyado por los mencionados del Alto Clero y los conservadores, siendo a su vez desconocido y repudiado por los liberales apoyados por las logias masónicas.

Los liberales se organizaron y formaron su propio Gobierno encabezado por el Lic. Benito Juárez, estableciéndose en Veracruz en donde permanecieron durante la Guerra de tres años y en donde proclamaron las Leyes de Reforma que escandalizaron al país.

En medio de meses de cruentas batallas, el general liberal don Santos Degollado sitió Guadalajara, por lo que el Sr. Obispo Don Pedro Espinosa y Dávalos tuvo que salir huyendo rumbo a Tepic a buscar la protección de Manuel Lozada “El Tigre de Álica”, con una escolta de 200 soldados conservadores designados por el general Miguel Miramón para salvaguardar la vida e integridad del Prelado. 
Miguel Miramón
 Al llegar y encontrar a Lozada en Tepic, éste les aconsejó que siguieran de largo rumbo a Mazatlán. Al continuar la marcha, el Sr. Obispo se quedó a pasar la noche en Acaponeta.

En Escuinapa, Corona y Villanueva se enteraron de estos sucesos y planearon secuestrar al Sr. Obispo Espinosa para poder exigir un rescate en dinero, armas, parque, caballos y alimentos. Corona dejó a Villanueva en Escuinapa y salió para llevar a cabo sus planes y secuestrar al Obispo al salir de Acaponeta, con un contingente de 80 indios tepehuanos flecheros que reclutó en San Francisco del Caimán, La Concha, Huajicori, Matatán y Maloya. 
Ya en las afueras de Acaponeta, Corona, Don Trinidad, José Ledón y Luis Medina, acordaron entrar por la noche y sorprender al Obispo en la casa donde se hospedaba.

Algunos de los hombres de Corona llevaban a sus mujeres. Uno de ellos llamado Tomás García, le platicó a su compañera los planes de Corona y ella, católica ferviente, se molestó por lo que consideraba un sacrilegio, y sin que nadie se diera cuenta, salió ese mismo día para poner sobre aviso al Sr. Obispo que en esos momentos se encontraba administrando el Sacramento de la Confirmación a más de 200 niños. Al recibir la noticia, suspendió esa actividad y alertó a la guardia, disponiéndose para salir lo antes posible rumbo a Santiago Ixcuintla, o sea, para el rumbo contrario de donde venía Corona. 
En el camino se encontró a una columna de soldados conservadores al mando del coronel Garrido quien, al enterarse de todo, le dijo al Sr. Obispo que continuara su camino, pero le pidió que le prestara a 100 de los integrantes de su guardia personal para completar con su gente 180 efectivos, y con ellos ir a darle batalla a Corona en Acaponeta.

Ignorante de todo esto, Corona y su gente salieron de San Francisco del Caimán rumbo a Huajicori en donde aumentó sus efectivos a 180 hombres, consiguiendo en ese lugar armas, municiones y alimentos, y enseguida se dispusieron a salir rumbo a Acaponeta a las 3 de la mañana.

Corona y su gente salieron por La Concha llegando a Acaponeta al amanecer, y al entrar por sus calles, fueron recibidos por una nutrida descarga de fusilería que les causó serias bajas, pero reponiéndose de la sorpresa, Corona envió dos ataques de caballería. Uno por la derecha al mando de don Trinidad Corona, y otro por la izquierda comandado por don Francisco Lora, tomando al coronel Teodosio Rodríguez a dos fuegos, terminando por replegarse y salir huyendo por el rumbo del río, dejando nuevamente a la Villa de Acaponeta en poder de Corona y sus Libres de Motaje. En este ataque, Corona sufrió una herida en el brazo izquierdo y la pérdida de su caballo.

Ramón Corona y su gente entraron a Acaponeta recibiendo aún algunos disparos de lozadistas que se hallaban ocultos en las casas, por lo que tuvieron que abrirse paso a sangre y fuego calle por calle hasta acabar con ellos. Al llegar a la casa de don Pedro Solersi, encontraron un verdadero arsenal. Armas, parque y alimentos, que de inmediato fueron repartidos entre la tropa. 
La noticia de que el Obispo había sido advertido y de que ya no estaba en la Villa, enfureció mucho a Corona, pues con ello veía frustrados sus planes para secuestrarlo.

A las seis de la mañana, ya Corona y sus Libres de Motaje eran dueños de Acaponeta con la total derrota de los lozadistas conservadores. Los hombres de Corona jubilosos por su triunfo, gritaban: “!Viva Ramón Corona, Vivan los Libres de Motaje, Viva el Ejército Liberal!”, y las gentes de Acaponeta, al escucharlos, gritaban también: “!Viva la Religión, Viva la Virgen de Guadalupe!” Solo quedaban en la torre del campanario aún disparando sus fusiles, el coronel conservador y lozadista Tomás Garrido y el teniente José Ledón quienes se negaban a rendirse. A las nueve de la mañana, cuando ya Ramón Corona se disponía a incendiar el Templo, por falta de municiones se rindieron y salieron a la calle Garrido, Ledón herido de una pierna y 64 lozadistas.

Se recogieron a los vencidos muchos caballos, más de 80 fusiles, alimentos y parque en abundancia. Corona ordenó que todos los bienes encontrados en la casa de don Pedro Solersi se repartieran entre los integrantes de su grupo armado, y que al terminar, la casa fuera incendiada.

Mientras tanto, a fines de diciembre de 1858, por el rumbo sur del Cantón eran notorias las victorias de Miramón y sus conservadores contra las fuerzas liberales, y lo mismo sucedía en el Cantón de Tepic pues Lozada, con sus miles de indios coras y huicholes alzados, conseguía muy sonadas victorias. 
Asustado por lo que ya creía inminente, y viendo ya inevitable el triunfo de los conservadores, Gómez Cuervo se preocupó mucho, pues además se vio presionado para que exigiera a Villanueva y a Corona que se retiraran de la lucha de inmediato si no quería verse seriamente afectado en sus intereses. Para ello, se le entregó un perdón firmado por el general Miramón y Lozada condicionándolos a que depusieran las armas y se retiraran a trabajar en paz en el Mineral de Motaje, y para que lo antes posible se los hiciera llegar a Acaponeta o donde estuvieran.

Consternado y afligido por tener que desobedecer por primera vez a quien respetaba como a su padre, Corona le pidió a don José María Villanueva que le informara a Gómez Cuervo que, pasara lo que pasara, él seguiría en la lucha por la causa liberal.

Al día siguiente, estando aún en Acaponeta, Corona supo que venía de Tepic el general lozadista Pérez Gómez con 500 hombres de infantería y 600 de a caballo a recuperar a sangre y fuego la región del norte del Cantón de Tepic y sur de Sinaloa con órdenes de desbaratar en forma completa y total a los grupos liberales que existieran en esa zona, y una vez realizado este cometido, marchar a Mazatlán para reforzar su defensa contra los grupos liberales.

Al saber esto, Corona, con sus 160 elementos de tropa, supo que en ninguna forma podría enfrentar a Pérez Gómez y decidió retirarse rumbo a Mazatlán a reforzar a los atacantes liberales. 
Falto de dinero para pagar a su gente, Corona exigió a los comerciantes de Acaponeta un préstamo forzoso de 500 pesos, y otra cantidad igual al Párroco de Acaponeta don Sebastián Agráz.

Como el Sr. Cura no tenía ese dinero, Corona lo tomó prisionero, y ya cuando iban de salida, un grupo de damas católicas lo alcanzaron y le pidieron tiempo para reunir el dinero. En una hora pudieron juntar esa cantidad pudiendo así lograr la libertad del Párroco Agráz para que pudiera regresar sano y salvo. Esta acción de Corona causó indignación entre los acaponetenses quienes no creían que ese joven ahora militar liberal que tanto había convivido con ellos, fuera capaz de hacer una cosa así.

Después de estos sucesos, Corona y su gente abandonaron la plaza de Acaponeta para dirigirse rumbo a Sinaloa, en donde pensaba reunirse con los liberales que tenían sitiado el puerto de Mazatlán. Por la noche, tuvieron que pernoctar en el rancho Los Achiotes y en ese lugar, aprovechando un descuido de sus guardianes, lograron escapar el coronel conservador Tomás Garrido y el teniente José Ledón para intentar unirse a las fuerzas del general Pérez Gómez. Corona los mandó buscar pero ya no fue posible encontrarlos. Enseguida, ordenó que se les diera la libertad a los 64 prisioneros lozadistas capturados en Acaponeta, liberando también a los indios flecheros tepehuanos para que se regresaran a sus casas, como se los había prometido. 
En el Río Presidio encontraron a don Plácido Vega con un reducido grupo de hombres que también venían huyendo de Pérez Gómez, y juntándose en un solo grupo, continuaron su marcha rumbo a Mazatlán.

Al llegar, se incorporaron a las fuerzas liberales de Sonora y Sinaloa quedando bajo las órdenes del general Pesqueira quien los envió al destacamento que mandaba el coronel Don Ignacio Meza. Ahí estuvieron los Libres de Motaje luchando en la toma de Mazatlán hasta el año de 1859, fecha en que por fin cayó el Puerto en manos de los liberales.

Después de la victoria, Villanueva, Corona y Vega pidieron que se les concediera regresar al Cantón de Tepic a continuar la lucha contra Lozada, solicitud que les fue concedida proporcionándoles el coronel Meza caballos, armas, municiones y víveres para que regresaran bien pertrechados a enfrentar a ese temible guerrillero cora apodado “El Tigre de Álica”. Ese mismo día supieron que también Colima y el puerto de Manzanillo habían caído ya en manos de los liberales.

Antes de su regreso, el Coronel Meza le dio a Villanueva su ascenso a Teniente Coronel, a Corona el de Capitán Primero y a don Trinidad el de Sargento Primero. También les dijo que a partir de esa fecha, su grupo llamado los Libres de Motaje quedaba integrado al Batallón Degollado que quedó bajo el mando del Teniente Coronel don José María Villanueva. 
Ahí mismo, en Mazatlán, Meza ordenó que quedaran incorporados al Batallón los tenientes Bibiano Dávalos, Pedro Lagarma Pablo Márquez y Plácido Vega.

En el camino de regreso al Cantón de Tepic, Villanueva le hizo saber a Corona que ya se sentía viejo y cansado, y que pensaba quedarse ya en paz en el Mineral de Motaje y que por lo tanto, le transfería el grado de Teniente Coronel y el nombramiento además de Comandante en Jefe del Batallón Degollado.

(Continuará...)

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